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Lo que hace falta para reducir el déficit de áreas verdes urbanas

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La Organización Mundial de la Salud (OMS), aconseja que haya un promedio de 9 m2 de áreas verdes por habitante. Sin embargo, nuestro país promedia cerca de 4m2. No sólo se trata de espacios que mejoran la calidad del aire, sino que tienen un vínculo directo con la percepción de seguridad de las personas.

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Tienen un impacto positivo en la salud, mejoran el desarrollo social de los habitantes del entorno, disminuyen las tasas de estrés, bajan los niveles de delincuencia y vandalismo, y elevan la percepción de seguridad. La presencia de áreas verdes cobra relevancia en la planificación urbana, sobre todo en momentos en que la edificación en altura se expande. Sin embargo, los expertos coinciden en el diagnóstico de que en nuestro país queda mucho por hacer.

De acuerdo con un estudio desarrollado por el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica, la realidad en las distintas ciudades del país es muy disímil. Mientras que en las ciudades de Magallanes el 93% de los habitantes tiene acceso a áreas verdes, en Antofagasta, el 90% tiene acceso prácticamente nulo.

“Se ha avanzado. Antes, la política de vivienda sólo se dedicaba a eso, resolver el problema de habitacionalidad en Chile. Desde hace algunos años, se entendió que esto no era suficiente, sino que tenía que estar inserta en un entorno que ofreciera oportunidades de bienestar para las personas. En ese sentido, los servicios e infraestructura del entorno han cobrado relevancia. Y, entre ellos se encuentran las áreas verdes”, dice Pía Mora, coordinadora del proyecto Ciudad con Todos del Centro de Políticas Públicas UC.

El Ministerio de Vivienda y Urbanismo creó la división de parques urbanos, lo que da cuenta de la importancia de este tema. Por ello es que el Minvu comprometió la entrega de 60 nuevos parques urbanos a 2018. “Esta es una de las medidas presidenciales que hemos tomado como un gran desafío dentro del Ministerio”, dice la ministra de Vivienda y Urbanismo (Minvu), Paulina Saball, agregando que esta medida apunta a uno de los ejes rectores del ministerio: la equidad urbana en el sentido de que no sólo mejora las ciudades, sino que redistribuye los bienes públicos.

A su juicio, las áreas verdes ocupan un espacio muy importante en nuestras ciudades ya que son lugares de integración social por excelencia y porque, además, cumplen un rol ambiental fundamental y los parques urbanos tienen la virtud de ser una extensión del espacio doméstico, donde, por ejemplo, los más pequeños encuentran un lugar para salir, jugar y aprender a sociabilizar con la libertad de estar en un lugar que le pertenece a todos.

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Una de las brechas a seguir trabajando se relaciona con la inversión para reducir el déficit de algunas comunas respecto a acceso. Por ejemplo, en Antofagasta, hay cerca de un tercio de la población que no tiene acceso a áreas verdes.

En ese contexto, países como Canadá han dado respuesta a través de propuestas que unen el espacio público con el privado. En Colombia, por ejemplo, una iniciativa pública buscó invertir en áreas verdes de colegios a cambio de que las áreas verdes de los establecimientos sean de uso público en algún momento del día. Así, se resuelve la necesidad sin usar un nuevo espacio para ello.

¿Cómo mantenerlas?

Pero no basta con la inversión para implementar nuevos parques. La mantención es otro de los grandes desafíos. “Es complejo para las comunas de menores ingresos comprometerse con las áreas verdes, sobre todo si se considera que son las que menos impuestos perciben. Hay estudios que hablan de que luego de dos años, hay muchas áreas que se pierden. Para un municipio pequeño esto puede significar la pérdida total de un espacio. Y esto va en desmedro de la calidad de vida de las personas que lo rodean”, señala Francisco de la Barrera, investigador del clúster de Planificación Integrada en el Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus). Añade que sería importante que existiera un mayor involucramiento con la comunidad para generar este tipo de espacios.

