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Áreas marinas protegidas para ponerse al día
Esta semana la zona costera de Juan Fernández y los fiordos y canales del sur de Chile dieron otro paso para entrar al régimen de protección y avanzar así en la meta de conservación del 10% de los ecosistemas marinos. En Pitipalena, además, la comunidad quiere administrar los usos del área marina.
“JUAN FERNÁNDEZ es conocido como la Galápagos del sur por la cantidad de especies endémicas, pero no tiene ningún tipo de protección”, se queja Julio Chamorro, representante del sindicato de pescadores del archipiélago. Su reclamo tiene asidero científico: los estudios del equipo que lidera Miriam Fernández, directora del Núcleo Milenio Centro de Conservación Marina de la Universidad Católica, concluyen que el número de especies que habitan en el archipiélago supera el de otros sistemas marinos protegidos, como Galápagos. Además, un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México clasificó el área marina que rodea al archipiélago entre los 11 sitios prioritarios e irreemplazables para la conservación marina a nivel mundial.
Ante la ausencia de una norma, los pescadores se han encargado de cuidar lo que tienen y desde los años 30 crearon sus propias reglas. “Nuestros abuelos fueron unos visionarios. Ya en ese tiempo, ellos devolvían al mar las langostas con huevos y hubo períodos en que incluso impusieron veda”, cuenta Chamorro. También rige un acuerdo para no usar redes de pesca. “Si las utilizáramos, sabemos que tendríamos 10 años de abundancia, pero sería pan para hoy y hambre para mañana”, agrega.
El escenario será distinto de aquí en adelante. El Consejo de Ministros para la Sustentabilidad, presidido por la ministra de Medio Ambiente, María Ignacia Benítez, se reunió el jueves para analizar las propuestas para la creación de tres nuevas zonas marinas bajo protección. Si bien las propuestas originales solicitaban Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos (AMCP-MU) para Juan Fernández (V Región) y Pitipalena-Santo Domingo (XI Región) y dos denominaciones para Tic Toc (X Región) -un AMCP-MU para la bahía y un Parque Marino para el sector que la rodea-, los ministros recomendaron dejar todo el sector como AMCP-MU.
“En esta primera etapa, preferimos que en Tic Toc todo tenga la misma categoría de conservación. Una vez quer tengamos más información podríamos estudiar una figura de protección más estricta”, comenta María Ignacia Benítez.
Las resoluciones del consejo dejaron satisfecha a la ministra. “Significa que logramos aumentar las áreas de protección marina, donde estamos bastante débiles”, agrega. En efecto, la firma de esos decretos es un paso necesario para cumplir el objetivo que se impuso el país cuando ratificó en 1994 la Convención de Diversidad Biológica, que acordó que al 2020 el 10% de los ecosistemas relevantes deberían estar protegidos. Aunque en la última década se han establecido tres Áreas Marinas Protegidas en Isla Grande de Atacama, Lafken Mapu Lahual y Francisco Coloane y el Parque Marino de Salas y Gómez, ese objetivo aún está lejos: menos del 5% del océano se encuentra bajo alguna figura de protección. Esto pese a que estudios recientes de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica determinaron que es necesario establecer 34 áreas marinas protegidas para lograr efectivamente preservar nuestra biodiversidad. Eso contrasta con lo que ocurre a nivel terrestre, donde cerca del 20% del territorio chileno funciona bajo un sistema de parques, reservas, santuarios y otros instrumentos de conservación. El mismo archipiélago de Juan Fernández es una muestra de ello: fue declarado Parque Nacional en 1935 y Reserva de la Biosfera en 1977 por la Unesco. Sus aguas, nada.
Los estudios dicen que, considerando peces e invertebrados, aproximadamente 30% de las 735 especies marinas reportadas en el archipiélago no están presentes en ningún otro lugar de Chile. Entre las más emblemáticas están el lobo de mar de dos pelos (Arctocephalus philippii) y la langosta (Jasus frontales). Pero la protección no sólo apunta a las especies. Los montes submarinos y sus ecosistemas también caracterizan a esta región. La ministra Benítez explicó que, si bien en Juan Fernández se aprobó una gran AMCP-MU, hay sectores de esos montes submarinos que quedarán con la categoría de parque para resguardar su biodiversidad.
