Opinión
La ilusión del Litio
Entre las costras de los salares de Chile yace una incógnita. El litio, eterna promesa que el gobierno espera licitar durante este año, se aloja en su salmueras esperando por un boom de los autos eléctricos. El Ejecutivo anunció hace un mes medidas para aumentar su explotación con nuevos actores. Sin embargo, el interés por este mineral contrasta con las dudas que siembra.
Por Juan Pablo Garnham y Jorge Isla
A fines de la década de los sesenta, el geólogo Guillermo Chong se adentró en un terreno que, hasta ese momento, permanecía virgen. El salar de Atacama y sus tres mil kilómetros cuadrados -más de cuatro veces la superficie del Gran Santiago- no tenían los caminos, las tuberías de agua y, lo más importante, las piscinas en distintos tonos de azul donde hoy el litio se procesa. Eran prácticamente sólo costras de sal, verdaderas espinas gigantes que se levantaban de la tierra y que los obligaban avanzar apenas seis kilómetros por día. «Dos semanas nos duraban los zapatos caminando por ahí», recuerda.
Pero el esfuerzo de Chong y otros tres geólogos valió la pena. «Encontramos que el contenido de litio no sólo era comercial, sino que era tan alto que superaba el de los lugares donde en esos momentos se explotaba el mineral», dice el investigador, desde su oficina en el Museo del Desierto de Atacama. Y no se equivocó: la cantidad y la calidad del litio encontrado serían tan buenas -y de tan bajo costo de producción-, que en los 80 terminarían haciendo quebrar a las empresas que extraían y comercializaban este mineral en Estados Unidos.
Hasta el día de hoy, ése es el descubrimiento que tiene a Chile como el mayor productor de litio a nivel mundial, con reservas totales que se estiman en 7.500.000 de toneladas, más de la mitad del total mundial.
El poblado de Peine, al sur del salar de Atacama, es uno de los que viven de esta industria. Originalmente una villa agrícola, hoy este pueblo de 400 habitantes depende en gran parte de la planta que la Sociedad Chilena de Litio tiene a 25 kilómetros. El 80% de los funcionarios de la empresa provienen de esa localidad, donde la compañía (filial de la multinacional Chemetall) instaló su campamento y construyó los sistemas de agua y electricidad con los que el pueblo hoy funciona. Sin embargo, la comunidad siente que no la han incluido en la discusión del desarrollo minero local. «El Estado chileno partió al revés en este tema: debería preguntarnos a las comunidades primero. Nosotros somos los que nos llevamos el impacto social de estos proyectos», dice Ramón Torres, dirigente atacameño de Peine.
Torres se refiere principalmente a los cambios que vienen en la industria. Hasta hoy, la regulación no ha hecho posible aumentar el número de yacimientos y los actores en este mercado. En 1979 se declaró al mineral como inconcesible debido a su uso en el proceso de creación de energía nuclear por fusión. Quienes hoy lo explotan -la Sociedad Chilena de Litio y SQM- arriendan las concesiones de propiedad de Corfo, que provienen de esa época.
Luego de los descubrimientos del equipo en el que participó Chong, se hicieron estudios de factibilidad y la Corfo se hizo de las propiedades mineras del salar. En 1975, poco antes de que se declarara el litio inconcesible, la estadounidense Foote Mineral firmó un convenio para explotar el mineral y nueve años después, a través de la Sociedad Chilena de Litio, comenzó a extraerlo. La empresa después sería vendida hasta llegar a manos de Chemetall, cuyos dueños son Rockwood Holdings, de Estados Unidos. A su vez, el gobierno de Pinochet vendió otra parte de los derechos mineros a la estadounidense Amax, quien terminaría vendiendo éstos a SQM, la que comenzaría a explotar el salar a principios de los 90. Los contratos de ambas empresas son limitados por cantidad de toneladas y en el caso de SQM también por el tiempo, ya que caducaría en 2030.