A nivel territorial, Pía Mora señala que uno de los grandes problemas para levantar información acerca del desarrollo a nivel nacional es que no hay datos disponibles de todas las comunas. “En muchos casos, se trata de municipios pequeños que tienen otras prioridades. Cuando apenas dan abasto para hacer frente a su gestión. Mientras más chica es la ciudad o localidad, más difícil es poder contar con información para el catastro”, añade Mora.

Desigualdad verde

La Organización Mundial de la Salud (OMS), aconseja un promedio de 9 m2 de áreas verdes por habitante. Sin embargo, sólo en comunas como Puente Alto se necesitan más de 4 millones de m2 de nuevas plazas y parques para cumplir con la recomendación internacional, a la que ni siquiera se acercan las ciudades en nuestro país.

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“Tenemos una gran carencia de parques, plazas, infraestructura y espacios urbanos a lo largo de todo Chile. Si bien, las autoridades han centrado la gestión en aumentar la cantidad de áreas verdes, también hay un tema de calidad”, dice Carlos Aubert, director ejecutivo en Fundación Mi Parque.“El déficit de las áreas verdes no es un problema que podamos solucionar de aquí a cinco años. Este es un trabajo de largo plazo, pero que debe ser pensado desde ahora”.

Sólo en Santiago se necesitan US$1.700 millones para conseguir la tasa recomendada por la OMS, según detalla un informe de la fundación.

“Pero no sólo se trata del acceso a áreas verdes, sino que es un reflejo de la desigualdad. Cuando se analizan las comunas que concentran este tipo de infraestructura, te das cuenta de que municipios como Vitacura, Providencia, La Reina, Lo Barnechea, Las Condes concentran una gran cantidad de hectáreas. Hoy incluso se habla de desigualdad verde”, señala Aubert.

Otra arista tiene que ver con la calidad de áreas verdes. “Es indispensable que se entienda desde el sector público la relevancia de las áreas verde, sobre todo para comunidades vulnerables. Ahí, la necesidad es mucho mayor”, dice Aubert.

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Los beneficios sociales tienen que ver con mejorar la calidad de vida de las personas. Una medición de IMTrust destacó que al desarrollar proyectos verdes participativos se obtienen cifras positivas: la basura disminuye 17%, aumenta 9% la percepción de seguridad, y los delitos observados disminuyen 12%. “No sólo se trata de tener árboles por tenerlos. Se trata de dar un sentido de pertenencia a las personas. De generar puntos de encuentro en que puedan relacionarse, conocer gente, liberarse del estrés: un estudio de la Universidad de Exeter afirma que vivir cerca de una zona verde produce una satisfacción mental sostenida en el tiempo, ayuda a evitar problemas mentales como depresión, estrés laboral o ansiedad”, enfatiza Aubert.

Pero estos parques también tienen un impacto medioambiental y económico. Por ejemplo, a consecuencia de su instauración en la ciudad se consigue la mitigación del efecto invernadero, además de disminuir el impacto que puede tener la lluvia en zonas determinadas al mantener los suelos permeables. “En definitiva, ayuda a generar resiliencia en los espacios urbanos”, enfatiza De la Barrera. Él advierte que hay que mirar de manera detenida las cifras. “Hoy el Parque Metropolitano es un pulmón verde que suma un gran porcentaje de áreas verde por habitante. Pero el contacto que estos tienen día a día con el parque es menor. Parámetros internacionales dicen que las personas debieran estar a cinco minutos caminando de una plaza y máximo a 15-20 de un gran parque. Eso en nuestro país no pasa con frecuencia”. Él enfatiza en que tal como es relevante el acceso a servicio, la cercanía con áreas verdes aumenta hasta 25% el precio de una propiedad.

“No se trata de emplazar grandes espacios públicos sólo para adornar las ciudades, sino de que las familias que habitan las distintas comunas se sientan felices y orgullosas del lugar donde viven, recuperando sus espacios comunes para el buen compartir de todos, sobre todo en aquellas comunas donde existen altos índices de vulnerabilidad socioeconómica”, enfatiza la ministra Saball.

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Fuente:Pulso
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