A partir de esta declaratoria, lo que sigue es establecer una mesa de trabajo con actores públicos y privados para crear un plan de manejo y administración del área que determina qué se puede o no hacer. El alcalde Felipe Paredes explica que actividades que se debieran permitir son la pesca artesanal, actividades turísticas, buceo y deportes náuticos que no sean invasivos. “Lo que más nos interesa es fomentar la investigación para saber en qué medida estamos siendo eficientes en la explotación de los recursos”, concluye Paredes.
El mismo trabajo hay que hacer en las AMCP-MU Pitipalena-Santo Domingo y Tic Toc. La primera está ubicada en la desembocadura del río Palena. Aunque colinda con la bahía de Tic Toc, el límite regional separa ambos sectores y mientras Pitipalena pertenece a la Región de Aysén, Tic Toc es parte de la Región de Los Lagos. La propuesta de protección separa ambos lugares porque están en regiones distintas.
Pitipalena es una zona donde hay bastante actividad. Por ejemplo, el sindicato de Raúl Marín Balmaceda -pueblo de unas 400 personas- maneja áreas de explotación de mariscos. Existe un puerto desde donde salen barcazas que conectan con Puerto Montt y Quellón. Hay proyectos turísticos de la comunidad y de propietarios privados. Incluso, existen tres centros salmoneros instalados antes que se presentara el proyecto. Todos ellos tienen que convivir. “En ese lugar tendremos que desarrollar prácticas más amigables con el medio ambiente entre todos para no desentonar con el objetivo general”, dice Carlos Cuevas, ecólogo y presidente de la Fundación Melimoyu, que trabaja en el lugar desde hace 15 años.
El desafío es idear un modelo de administración para el área, que será encabezado por Fundación Melimoyu, con todos los actores involucrados en la toma de decisiones. “Lo que queremos demostrar es que podemos administrarla por nuestra cuenta. Estas áreas no necesariamente tienen que ser manejadas por un organismo del Estado y de eso hay ejemplo en otras partes del mundo. Además, se ha visto que, sin la participación de las comunidades, las áreas marinas costeras no funcionan, son de papel, porque la gente siente que se les niegan sus actividades y se les perjudica”, explica Cuevas. El objetivo, agrega, es que este modelo sea replicado en las áreas marinas que existen o se creen en el país.
Si bien en Tic Toc no hay asentamientos humanos ni productivos, se deben planificar las actividades de investigación y turismo, básicamente de avistamiento de cetáceos. Los que conocen el lugar cuentan que a sólo unos metros de la playa se puede ver en acción al delfín chileno (Cephalorhynchus eutropia) y al delfín austral (Lagenorhynchus australis). A menos de un kilómetro de la bahía en lancha se avistan ballenas azules y jorobadas. “Hay veces en que las orcas entran a la bahía y se acercan hasta a 150 metros de la orilla”, comenta Francisco Viddi, coordinador del Programa Marino de WWF Chile, organización que, junto al Centro Ballena Azul y la Universidad Austral (UACh), se unieron al trabajo de la Fundación Melimoyu. Además, recientes investigaciones con transmisores satelitales y boyas que captan sonidos acústicos revelaron cantos de ballenas incluso en junio. “Antes pensábamos que se quedaban sólo el verano”, agrega Rodrigo Hucke-Gaete, biólogo marino de la UACh.
Si las ballenas llegan tan cerca de la orilla es porque se trata de un sector de fiordos con profundidades que llegan a los 100 o 200 metros de la orilla y con un oleaje de poca intensidad. En estas condiciones, la diversidad marina está representada por la abundancia de krill, que explica la presencia de ballenas, los corales de agua y los bosques de algas. Un lujo que es necesario proteger.
Fuente: diario la tercera