Este año, a principios de febrero, el gobierno anunció que reformaría este régimen a través de un sistema de contratos especiales de operación (CEOL), que entregarán derechos de explotación por cien mil toneladas durante veinte años. Las autorizaciones se darán sin una asignación geográfica y a quien haga la mejor oferta en términos de dinero. El fisco recibirá, además del pago del contrato y de los impuestos, el 7% de las ventas anuales. «Esto significaría recaudar cerca de US$350 millones por proyecto», dice Pablo Wagner, subsecretario de Minería, quien espera concretar la primera licitación durante este año. Sin embargo, la apertura a nuevos actores es sólo una de las interrogantes que quedan por resolver.
Contra el tiempo
Por décadas, la idea de ver a Chile como una futura «Arabia Saudita» en un mundo de autos eléctricos con baterías a litio se ha apoderado del imaginario de académicos, empresarios y políticos. Pero esto ha formado parte más del discurso que de la acción, según consideran algunos expertos. «A principios de los 80, después de hacer mi doctorado, estaba dedicado a investigar en litio. Pero ante el desinterés que vi a nivel general, me cambié de industria. Tuve toda la razón porque en 20 años no ha pasado absolutamente nada», enfatiza Gustavo Lagos, director del Centro de Minería UC.
Así y todo, Lagos comparte el diagnóstico dentro del ámbito minero: Chile está en un momento expectante, en el que arriesga perder su sitial como el mejor productor de bajo costo. «Australia nos va a pasar y puede que China también. Así, bajaremos a una posición secundaria, con reservas interesantes, pero sin desarrollos prácticos, mientras todos los grandes productores de autos tienen algún modelo eléctrico basado en baterías de litio», advierte.
Un cambio global que reflejan 90 proyectos nuevos a nivel mundial. «Diez de ellos tienen probabilidades concretas de ejecutarse compitiendo con nosotros», indica la gerente general de la consultora SignumBOX, Daniela Desormeaux. «Sólo en Argentina hay un par que ya están en fase final de desarrollo para iniciar producción en los próximos dos años, con lo que Chile perderá su primer puesto». Aunque esto aún no se refleja en la demanda actual -que llegó a 140.000 toneladas de carbonato de litio en 2011, 12% más que el ejercicio anterior-, Desormeaux anticipa que ésta se disparará fuertemente desde 2015 y para 2025 las expectativas de consumo serían de 498 mil toneladas del material.
Con este cuadro, el subsecretario Wagner refuerza sus argumentos: «El mundo se está moviendo y si no hacemos nada, nuestro actual 41% del mercado -que ya significó una pérdida de 10 puntos-implicará que bajemos a 20% en el 2020. O tomamos esta oportunidad o la toman otros».
Las críticas a la licitación
La apuesta del gobierno por los CEOL todavía tiene un largo camino. Tras el anuncio del mes pasado se levantaron múltiples críticas, no sólo en el frente político desde la Concertación -los senadores Isabel Allende, Juan Pablo Letelier y Alejandro Navarro han denunciado una «privatización encubierta»-, sino también reparos por parte de expertos y de profesionales que asesoran a la industria.
Mientras Gustavo Lagos pide una fórmula que logre convocar a la brevedad a «empresas con capacidad financiera, tecnológica y ambiental con reglas del juego parejas y transparentes», el gerente general de la consultora DMO Minerals, Felipe Valenzuela, resalta que la clave es que los equipos del gobierno a cargo «dispongan del tiempo necesario para evaluar y precisar todos los aspectos, como es gestionar la inclusión (o exclusión) de las concesiones mineras vigentes en los proyectos o zonas que se liciten de las fórmulas de selección de los postulantes».
Otros son más escépticos sobre la capacidad del Ejecutivo de evitar caer en situaciones de discrecionalidad en la negociación de las cláusulas de los contratos con las empresas. «Soluciones como los contratos de operación son más fáciles y rápidas, pero no cuentan con una regulación detallada», puntualiza el socio del estudio Vergara y compañía, Winston Alburquenque, quien asevera que los CEOL «no resuelven el problema de fondo en una industria nueva que requiere certezas, como la que aportaría la generación de títulos semejantes a los usados en otros recursos naturales».
