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Biodiversidad

Latinoamérica y el Caribe

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Una mirada de la situación de las diferentes expresiones de la biodiversidad, en la parte del mundo con la cual Chile tiene más proximidad cultural y geográfica, con una síntesis y los enlaces para acceder a diferentes enfoques.

Biodiversidad a Nivel Latinoamericano y El Caribe

La región contiene una gran variedad de ecosistemas, especies y genes. Bosques tropicales húmedos y secos cubren el 43 por ciento del territorio; praderas y sabanas, el 40,5 por ciento; desiertos y matorrales, el 11 por ciento; bosques templados y bosques de coníferas tropicales y subtropicales, el 5 por ciento; y manglares, el 0,5 por ciento restante (Dinerstein y otros 1995). Los ríos y ecosistemas lacustres de la región, así como los ecosistemas marítimos de las costas del Pacífico y del Atlántico, son hábitats productivos que poseen gran variedad de especies.

El Caribe contiene 7 por ciento de los arrecifes de coral del mundo (cerca de 20.000 km2) y una gran riqueza en términos de diversidad biológica marina (UNEP. 2001). Siete de las 25 ecorregiones terrestres biológicamente más ricas del mundo se encuentran en esta región, y contienen, tomadas en conjunto, más de 46.000 especies de plantas vasculares, 1.597 especies de anfibios, 1.208 de reptiles, 1.267 de aves y 575 de mamíferos (Mittermeier, Myers y Mittermeier 1999, Myers y otros 2000).
En América Latina y el Caribe la degradación de la biodiversidad se ha incrementado en las tres últimas décadas. Las principales presiones sobre el medio ambiente y los recursos naturales son el crecimiento de la población, la desigualdad creciente de los ingresos, la planificación limitada, en especial en zonas urbanas, y la alta dependencia de la explotación de recursos naturales. Se han degradado más de 300 millones de hectáreas de tierras y casi 30% de los arrecifes en el Caribe están considerados en peligro. En la región se encontraba más del 40% de las más de 400 millones de hectáreas de bosques naturales perdidos en el mundo. Los problemas ambientales urbanos, en especial la contaminación atmosférica y del agua, y la eliminación inadecuada de desechos producen graves efectos para la salud de los habitantes urbanos, que en la actualidad constituyen el 75% de la población total. La frecuencia e intensidad crecientes de los desastres naturales, vinculados posiblemente con el cambio climático, tienen altos costos humanos y financieros. Las poblaciones más pobres, en especial las urbanas, son las más vulnerables ante ese tipo de desastres.
Ver mas detalles y citas usadas enhttp://www.unep.org/GEO/geo3/spanish/pdf.htm

Ecosistemas y Áreas Protegidas a Nivel Latinoamericano y El Caribe

La región de América Latina y el Caribe cuenta con poco más de 2.000 millones de hectáreas de superficie terrestre, esto es el 15% de la superficie terrestre del planeta, y sin embargo tiene la mayor diversidad de especies y de ecorregiones del mundo.

