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LA LIBÉLULA, UNO DE LOS INSECTOS MÁS ANTIGUOS Y SORPRENDENTES DEL MUNDO ANIMAL

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Puede volar hacia adelante o hacia atrás en línea recta, subir o bajar en vertical, girar en el aire sobre su cuerpo, detenerse en mitad de la nada y flotar, alcanza una velocidad que equivaldría a 200 km/h. en un hombre… Y no es un helicóptero. Es uno de los insectos más antiguo, rápido y sorprendente del reino animal. Un prodigio de tecnología. Es la libélula, la pequeña reina del cielo que aún puede verse volar antes de que con la llegada del invierno muera.
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Las protagonistas de nuestra historia pertenecen al orden de los odonatos, que se dividen en dos subórdenes: zigópteros (caballitos del diablo) y anisópteros (verdaderas libélulas). Más de 5.000 especies de estos insectos sobrevuelan el mundo, con sus ocho centímetros de longitud y 11 de envergadura como medidas máximas en Europa, y sus hasta 500 huevos de puesta, que pueden tardar hasta cinco años en nacer.

El proceso comienza con la cópula. Las libélulas pueden volar unidas incluso durante este acto. Después, la hembra busca un lugar tranquilo entre la vegetación de algún riachuelo e introduciendo su abdomen en el agua (a veces en vuelo rasante) realiza la puesta. En ese momento comienza uno de los procesos más largos, intensos y arriesgados de la reproducción animal. Las ninfas, que miden apenas un milímetro cuando salen del huevo, comen con voracidad pequeños animales acuáticos.

Según las especies, pueden tardar hasta cinco años y 15 mudas ninfales intermedias en abrir su espalda y dejar el camino libre a un ser distinto: un insecto de largo abdomen, desproporcionados ojos, alas replegadas y apariencia viscosa. Sale de la funda inerte, se agarra con sus ganchudas patas a cualquier rama, extiende y ventila sus alas y, poco a poco, se lanza a un vuelo cargado de dudas. Este cambio de elemento, un periodo de tránsito conocido como etapa de emergencia, dura menos de 20 minutos en zonas templadas.

Los siguientes días los emplea en fortalecer sus alas y patas. Y en comer, por supuesto. Si sobrevive a la horda de depredadores de todos los tipos y tamaños ansiosos por comer insectos, a esta pequeña máquina de matar le quedan pocos meses de vida. Los aprovecha para reproducirse. Y la historia vuelve a empezar…

La libélula, cazadora incansable, tiene unos grandes ojos compuestos por mútiples lentes o facetas. De la parte delantera de su recio tórax salen largas y espinosas patas, y dos pares (anterior y posterior) de aerodinámicas alas de movimientos independientes. Estas alas, cruzadas de nervaduras y asentadas en poderosos músculos, la convierten en el más perfecto misil. Pero es su cabeza, dotada de unas mandíbulas de indescriptible forma, la que delata su condición de depredador.

Constantemente hambrienta, la libélula es un insecto carnívoro y letal, capaz de enfrentarse a enemigos que le doblan en tamaño y fuerza. Uno de los espectáculos más vibrantes que nos ofrece el mundo animal es la batalla, por supuesto a muerte, entre una libélula adulta y una mariposa que la supere en volumen y potencia. Lejos de ser peligrosa para el hombre, ya que carece de aguijón, se ha convertido en su colaboradora: su voracidad la lleva a comerse moscas, mosquitos, tábanos y otros insectos, en algunos caso dañinos (portadores de paludismo, fiebre amarilla…).

 Fuente/elmundo.es
 https://www.facebook.com/chiledesarrollosustentable.cl

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