Mientras crece el debate, las empresas e inversionistas ansiosos por irrumpir en el negocio del litio vía contratos toman posiciones. Con distintas pertenencias en salares del norte, entre los interesados figuran las canadienses Lomiko Metals y Salares Lithium (fusionada con la australiana Talison); las estadounidenses Pan American Lithium y Mammoth Energy Inc. y la chilena Minera Copiapó, ligada a Francisco Javier Errázuriz. En este grupo con alta presencia de mineras junior -que buscan financiamiento de terceros y ofrecen acciones a inversionistas de riesgo-, una de las más activas es Li3 Energy, que recientemente se asoció al grupo coreano Posco. «En este proyecto de litio y potasio con un horizonte de inversiones por US$ 250 millones, en Maricunga ya hemos gastado más de US$ 50 millones. Y en las próximas semanas vamos a anunciar nuevas inversiones, entre US$ 20 millones y US$ 30 millones, destinadas en su mayoría al litio para una planta piloto y estudios para producir en 2014», informa el CEO de la firma, Luis Sáenz. Y agrega que tienen previsto comprar más terrenos en Maricunga «para consolidar posiciones» y opciones en otros salares.
No menos intensas son las gestiones de grandes grupos japoneses y coreanos como Mitsubishi, Sumitomo, Toyota, Hyundai y Samsung, para establecer alianzas de largo plazo.
Por su parte, los actores que hoy dominan el negocio son cautos. Ambas compañías sólo respondieron a Qué Pasa a través de comunicados institucionales. Sobre la fórmula propuesta por el gobierno, en SCL se limitan a valorar las reformas: «Éstas proyectan el negocio en la línea de garantizar la oferta a nivel mundial», subrayan. En SQM, por su parte, afirman que sus preocupaciones van en la dirección de un cambio más profundo. «No se debe categorizar al litio como un mineral estratégico, simplemente porque no tiene sentido. Es un mineral muy abundante y altamente distribuido en el mundo, por lo que más de una decena de países tienen importantes recursos que pueden explotar sin restricción», afirman. «Si Chile decide seguir con las limitaciones a la extracción de litio, muy posiblemente irá perdiendo el liderazgo que hoy tiene».
Vivir del litio
Los líderes de las comunidades atacameñas tienen un hábito. Todas las semanas revisan sagradamente el Diario Oficial. Lo que buscan son nuevas peticiones de derechos de aguas subterráneas en la zona. «Hoy los derechos concedidos son mayores que la cantidad de renovación de aguas que tiene el salar. Si la minería decidiera explotar todos los derechos que tiene, nosotros nos secamos», dice Julio Ramos, quien fue presidente del Consejo de Pueblos Atacameños entre 2008 y 2010.
En el caso del litio, hay conciencia de que el impacto no es tan fuerte como el que tiene la minería del cobre. «Pero el problema del litio es que no se sabe muy bien cómo va a impactar en las cuencas», dice el abogado Alonso Barros, quien ha asesorado por veinte años a los atacameños. El sistema hídrico del salar está conectado con las áreas de regadío y pastoreo de las zonas aledañas y, además, con áreas protegidas, como bofedales y humedales. La Laguna Chaxa, en la Reserva Nacional Los Flamencos, es uno de éstos.
En Conaf explican que, según sus monitoreos, el desarrollo del litio no ha afectado a la flora y a la fauna. Sin embargo, hay una sensación de desconfianza entre los atacameños frente a la minería, que se extiende también al efecto que podría causar en el turismo. De hecho, en la comuna de San Pedro de Atacama la única actividad minera son los yacimientos de SQM y la Sociedad Chilena de Litio.
La alcaldesa Sandra Berna rechaza de plano la existencia de nuevas plantas en el salar: «Yo creo que con las dos que tenemos ya es exceso. No pueden venir más». El problema es que las actividades mineras afectan la «postal». Desde las zonas más altas, como el poblado de Socaire o el de Peine, es posible ver en el horizonte las faenas. Ahí se bombea hacia la superficie el agua rica en minerales que se aloja en las profundidades del salar. Estas salmueras son depositadas en piscinas rectangulares para que el sol haga su trabajo, evaporando el agua y dejando las sales. Los minerales resultantes se separan, obteniendo litio, que reposa esperando su exportación.
