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Borja Huidobro: «EN CHILE SE HACEN COSAS HORROROSAS»

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Es uno de los arquitectos nacionales más reconocidos en el mundo, un pintor de talento y un conversador exigente. En esta entrevista, con algo de locura y genialidad, habla de las ciudades feas del país, de la ambigüedad de los chilenos y de su amistad con Matta y Nicanor Parra.

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Lo que más le preocupa a la hora de terminar la entrevista a Borja Huidobro, el famoso arquitecto chileno, es qué voy a escribir si sólo ha dicho mentiras durante nuestro encuentro –se ríe de manera picarona, como si estuviéramos en una comedia del absurdo.

Al comenzar la entrevista no fue diferente: tanteando el terreno, a modo de prueba, comentó: “No sé qué quieres saber. Tengo 21 hijos ilegítimos y una legítima que se llama Claudia”. Había que leer entrelíneas y deducir que hablaba de sus edificios y de su única hija Claudia. Primera prueba superada.

Me habían soplado que tenía un humor muy particular y que lo mejor era seguir su juego, así que los 10 primeros minutos de conversación fueron de tira y afloja. Con varios silencios y muchos sonidos curiosos que después siguieron siendo parte de sus relatos. Dice “cocococo, tacacatata, papapa…” entre frases, mientras hace gestos con las manos y el rostro para enfatizar una idea.

Hace más de 50 años que se fue de Chile, después de haber estudiado Arquitectura en la Universidad Católica. Partió a vivir a París junto a su señora Michèle Duhart, con quien se casó en 1963, sin saber una palabra en francés, luego de desechar una beca para perfeccionar sus estudios en Harvard.

Durante varios años las vio negras, trabajó largas jornadas como dibujante en la oficina de André Gomis, donde se dio cuenta de que estaba “mucho más preparado” que sus compañeros. Fue en la capital gala donde decidió cambiar su nombre de Francisco de Borja García-Huidobro Severín, por Borja Huidobro. Algo parecido a lo que muchos años atrás hiciera el poeta Vicente Huidobro.

Fue en 1967, cuando realizaría un proyecto para el concurso de la alcaldía de Amsterdam, que no ganó pero que llamó la atención de los medios especializados, por lo hightech de la propuesta. En los ochenta, junto a Paul Chemetov, a quien conoció en la AUA (Atelier d’ Urbanisme et d’Architecture), logró conquistar a los franceses. Primero ganaron el concurso de la embajada de Francia en Nueva Delhi. Ya asociados, vencieron en el concurso para desarrollar el Ministerio de Finanzas, que tiene el rango de Palacio Nacional en París, que incluyó una parte enclavada en el río Sena. Suma y sigue: vuelven a salir primeros en el concurso para la restauración de la Galerie de l’Evolution, Museo de Historia Natural, además de la creación de bibliotecas, casas, etc. Todo ello explica que en 1989 fuera distinguido por el Presidente Mitterrand, como Caballero de la Orden de la Legión de Honor y nombrado Oficial de Artes y Letras.

Mientras en Chile participó en algunos concursos que no ganó (como el recordado y polémico Congreso en Valparaíso), tiene obras emblemáticas como las realizadas junto a Enrique Browne, entre ellas el edificio Consorcio Nacional de Seguros, en El Bosque, y los Juzgados del Crimen.

Del país nunca se ha desconectado del todo y está físicamente presente al menos cuatro meses al año. En enero y marzo trabaja a full en su oficina en la calle Don Carlos, en febrero toma vacaciones en el sur, y durante el año viene cada dos meses por 10 días a trabajar de lleno nuevamente. Dice que no hace mucha vida social ni recibe a periodistas. Está concentrado en hacer lo que más le gusta, que es pensar “cómo hacer que un lugar sea materialmente tan maravilloso como la Quinta Sinfonía de Beethoven, pero con volumen y gravedad”.

Lee todo los diarios, sabe todo lo que ocurre en Chile, se interesa por la política y por Santiago. Lleva años asociado a A4 Arquitectos (la oficina compuesta por Sebastián di Girolamo, Germán Zegers y Cristián Valdivieso): juntos han realizado edificios como Banmédica, Isidora 2000, Plaza de Los Ángeles, El Golf 2001, Corporativo BCI, además de una seguidilla de inmuebles ubicados frente al Club de Golf Los Leones en la calle Presidente Riesco. Lo último son dos espectaculares edificaciones destinadas a educación superior: una es la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, y la otra el edificio institucional de la Universidad de los Andes.