El valor de los ecosistemas naturales va mucho más allá del valor económico directo. Los servicios que prestan son indispensables para la supervivencia de la humanidad en el planeta: permiten la estabilización climática y atmosférica; regulan el ciclo hídrico y de la humedad mesoclimática; son fuente de productos forestales maderables, de la vida silvestre, farmacéuticos, entre muchos otros; y representan un valor paisajístico y turístico creciente. Sin embargo, la valoración de los servicios ambientales naturales no se ha extendido a todos los ciudadanos del planeta, ni tampoco a los gobiernos, en especial en Latinoamérica y el Caribe.
La falta de planificación en el uso de los recursos naturales y de tecnologías y políticas apropiadas que garanticen su preservación, ha provocado un agudo deterioro ambiental en la región, que se traduce en pérdida de biodiversidad, y en degradación de los suelos, disminución de la disponibilidad de agua dulce, cambio de los cauces de los ríos por azolvamiento y disminución de la calidad de sus aguas por contaminación y sedimentación.
América Latina y el Caribe gozan de una situación privilegiada al contar con una de las mayores riquezas naturales del planeta, por lo que entraña un bajo compromiso en la conservación de sus riquezas, ya que en estas zonas se presentan todos los diferentes tipos de biomas que existen en el planeta, excepto los más extremos fríos conocidos como las tundras y taigas.
Entender por completo la variedad y complejidad de ecosistemas y habitats que existen en la región resulta muy difícil, más aún considerando que no existe un sistema de clasificación única para referirse a toda la variedad de ecosistemas de la región. Cada país tiene su propia clasificación, lo que hace muy difícil las comparaciones.
A continuación se señala la clasificación de biomas que utiliza la World Wildlife Fund (WWF) y a la que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se refiere en sus informes:
– Bosques húmedos latifoliados tropicales y subtropicales.
– Bosques secos latifoliados tropicales y subtropicales.
– Bosques templados latifoliados y mixtos.
– Bosques y matorrales mediterráneos.
– Bosques de coníferas tropicales y subtropicales.
– Bosque de coníferas templado.
– Pastizales, sabanas y matorrales tropicales y subtropicales.
– Pastizales y sabanas inundables.
– Pastizales y matorrales montanos
– Pastizales, sabanas y matorrales templados.
– Desiertos y matorrales xéricos.
– Manglares
El 44% de la superficie original de la región pertenece a los bosques húmedos latifoliados tropicales; el 16.4% son pastizales, sabanas y matorrales tropicales y subtropicales; el 11.3% desiertos y matorrales xéricos; el 8.8% bosques secos latifoliados tropicales y subtropicales; el 7.9% pastizales, sabanas y matorrales templados, entre otros.

Áreas Protegidas

Las áreas naturales protegidas (ANP) representan en la actualidad uno de los instrumentos más eficaces para la conservación in situ de la riqueza natural (especies, ecosistemas y servicios ambientales). En este sentido, y en cumplimiento con los compromisos adquiridos mediante la Convención sobre la Diversidad Biológica (1992), los países de América Latina y el Caribe han realizado grandes esfuerzos encaminados a la reorganización administrativa, bajo el concepto de Sistemas Nacionales y al establecimiento de nuevas áreas protegidas en sus territorios respectivos. Con estas acciones se ha dotado de protección jurídica y operativa a ecosistemas y especies de vida silvestre, los que se encontraban amenazados por el crecimiento demográfico, la ampliación de la frontera agropecuaria y por la sobreexplotación de los mismos.
Sin embargo, los problemas sociales presentes en la región, no permiten que este tipo de estrategias reviertan del todo los procesos de destrucción del ambiente, de los elementos que lo conforman y de los servicios ambientales que prestan a nuestras sociedades. Aunado a esta, los medios con los que cuentan los gobiernos para gestionar las áreas protegidas son insuficientes, por lo que muchas acciones en este sentido solo existen en el instrumento de creación de las mismas, y en muchos casos sus disposiciones no logran aplicarse en la realidad.
En Latinoamérica y el Caribe, así como en el mundo, ha aumentado la superficie protegida por las AP. Sudamérica, por ejemplo, posee más de 4.000 AP con una superficie de más 4 millones de Km2, lo que representa el 20% del total de unidades del mundo (UICN, 2007). Asimismo, Centroamérica y el Caribe incrementaron el número de AP de 261 a 709 unidades entre 1992 y 2003 (UICN, 2003).

Especies Amenazadas a Nivel de Latinoamérica y El Caribe

En la región se encuentran 6 de los 12 países del mundo donde hay concentración de especies de aves amenazadas mundialmente; de esos seis, Brasil y Colombia tienen el más alto número de especies en dicha categoría (BirdLife Internacional. 2000). Brasil, Colombia, Perú y México, tomados en conjunto, alojan el 75% de las especies de aves amenazadas en las Américas (BirdLife International 2000).