«Va a ser complejo el desarrollo de la industria del litio por dos elementos: el daño ambiental y la licencia social, es decir, el impacto en las comunidades locales», dice Alonso Barros. Varios de los salares a los que podrían apuntar los inversionistas se encuentran en zonas que los pueblos atacameños reclaman como propias. Otras zonas de interés incluyen áreas como los bofedales en el salar de Aguas Calientes, que son protegidos por la ley chilena.
El gobierno ha establecido que 48 salares podrían ser de interés para inversionistas y que al menos diez han comprobado tener niveles de litio dignos de ser tomados en cuenta. Para Guillermo Chong, sin embargo, ninguno es como el de Atacama en cuanto a la calidad y cantidad. «Las leyes de otros salares son cinco o seis veces menores que en el de Atacama», dice el geólogo. Esto lo obliga a ver con escepticismo la rentabilidad futura de estos proyectos. «Dadas las exigencias de las normas legales, la competitividad del mercado y las leyes de litio que tienen estos salares, a mí me parece que no se va a empezar a explotar ningún yacimiento en Chile», comenta.
Sin embargo, ya hay al menos un candidato que tratará de demostrar lo contrario: la empresa taiwanesa Simbalik, que posee una concesión en el salar de Maricunga otorgada antes de 1979. Recién a fines del año pasado la minera obtuvo su permiso de explotación y hoy trabajan en concretar un proyecto antes de seis años.
Los otros actores deberán esperar el trámite que realiza el Ministerio de Minería. En estos momentos trabajan en la aprobación de las bases de la licitación en la Contraloría y luego realizarán road shows en Chile y el extranjero para atraer inversionistas.
Mientras tanto, lejos de toda la discusión y los planes, los pueblos atacameños de San Pedro, Toconao, Socaire y Peine descansan aparentemente silenciosos. La gente está más preocupada de las recientes lluvias, que cortaron caminos, afectaron cosechas y ahuyentaron a los turistas. Saben que los salares seguirán ahí, como parte vital de su vida productiva, pero la pregunta es cómo y la respuesta es difícil. «Tenemos dos actividades que compiten por espacio y por forma de trabajar: una es la minería y la otra es el turismo», dice Julio Ramos, «y el problema es que no son muy compatibles».
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Desarrollo Sostenible
¿La Sostenibilidad se está estancando?
El Foro Económico Mundial (WEF), junto a Accenture, publicaron su informe anual sobre transición energética global, y la noticia es clara: el mundo atraviesa una fase de desaceleración. Pese a esto, no significa que la sostenibilidad esté muriendo. Todo lo contrario: los fundamentos que la sostienen son más sólidos que nunca.
El estudio «Fostering Effective Energy Transition 2025» muestra que el progreso hacia sistemas energéticos sostenibles, seguros e inclusivos se ha estancado por tercer año consecutivo. Las emisiones globales siguen altas, y las brechas entre países desarrollados y emergentes se amplían. Pero también deja señales inequívocas de que la transformación no se detuvo: los marcos regulatorios se siguen endureciendo, el financiamiento climático crece, y las cadenas de valor globales demandan trazabilidad, eficiencia y resiliencia.
La sostenibilidad no retrocede, se redefine
En 2025, hablar de sostenibilidad ya no es una declaración aspiracional. Es una exigencia de mercado. “Según datos recientes, más del 80% de las empresas líderes a nivel global han aumentado sus inversiones en sostenibilidad o mantienen su compromiso, incluso en un contexto desafiante”, comenta Belén Arce, líder de Sostenibilidad de Accenture. Las regulaciones como la European Union Deforestation Regulation (EUDR) o la Ecodesign for Sustainable Products Regulation (ESPR) siguen ampliando su alcance. “La innovación tecnológica en renovables, almacenamiento y trazabilidad no se detiene. Y los consumidores, especialmente los más jóvenes, continúan demandando coherencia y acción”, agrega.
América Latina: ¿dónde quiere estar en este nuevo mapa?
Arce asegura que para América Latina, el momento actual representa una encrucijada. Aunque países como Argentina, Uruguay o Costa Rica lideran el índice de transición energética regional, otras economías enfrentan desafíos estructurales: marcos regulatorios inestables, falta de infraestructura y acceso limitado a financiamiento.
