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Parque y reservas nacionales en la Región de La Araucanía: Incendios afectaron a la mitad de China muerta y a un 0,1% de conguillío
Ya no hay fuego en el Parque Nacional Conguillío ni en las reservas China Muerta y Ñuble. Esto ha permitido a las autoridades y técnicos de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) hacer una evaluación preliminar del impacto real de los incendios que sufrieron durante casi dos meses.
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«Están completamente controlados y bajo ninguna circunstancia podrían revivir porque ya empezó la época más fría», explica a «El Mercurio» Andrés Meza, gerente de áreas protegidas de Conaf.
Los incendios más grandes se prolongaron por más de un mes. El de la Reserva China Muerta, en la Región de La Araucanía, se inició el 14 de marzo y se controló el 6 de abril, mientras que el de Conguillío, en el sector Marsella (colindante con el anterior), comenzó el 6 de marzo y su extinción solo se consiguió el 21 de abril. En tanto, el de la Reserva Ñuble, en la Región del Biobío, que afectó a los sectores de Las Perdices, Las Águilas y Los Peucos, partió el 24 de febrero y no pudo extinguirse sino hasta el 20 de abril.
En cuanto a la superficie afectada, según los datos de la Conaf, el más agresivo fue el de China Muerta, que involucró 6.599 hectáreas de un total de 12.825, es decir, más de 50%, de la reserva.
En cambio en el Parque Nacional Conguillío el fuego pasó solo por 62 de las 60.832 hectáreas del parque nacional. En Ñuble, el incendio afectó a más del 8% de la reserva, es decir, 4.579 de sus 55.948 hectáreas.
«Hay que distinguir entre la superficie afectada, o sea, por donde pasó el fuego, y la realmente dañada, es decir, las especies que se perdieron, calcinaron, desaparecieron de la faz de la Tierra», aclara. «Solo después del período vegetativo, entre octubre y diciembre, vamos a saber cuántos ejemplares están vivos o muertos, si se secaron o no».
En el caso de las araucarias de China Muerta y Conguillío, de 22 mil hectáreas posibles de dañar, el fuego afectó a unas 4.500, que equivale a menos de un cuarto (25%) de ellas. «Es probable que el daño real sea incluso sobre una superficie menor. Lo más probable es que un buen porcentaje se salvó porque el fuego pasó rápido o la intensidad calórica fue menor.
«La araucaria tiene una historia antigua, asociada incluso con erupciones volcánicas, por lo que es una especie que tiene una resiliencia importante al fuego, dice Andrés Moreira-Muñoz, botánico y geógrafo de la Universidad Católica de Valparaíso. «Localmente, el fuego pudo tener efectos relevantes, pero en algunos casos puede haber sido solo superficial».
Hay todo un equipo técnico con apoyo de académicos que ya se está preparando y que irá a terreno. El 19 de mayo habrá un taller para compartir la información y el plan de trabajo.
El área por la que pasó el fuego también incluía raulíes, coigües y lengas. «En esos bosques hay miles de especies de todo tipo asociadas, de flora y fauna. «No se han encontrado vestigios de animales muertos porque las prospecciones están recién empezando, reconoce Meza.
Al menos en la reserva Ñuble no murieron huemules. «Nuestra mayor inquietud es que hubiera habido daños significativos a sus hábitats primarios o secundarios, pero el fuego fue menor de lo que pudo ser porque logramos confinarlo a áreas de menor importancia». Eso no significa, aclara, que la dinámica de la especie no se haya visto perjudicada de alguna forma. Solo podrán saberlo en el futuro.
Es optimista. «El fuego ha estado presente en esta parte de la cordillera con más frecuencia de lo que imaginábamos. Lo que pasa es que hemos tenido un largo tiempo en que no se había presentado y nos convencimos de que no existían incendios naturales en Chile, pero ahora hemos detectado, especialmente este verano, un número importante de incendios provocado por tormenta seca de rayos. Estoy convencido, por eso, de que la respuesta del ecosistema no será del todo catastrófica en toda la superficie afectada».
Un impacto a distinta escala
El paso del fuego afecta a dos niveles, explica José San Martín, biólogo e investigador del Instituto de Biología Vegetal y Biotecnología de la Universidad de Talca. «A nivel del suelo quema la hojarasca y las materias minerales. Las transforma en cenizas minerales, que se hacen solubles con la lluvia y fácilmente movilizables».
El otro ataque, dice, se produce a nivel de la biomasa aérea porque se combustiona toda la maquinaria que hace posible la fotosíntesis, es decir, la planta, la hoja, el tallo y la rama.
En cuanto a la fauna, hay todo un microcosmos que no se ve, hongos, bacterias, que mineralizan lo que se acumula de la descomposición de las plantas y forma materia orgánica. También desaparecen los insectos trituradores de material vegetal. «No tenemos datos de cuánto demora en recuperarse esa biodiversidad, por lo general, solo preocupa lo macro».
Fuente/diario.elmercurio https://www.facebook.com/ChiledesarrollosustentableCDS #medioambiente #incendiosForestales