America Latina y el Caribe contienen más de 46.000 especies de plantas vasculares, 1.597 especies de anfibios, 1.208 de reptiles, 1.267 de aves y 575 de mamíferos (Mittermeier, Myers y Mittermeier 1999, Myers y otros 2000).
Los bosques nubosos y otros tipos de bosques montanos húmedos han sido identificados como uno de los tipos de hábitat más amenazados en la región. Los bosques húmedos montanos albergan también los parientes silvestres y la reserva genética de muchos de los cultivos propios del «Nuevo Mundo», como papas, maíz y frijoles (Debouck y Libros Ferla 1995).
Los bosques ombrófilos tropicales de tierras bajas han sido motivo de especial preocupación en materia de conservación, pues constituyen el hábitat donde se concentra la mayor riqueza de especies de la región, y donde grandes extensiones de territorio se convierten a otros usos de la tierra. La región amazónica brasileña, que alcanzó a tener en el pasado un área forestada de 4 millones de km2, contiene el mayor bosque pluvial tropical del mundo.
Los bosques de la costa oriental de Brasil están considerados como uno de los hábitats en mayor peligro del mundo, razón por la cual es una de la más alta prioridades en materia de conservación de la diversidad biológica. Contienen 7.000 plantas endémicas y 779 vertebrados endémicos, que representan el 2,7 y el 2,1 por ciento del total mundial, respectivamente (Myers y otros. 2000). Sus principales amenazas provienen del desarrollo costero y de la tala, la agricultura y la producción de carbón incontroladas.
La Convención Internacional de Diversidad Biológica (CDB) ha tenido un papel importante en la elaboración de alternativas para responder a la pérdida de diversidad biológica. Mientras que algunos países han incorporado los objetivos de la CDB en una legislación general, otros lo han hecho por medio de leyes sectoriales.
El tráfico ilegal de plantas y animales es una de las mayores amenazas a la diversidad biológica en muchos países, incluido todo Latinoamérica. Es difícil medir el alcance de este tráfico ilegal y su impacto en las especies menos conocidas. Algunos cálculos sugieren, por ejemplo, que Brasil cuenta por el 10% del tráfico mundial en fauna y flora silvestres, evaluado en aproximadamente 10.000 millones de dólares por año. A pesar de continuos esfuerzos, entre los cuales se incluyen la elaboración e implementación de estrategias nacionales para controlar el tráfico ilegal, los registros policiales de incautaciones confirman que el tráfico ilegal de flora y fauna sigue siendo un problema generalizado (Government of Colombia. 2000; RENCTAS. 2000).

Diversidad Genética a Nivel Latinoamericano y El Caribe

Uno de los recursos estratégicos más importantes, y menos aprovechados de América Latina y el Caribe es su diversidad genética. En la Región habita el 40% de todas las especies de plantas y animales de bosques tropicales conocidos, más que en África o en Asia. Solo en Costa Rica hay más especies de aves que en toda Norteamérica; y varios de los bosques de América Tropical tienen más especies de flora que toda Europa.

Se calcula que hay más de 30.000 especies de plantas superiores que tienen usos conocidos en medicina, madera y otros productos industriales o alimentación, y falta aún evaluar el potencial económico de la mayoría de las especies. Hasta ahora sólo el 10% de las especies vegetales del mundo, y 1% de las especies animales, han sido sometidas a un examen «preliminar» para determinar sus posibles aplicaciones médicas o comerciales. En el futuro, se espera que las nuevas biotecnologías y otros avances tecnológicos permitan utilizar muchas especies que actualmente no tienen usos.
Colombia, con un 0,77% de la superficie del planeta, alberga 10% de las especies de flora y fauna mundiales (26% de las aves, 15% de las orquídeas). Brasil, con un 6,5% de la superficie planetaria, contiene un 22% de las especies de plantas superiores del mundo. De las 250.000 especies de plantas superiores identificadas hasta hoy, por lo menos 90.000 se encuentran en la Región. Si consideramos que por lo menos 10% de estas especies pueden tener usos medicinales, 10% para usos industriales y 15% para usos comestibles, habría 31.500 especies potencialmente útiles para ser aprovechadas en la zona tropical de América Latina.
Los campesinos latinoamericanos cultivan un enorme número de diferentes variedades de maíz, papa, frijol, yuca, camote, hortalizas, frutales, plantas medicinales y otras plantas titiles. Esa diversidad les permite proteger la producción de plagas y enfermedades, reduce los riesgos de fracaso de cosecha y permite una mejor adaptación a las condiciones locales. Además, junto con las variedades silvestres, tal variedad es fuente de casi todos los avances en el mejoramiento genético.