Este hombre de 78 años, Premio Nacional de Arquitectura 1991, tiene anécdotas e historias para varios libros, pero no se entrega con cualquiera. Hay que entender su humor: “A Condorito lo encuentro de lo más fome, tengo algo de humor negro y algo de mal genio”, explica, mientras se ríe con cara burlona. Después de esa indicación, Borja Huidobro se abrió y detalló pasajes de su vida que nunca había contado en una entrevista.

– Hace poco escuché que los arquitectos se saludan de esta manera: ¿cómo está tu ego?
Algo así, la verdad es que el ego de los arquitectos se puede medir según el auto que te compras y la cantidad de asientos que hay para atrás. Ahora según tu ego, el auto es más corto o más largo –sonríe.

– ¿Y cómo es el auto de Borja Huidobro?
Es un tren con muchos vagones, yo voy en la sala de máquinas –se ríe a carcajadas.

– ¿Cree que le falta que le otorguen el Pritzke (considerado el Nobel de la arquitectura)?
Si me dan el Pritzke, yo feliz, pero ningún premio te trae nada. No creo que me lo vayan a dar a esta edad que tengo yo.

– ¿Sabía qué hace unos días cambiaron parte del nombre de avenida Larraín por avenida Alcalde Fernando Castillo Velasco?
Me parece muy bien, fue un muy buen profesor mío.

– También le cambiaron el nombre a varias calles por el de algunos jugadores de la selección chilena.
¿De los muertos?

– No, los que jugaron el Mundial, como Alexis Sánchez, Charles Aránguiz, etc.
Pero no ganaron nada. ¿Por qué pusieron sus nombres a un par de calles? Eso es para gallos, como O‘Higgins o Carrera que ganaron, no para estos cabros. Apenas llegaron a octavos de final. ¡Ay, qué bueno! –aplaude con ironía–. Ésta es una parte de Chile que me carga.

– Entonces, ¿qué parte de Chile le gusta?
El paisaje, porque todo lo que hace el hombre es re feo. Chile tiene un culto por lo feo y no lo digo yo, sino un poeta chileno del siglo XIX. No se trata de que me sienta más culto que el resto, pero yo pienso lo mismo que este poeta, no soy autor de la frase. ¿Quién sabe en este país de historia de Chile? Nadie –dice, sulfurado, moviendo los brazos y con los pómulos incendiados.

– ¿No cree que se puede mejorar?
Mire, encuentra saaalvaje todas esas torres que hicieron en Viña del Mar y en Valparaíso tatatatattta. Eso es culto a lo feo.

– ¿Es producto de que la gente que toma decisiones tiene mal gusto o se trata de un problema de educación?
Creo que es por falta de cultura más que por educación. Mire, Kant señalaba que la belleza es un momento flash –castañea los dedos–: no tiene criterio. Lo feo es el efecto de nuestro disgusto frente a las cosas.

– Alguna vez dijo que la única manera de arreglar Santiago era tirándole una bomba atómica. ¿Aún lo piensa?
Claro que sí. Las ciudades deben plantearse de manera más armoniosa que el caos que estamos viviendo. El paisaje de Chile es maravilloso, pero las ciudades hay que tragárselas, usted va a Puerto Malo (Puerto Montt), va a Angelmó: es horroroso lo que han hecho allá.

– Ahora se plantea derribar un edificio histórico en el centro de Santiago, ¿a qué responde ese culto a destruir?
Es un conjunto de cosas: primero, no sé quién da el pase para construir, no sé quién maneja el concepto de cómo puede ser la ciudad a futuro. En Chile se van haciendo las ciudades poco a poco, vivimos el instante. Al ser un país donde tiembla horrorosamente cada 10 años, la gente quiere las cosas ahora, porque puede que mañana no vaya a existir. Y todo lo que invertí se fue al hoyo. Entonces, cómo conjugas eso con una planificación a futuro, es difícil. En cambio, el paisaje se adapta.