Pero hay algo que no debemos perder de vista: la región cuenta con una matriz energética altamente renovable, recursos estratégicos como litio, cobre e hidrógeno verde, y un capital humano cada vez más comprometido con la transformación. Si se apuesta por políticas públicas inteligentes, alianzas público-privadas y planificación a largo plazo, América Latina y Argentina pueden tomar más protagonismo.
Lo que está en juego: competitividad y resiliencia
Los criterios climáticos influencian el nuevo orden económico internacional. “Acceder a mercados europeos, recibir inversión extranjera o participar en cadenas de valor globales dependerá del cumplimiento ambiental y social”, explica la líder de Sostenibilidad de Accenture. La sostenibilidad se ha convertido en un componente estructural de las estrategias industriales y geopolíticas de las principales potencias.
Si América Latina no acelera su transición, corre el riesgo de quedar fuera de las cadenas de valor que definirán el futuro económico: desde el hidrógeno verde hasta los minerales críticos y la electromovilidad.
Además, los riesgos de no actuar se hacen más visibles. No hay resiliencia energética sin sostenibilidad. La región necesita sistemas capaces de adaptarse a un entorno volátil, climático y geopolíticamente inestable. Y eso no se logra con soluciones del pasado.
El momento de actuar es ahora
En lugar de ver los retrocesos globales como una señal para frenar, América Latina debe leerlos como un llamado a liderar. La transición no está muriendo: está evolucionando. Y quienes sepan adaptarse con agilidad e inteligencia estratégica, serán quienes capitalicen las oportunidades.
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Opinión
Arquitectura con propósito: Diseñar para un futuro sostenible
Por Liset Sapaj, arquitecta y jefa Área de Especificaciones de Volcán.
En octubre conmemoramos a la arquitectura, aquella disciplina definida como el arte y la ciencia de planificar, diseñar y construir edificaciones, comunidades y otros entornos para ofrecer espacios funcionales, seguros, estéticos y por sobre todo sostenibles. Su gran objetivo: mejorar la habitabilidad y en consecuencia, la calidad de vida de las personas
¿Pero cómo seguimos adelante frente a la escasez de recursos naturales y la alta densidad demográfica de las ciudades? En este contexto, contribuir a urbes más amigables con el medio ambiente es algo crucial en el mundo de la construcción, donde cada diseño, desde la selección de materiales hasta la orientación de una fachada, puede generar un impacto positivo.
En esa línea, la construcción industrializada y modular ha demostrado ser una gran aliada para alcanzar estos objetivos. Los Métodos Modernos de Construcción (MMC), tal como los explica la Guía del Centro Tecnológico para la Innovaciones en la Construcción (CTEC)[1], permiten organizar soluciones constructivas que hacen los proyectos más eficientes y sostenibles. Estas metodologías, hoy aplicables, revelan que es posible construir con rapidez y calidad ahorrando agua, tiempo y energía.
En tanto, la actualización de la reglamentación térmica en Chile a partir de noviembre próximo, será otro paso importante para elevar los estándares de confort y eficiencia en los edificios. Este cambio requiere colaboración entre arquitectos, ingenieros, fabricantes y constructores, abriendo la puerta a proyectos más responsables en todo sentido.
En este mes de reflexión, vale recordar que la arquitectura no solo crea espacios físicos: también construye comunidad, identidad y futuro. Diseñar con conciencia es la mejor manera de honrar nuestra profesión y de aportar a un mejor mundo.
Columna de Opinión/Liset Sapaj, arquitecta y jefa Área de Especificaciones de Volcán
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Opinión
Eficiencia Energética: La energía más limpia es aquella que no se consume.
Por María Luisa Lozano, experta en eficiencia energética y CEO de EMMA Energy
En la discusión sobre transición energética solemos pensar en grandes parques solares y eólicos, en hidrógeno verde y en electromovilidad. Sin embargo, hay un recurso que muchas veces pasa inadvertido y que es, al mismo tiempo, la herramienta más rápida, costo-efectiva y transversal para reducir emisiones: la eficiencia energética.