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Biodiversidad en Chile –

Ecosistemas y Áreas protegidas en Chile –

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Latinoamérica y el Caribe –

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Situación

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La situación de la biodiversidad en Chile, desagregada a nivel de recursos genéticos, especies y ecosistemas, con enlaces a sitios nacionales e internacionales que complementan la información.

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Biodiversidad en Chile

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En términos medioambientales, Chile posee dos características estructurantes: un gradiente latitudinal, que va desde los 18 grados hasta los 56 grados de latitud sur, y un gradiente altitudinal, que va desde fosas oceánicas de 8 mil metros de profundidad hasta los 7 mil metros de altitud en algunos puntos, lo que hace de Chile un país altamente heterogéneo en términos de las condiciones geográficas que permiten sustentar su diversidad biológica.

El patrón climático generado por ambos gradientes posibilita que Chile posea, a su vez, alguno de los sitios con menor precipitación del planeta y áreas con el mayor número de días lluviosos al año. En el mar también contamos con una gran diversidad de ambientes, desde fiordos, fosas y cañones marinos cerca de la costa hasta montes marinos cerca de islas oceánicas. Sin embargo, esta evidente diversidad de condiciones ambientales no necesariamente se traduce en una elevada diversidad biológica. En efecto, Chile presenta una de las menores diversidades específicas de fauna y flora silvestres en comparación con el resto de los países sudamericanos. En el caso de las aves, en Chile habitan algo más de 450 especies; no obstante, en Argentina coexisten sobre las 800 especies, en Bolivia y Perú sobre las 1.200 especies y en Colombia 1.721 especies. Situación similar ocurre con la diversidad de plantas angiospermas, en donde Chile posee sólo 5.300 especies, mientras países como Brasil sobrepasan las 55.000 especies (Conservación Internacional, 2005).

Unido a la presencia de ambos gradientes, Chile terrestre posee la curiosa característica del aislamiento, muy asimilable a una isla. Así, la parte terrestre del país está separada al este del continente por la cordillera de los Andes, al norte por el desierto de Atacama y de Tarapacá, y por el sur y el oeste, por el vasto Océano Pacífico, que en conjunción con la historia geológica del país, aparentemente habrían condicionado la existencia de especies extremadamente singulares para el territorio chileno, lo que otorga la país una condición de muy alto endemismo. Es así como en Chile, entre muchos ejemplos, podemos encontrar la queñoa (Polylepis tarapacana), único árbol que crece en forma natural a más de 4.000 metros de altitud. Otro ejemplo de alto endemismo son las Orestias, pequeños peces que se encuentran restringidos a los espejos de agua presentes en los salares del altiplano chileno, de las cuales se desconoce en gran parte su historia natural. Otro caso particular es el monito del monte (Dromiciops gliroides), que constituye una de las dos especies de mamíferos que son las únicas representantes de un orden completo (Microbiotheria). La otra especie exclusiva es el cerdo hormiguero africano, único representante del orden Tubulidentata (Wilson & Reeder 2005).

Para Chile, se han descrito alrededor de 30.000 especies (Simonetti y otros, 1995). Es decir, el equivalente al 1,93 por ciento de todas las especies descritas en el planeta, las que alcanzarían alrededor de 1,4 millones, según Wilson (1992). Chile es un país pequeño en superficie continental y pareciera ser que la magnitud de su biodiversidad refleja esta característica. No obstante esta limitación, aún falta el 98 por ciento de nuestras especies «chilenas» por descubrir y describir.

Si somos conservadores, la biodiversidad chilena tendría un potencial de descubrimiento de alrededor de 170 mil nuevas especies para los próximos años, las que probablemente en más de un 50% corresponderán a artrópodos. Este potencial de descubrimiento no es exagerado, si se tiene en cuenta que incluso animales mayores todavía no han sido descritos.

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