– Con el crecimiento imparable de la capital, ¿cree que en un futuro Santiago se extienda hasta Valparaíso?
Claro, estoy seguro: lo llamo la cintura de Chile, ya que une el mar y la cordillera, lo mismo puede pasar con otras ciudades. Hay puntos que parecen broches urbanos porque pueden abrazar, por ejemplo de Concepción a Talcahuano. Si lo expandimos, Chile se convierte en cinturón, broche, broche, cinturón.

– Usted participó en el concurso para realizar el Congreso Nacional y sacó el segundo lugar, justo en un momento en que le iba muy bien en Europa, ¿le dio rabia?
El proyecto lo hicimos con Jorge Figueroa. Era de altura baja en la parte plana del puerto para mantener el skyline. Bueno, me dicen que salimos en segundo lugar, voy al Club en Valparaíso, y veo la torre que ganó, el mío, y los siguientes proyectos eran: torre, torre, torre, torre. Y pienso: eso jamás en la vida pasa en un concurso. Nunca. Usted ve una torre que gana, luego un edificio bajo y después sólo torres, es raro.

– ¿Preguntó qué había pasado?
No, pero se sabrá que con los años, las lenguas se desatan. Le voy a contar algo de lo cual no tengo ninguna certeza, porque no tengo pruebas, ya que suceden en un círculo cerrado. Me contó una persona que estaba presente, que después de haber deliberado y dado a mi proyecto como ganador, vino un caballero del más alto rango del Ejército, quien miró todos los proyecto, vio cuál era el más militar, tomó el quinto proyecto de torre y lo ubicó delante del mío. Y ahí la discusión se acabó. Gusto militar, de un militar. Esas cosas pasan, aquí y en la quebrada del ají.

– En una entrevista, dijo que después de haber realizado el Ministerio de Finanzas y el Museo de Historia Natural, difícilmente iba a ganar otro concurso público.
La historia es así. Estaba en la casa de un tipo importante de la administración de Mitterrand. Él es amigo mío y me dice: “Oye supe que te presentaste para el concurso de la biblioteca. Mira, hiciste Finanzas y el Museo con Mitterrand, ¿no te basta huevón? Si abrimos los sobres y vemos que tú ganas, lo cerramos y se acabó”. Respondí: “Eso es un abuso, porque es un concurso público. Entonces, ¿el que gana Roland Garros no puede ganar el Open de Estados Unidos, ni siquiera se puede presentar? ¿Eso es lo que me estás diciendo?” A lo que responde: “Si quieres tómalo así, pero ya te di la respuesta”. Levantó los hombros. Y fin del tema.

El país de las urgencias

La mayor parte de la infancia de Borja Huidobro transcurrió en el fundo El Oliveto, cerca de Talagante. Después, con su familia se trasladaron a Santiago para estudiar Humanidades en el colegio San Ignacio y luego fue el turno de la Escuela Naval. De ahí Arquitectura en la UC, para finalmente comenzar a trabajar en París. Desde entonces, su carrera no ha parado con edificios realizados con sus dos oficinas, en países como China, India, Emiratos Árabes, Estados Unidos…

Inquieto, Borja Huidobro puede demorar años en el estudio de sus proyectos, así lo demostró en la Grande Galerie de I’Evolution para el cual se reunió con científicos, biólogos, zoólogos, para entender las necesidades de cada una de las especies que habitan en este espacio de 6 mil metros cuadrados que parece un arca y que tiene 5 niveles.

– ¿En qué se inspira?
Me gusta la filosofía, la física cuántica, la música, tengo muchos intereses y la gente de A4 también. De repente aparecen proyectos que están imbuidos de todas estas cosas, y la gente piensa que estamos locos totales. Por ejemplo, la fachada entera de un edificio que estamos construyendo está basada nada más que en una discusión seria y profunda acerca del hecho de que el fotón es onda y corpúsculo y puede producir irisación. Partimos con una reunión en la oficina, después nos trasladamos a almorzar, lanzamos ideas, bosquejos, para ello los manteles son bastante serviciales, y seguimos hasta que llegamos a la fachada. Creo que la gente que nos vio pensó que estábamos locos.