En Chile, la Ley 21.305 de Eficiencia Energética marcó un hito al obligar a los grandes consumidores a gestionar su uso de energía y abrir un camino hacia un consumo más racional. Pero la experiencia internacional y, sobre todo, los escenarios de la Planificación Energética de Largo Plazo (PELP) 2023–2027, recientemente aprobada por el Ministerio de Energía y publicada en el Diario Oficial, muestran con claridad que cumplir con lo mínimo ya no es suficiente. Si realmente queremos alcanzar la meta de carbono neutralidad al 2050, la eficiencia energética debe dejar de ser vista como un complemento y pasar a ser un pilar estructural de la estrategia climática.
La razón es simple. La energía más limpia es aquella que no se consume. Un edificio con aislación térmica avanzada, un sistema de calefacción distrital, una flota minera que optimiza sus consumos o un proceso industrial que reduce pérdidas energéticas generan impactos inmediatos. Menor presión sobre la infraestructura eléctrica, menos emisiones locales y globales, y un ahorro económico que fortalece la competitividad. Además, incluso las energías renovables, que emiten mucho menos que los combustibles fósiles en su operación, tienen una huella asociada a lo largo de todo su ciclo de vida (desde la extracción de materias primas y los traslados hasta la construcción, el uso y la disposición final de equipos). Por eso, no basta con reemplazar combustibles fósiles por renovables: reducir la demanda es siempre la manera más efectiva de evitar emisiones.
Los escenarios de la PELP son ilustrativos. En el de recuperación lenta, la eficiencia queda reducida a un cumplimiento normativo básico, con avances marginales. En el escenario de carbono neutralidad, en cambio, se expande en todos los sectores productivos y residenciales y se combina con la electrificación y las energías renovables. Finalmente, en la transición acelerada, hablamos de “Net Zero Buildings”, gestión inteligente de la demanda y alta penetración de tecnologías que permiten usos térmicos y motrices electrificados. La diferencia entre esos caminos marca el contraste entre rezagarnos o liderar la transición energética global.
Desde la perspectiva de política pública, esto exige coherencia y ambición. Programas de aislación en viviendas sociales, incentivos al recambio tecnológico en pymes y grandes industrias, regulaciones más exigentes en construcción y campañas educativas que muestren a la ciudadanía que eficiencia no significa privación, sino mejor calidad de vida. Para la industria minera, además, representa un desafío de competitividad, ya que los mercados internacionales valoran cada vez más el cobre, el litio o el hidrógeno de baja huella de carbono, y la eficiencia energética es parte de esa credencial verde.
La carbono neutralidad no se logrará únicamente instalando más megawatts renovables. El futuro se definirá también en las pequeñas decisiones, como la forma en que aislamos nuestros hogares, la gestión digital de la demanda eléctrica o la capacidad de reducir consumos innecesarios. La eficiencia energética es, en definitiva, el “primer combustible” de la transición, invisible pero decisivo.
Columna de Opinión/María Luisa Lozano, experta en eficiencia energética y CEO de EMMA Energy
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Opinión
Tecnología para una Agricultura Resiliente
Por: Luz María García, Gerenta General de ACTI
Chile ha construido gran parte de su identidad en torno a la agricultura, un sector que no solo provee alimentos, sino que también impulsa empleo, exportaciones y desarrollo territorial. Sin embargo, hoy enfrenta un escenario desafiante: crisis climática, escasez hídrica, presión sobre los costos y una demanda global de alimentos en aumento.
El problema no es menor. Según la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), en Chile, cerca de un 34% de los agricultores declara no invertir en equipamiento tecnológico, y quienes lo hacen renuevan sus equipos cada cinco años o más. A esto se suma que un 70% de las pymes mantiene bajos niveles de digitalización, de acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Una brecha que limita la competitividad frente a mercados internacionales cada vez más exigentes en trazabilidad, eficiencia y prácticas sostenibles. ¿Cómo podemos esperar que nuestra agricultura siga siendo motor económico si no habilitamos condiciones para que incorpore inteligencia artificial, sensores, drones y sistemas de riego inteligente?