– ¿Se interesa por la política?
Conozco un continente que no es político para nada. Es blanco: allí viven los pingüinos, caminan uno tras otro y no tienen cámaras. Todos los países cuando están mal y hay desempleo, la gente opina, eso es política. Cuando todo anda regio, nadie dice nada. Chile es el país de las urgencias, desde que tengo uso de razón las prioridades son salud y enseñanza superior.

– ¿Se imagina qué habría pasado si su padre hubiese logrado convencerlo para que se presentara de candidato a diputado?
Estamos hablando de los años 50, cuando el peón votaba por quien le indica el patrón. Mi padre tenía los votos y me dice que estaba listo para que fuera diputado. Yo le respondo: “Por qué partido”. Y me dice que por el conservador. A lo que le dije: “Ah, lo dejo, se equivocó. Hasta luego”.

– ¿Qué le parece la Presidenta Bachelet?
Regio, se le viene dura. No hay que olvidarse que no es la primera vez que llega al poder. Durante la campaña hizo promesas y ahora tienen que tomar cuerpo y eso es bien jodido. Cuenta con gente excelente como Arenas y Peñailillo. Ahora, me parece que Chile tiene una estupidez de grado mayor y es que los gobiernos duran 4 años, pero nadie hace nada para cambiarlo.

– ¿Algún gobierno chileno le ha pedido asesoría?
Sí, pero no han durado mucho. Quizás yo soy muy bruto para decir las cosas. En Chile son incapaces de decir sí o no de frentón. En Francia te dicen ándate a la mierda o no. Aquí intentan ser diplomáticos. El chileno te dice: “nos estamos viendo”, pero no sabes cuándo. Yo vivo en Francia hace 50 años y tengo una carga histórica de 2 mil años por un lado, y 200 años por el otro, que es cuando a Pedro de Valdivia se le ocurrió fundar Santiago. Es imposible comparar, son distintos. •••

Matta y Nicanor

– Claudia, su hija, estuvo casada con el hijo de Matta.
Me reía harto con Matta, me encantaba. Hablaba al margen. Y si usted no lo podía seguir, fregó. Cruzaba palabras y situaciones. Nunca me atreví a decirle “compadre”, porque él era amigo de mi mamá. Y cuando mi hija se casó con uno de sus hijos, había una generación entre nosotros. Entonces, yo no le decía consuegro como se usa en Chile, lo llamaba con-abuelo ¿hola con-abuelo cómo estai?

– Matta nunca quiso volver a Chile. ¿Sabe por qué?
Matta me decía: “Para qué voy a ir a Chile. Toda la gente que conozco está muerta, yo tengo una visión de Chile de un Chile que ya no es el mío. Y si hay 40 personas que van a saltar arriba mío porque me llamo Matta y quieren conocerme, bueno que se vengan para acá y me conozcan acá. Tengo una visión de Chile de esa época, me la guardo, no quiero tener otra”.

– Bueno, ni Parra que está en Las Cruces viene a Santiago.
Si tiene 100 años, ¿para qué va a venir? Cuando me encuentro con Parra me río bastante.

– ¿Dónde lo conoció?
Tengo una casa de campo a una hora de París y unos documentalistas llevaron a Parra para allá. Ellos creían que si nos juntaban iban a salir chispas, me refiero a grandes temas e importantes discusiones, y no pasó nada. Hablamos dos tonteras cortas. Los tipos estaban desesperados. Y cuando se iban caminando hacia el auto, Parra me dice: “Los cagamos”. Y le respondo: Los cagamos.

– ¿Y después se vieron?
Me tocó ir a unas comidas en casas de gente muy pituca a la que me invitaban porque Parra iba a hablar, pero me advertían que era él el que hablaba y que no se le podía interrumpir. Cuando nos encontrábamos me decía: “Qué bueno que estai aquí”. Y terminábamos conversando o en grandes discusiones. Una vez sacó un escrito de 4 páginas contra Vicente Huidobro, que era para morirse de la risa. Le dije a Parra que me tenía que dar una copia del escrito y lo pasamos regio.

Por Vivian Berdicheski
Fotos: Verónica Ortiz

 Fuente/capital
 https://www.facebook.com/ChiledesarrollosustentableCDS

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