Las evidencias ya son claras. La incorporación de drones para monitoreo de cultivos permite reducir pérdidas por plagas y optimizar cosechas; actualmente operan más de 300 mil unidades a nivel global y su uso en Chile crece exponencialmente, conforme al reporte “Tecnologías y Empleo en la Agricultura: Contextos Globales y Regionales” elaborado por el Observatorio Laboral Araucanía. Los sensores de humedad y nutrientes entregan datos en tiempo real para ajustar decisiones críticas, mientras que la analítica predictiva, soportada por inteligencia artificial, anticipa escenarios climáticos adversos. Se estima que hacia 2030 el mundo enfrentará un déficit del 40% entre oferta y demanda de agua, lo que hace urgente masificar tecnologías de riego eficiente y reutilización hídrica.
Desde ACTI hemos planteado en nuestro documento posicional que la clave está en el uso estratégico de la tecnología en sectores productivos tradicionales, entre ellos la agroindustria. Proponemos una política pública intersectorial entre el Ministerio de Economía y el de Agricultura que impulse programas de adopción tecnológica, reduzca costos y aumente la productividad en territorios rurales. Asimismo, insistimos en que la inteligencia artificial sea habilitada como motor de productividad, financiando líneas de investigación aplicada en agricultura y garantizando marcos normativos que promuevan la innovación sin sobrerregulación.
El rol de la tecnología no se agota en la eficiencia. También es una herramienta para la inclusión regional. Los sistemas de monitoreo remoto, el acceso a plataformas colaborativas y el e-commerce agroalimentario permiten a productores de zonas aisladas conectarse con mercados globales. Esto abre la puerta a descentralizar oportunidades y a que la economía digital se convierta en un vector de desarrollo territorial.
La agricultura del futuro no puede construirse de espaldas a la transformación digital. Requiere inversión en talento, marcos regulatorios inteligentes y una alianza sólida entre Estado, empresas y academia. Los países que han logrado liderar esta transición lo hicieron equilibrando protección y fomento a la innovación. Chile tiene la oportunidad de replicar ese camino, pero debe decidirse a tiempo.
Si algo nos enseña la historia agrícola de Chile es que siempre hemos sabido adaptarnos. Hoy esa adaptación se llama digitalización y apostar por ella no es una opción, es una necesidad estratégica para el futuro de nuestro país.
Columna de Opinión/Luz María García, Gerenta General de ACTI
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Opinión
Chile frente al desafío de ser Hub Digital
Por Carlos Giraldo, Country Manager de IFX Chile
El mundo genera datos a una velocidad sin precedentes. Cada interacción digital, desde una foto almacenada en la nube hasta los algoritmos de inteligencia artificial, incrementa una demanda que no conoce retroceso: más capacidad de cómputo, más almacenamiento y, en consecuencia, más data centers.
En este escenario, Chile ha sorprendido. Nuestro país ocupa hoy el segundo lugar en capacidad instalada en Latinoamérica, con cerca de 270 MW, superando a economías mucho más grandes. Este logro no responde a la casualidad, sino a la visión estratégica que, durante más de una década, ha tratado la digitalización como una política de Estado. Agenda digital, cables submarinos, ley de protección de datos y un marco regulatorio sólido han sido las bases de esta ventaja competitiva.
Pero un hub digital no se sostiene solo en infraestructura. Chile ofrece también condiciones únicas: conectividad de alta velocidad, estabilidad jurídica y una ubicación privilegiada en el Pacífico que nos conecta con el Cono Sur y Oceanía. Todo ello nos convierte en un nodo natural para la región.
Sin embargo, el desafío es inmenso. La industria de data centers depende de un insumo crítico: la energía. Con el crecimiento exponencial de los datos, la demanda eléctrica de estas instalaciones se multiplica y amenaza con sobrepasar la capacidad actual de generación y transmisión. En este punto, el debate ya no es si necesitamos nuevas fuentes, sino cuáles adoptaremos. Desde renovables hasta la energía nuclear de nueva generación, la discusión debe ser técnica, pragmática y urgente.
Nuestro país tiene la oportunidad de pasar de ser receptor de inversión tecnológico a convertirse en líder en innovación digital. La clave estará en no perder el impulso, consolidar el trabajo público-privado y anticipar los retos energéticos que definirán la competitividad de los próximos diez años.
Un hub digital no es un punto de llegada: es una carrera de resistencia. Y Chile debe estar preparado para correrla.
Columna de Opinión/Carlos Giraldo, Country Manager de IFX Chile
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