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Noticia Internacional

Cómo hacer que el Agua no sea el freno al Desarrollo

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El problema de fondo es contar con una institucionalidad que organice el sistema hídrico para que satisfaga las necesidades de seguridad hídrica, de equidad en el acceso, los requerimientos de los ecosistemas, abastezca a la población y responda a las necesidades productivas, causando los menos conflictos posibles.

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Pasa por desarrollar un sistema de gestión de cuencas, ampliar la información, y que se pague por el agua, dicen los expertos. Nadie, entre los usuarios, tiene dudas: el agua se ha transformado en un fantasma que amenaza el desarrollo. No se trata solo de la actual sequía, sino de que ya no existe la disponibilidad que siempre tuvo.

Más demanda -por aumento de la población y creciente desarrollo productivo- se une al cambio climático y al calentamiento global que han alterado el ciclo hídrico que conocíamos. Y si se agrega un uso poco eficiente, se genera un cóctel que, guste o no, deja una proyección de futuro que, de no tomar hoy medidas, llevara a que las zonas del país que hoy cuentan con el recurso en relativa abundancia, enfrentarán situaciones como la que estos últimos años se vive en el centro.
Y el centro, donde la falta de agua impacta la producción de varias regiones y la desertificación ya es una realidad, será cada vez más parecido al norte, donde los últimos años el recurso hídrico fue el gran ausente.

La pregunta obvia, entonces, es cómo hacer para que en los próximos años el agua no se transforme en un ausente que coarte el desarrollo productivo del país.

La respuesta es unánime: más allá que cambiar el Código de Aguas -aunque hay coincidencia en la necesidad de modernizarlo-, los distintos actores insisten en que lo urgente es adaptar lo que se tiene para hacer una gestión más eficiente del agua. Eso significa mejorar la institucionalidad, catalogada como deficiente.

«Entendida el agua como un bien nacional de uso público cada vez más escaso, es imprescindible para Chile contar con capacidad para investigar y medir el recurso, para generar información confiable, implementar una política de inversiones y gestionar el recurso con eficiencia. Nuestra institucionalidad es claramente insuficiente», plantea Carlos Estévez, director general de aguas del Ministerio de Obras Públicas.

«En Chile la institucionalidad está obsoleta, no es que esté mal, pero está atrasada respecto de lo que está sucediendo», indica Axel Dourojeanni, experto Senior en Gestión de Agua y Medioambiente de Fundación Chile y doctor en manejo e ingeniería de sistemas de recursos hídricos.

Al hablar de institucionalidad del agua, el experto se refiere a «cómo nos organizamos como sociedad para intervenir el sistema para alcanzar lo que necesitamos, que tiene que ver con los principios y fines del uso del agua: seguridad hídrica; equidad en el acceso, satisfacer las necesidades de los ecosistemas, abastecer a la población y satisfacer las necesidades productivas. Institucionalidad es todo lo que incluye las normas y las organizaciones para que esas intervenciones causen los menos conflictos posibles, tanto entre los distintos actores como en el medio ambiente».

El problema es que en torno a ella se movilizan distintos sectores -agrícola, minería, energía, construcción, sanitarias, medioambiente, comunidades- que la requieren con distintos objetivos, lo que tensiona aún más el sistema.

«El problema del agua es intersectorial. Tiene distintos usuarios y, por lo tanto, tiene muy dispersas sus necesidades», plantea Claudio Seebach, vicepresidente ejecutivo de la Asociación de Generadoras de Chile.

Desde la DGA, Carlos Estévez plantea: «Esta nueva institucionalidad debiera posibilitar una eficiente coordinación intersectorial dentro del marco de un plan nacional hídrico y de planes de gestión integrada del recurso a nivel de cuencas».

Para Patricio Crespo, presidente de la SNA, el principal escollo en el tema nace a nivel público, donde no se está mirando el futuro. «Cada repartición asume reactivamente su rol, apagando incendios, pero nadie los coordina y más grave aún, nadie está sistemáticamente precaviendo los desafíos del futuro».

Ministerio o subsecretaría

Uno de los principales problemas que rondan el agua, o más bien su administración es la gran cantidad de organismos que tienen alguna injerencia en el tema, 43 de acuerdo con el estudio de 2011 del Banco Mundial, que ejecutan más de 103 funciones.

«El sistema adolece deficiencias en la coordinación. Este es un bien nacional de uso público y, por lo mismo, tiene que tener una buena administración y un concepto de regulación fuerte», recalca el abogado Matías Desmadryl, ex director de la DGA.

De ahí que exista coincidencia en que la institucionalidad debe partir considerando una entidad que se encargue del tema a nivel macro, la que puede ser un ministerio o una subsecretaría, tal como ya se planteó en la política nacional hídrica que dejó el gobierno anterior, del ex Presidente Sebastián Piñera, lo que luego fue replicado en la propuesta de política presentada en este gobierno.
«Contar con una subsecretaría o ministerio fue una de los cinco líneas que fijó la estrategia hídrica que dejamos», comenta el ex ministro de Agricultura, Luis Mayol, director de la empresa MAS Recursos Naturales.

Parecido es lo que sostiene Javier Zuleta, encargado del Banco Mundial en Chile, y quien ha realizado los informes de la entidad, quien sostiene que «falta una subsecretaría del agua, o ministerio, que pueda realizar todo lo que son las tareas de diseño, obtener recursos y asegurar la coordinación entre los gobiernos regionales».

Esa autoridad tendría que estar asociada a un ministerio no sectorial. En 2014, el Senado votó por unanimidad un proyecto de acuerdo que remitió al Ejecutivo donde solicita que se cree una Subsecretaría del Agua en el MOP, en el mismo sentido que apuntó el informe del Banco Mundial de 2014.

Entre los organismos estatales el que tiene mayor «autoridad» es la Dirección General de Aguas, dependiente del Ministerio de Obras Públicas. Es la encargada de entregar derechos y de fiscalizar el buen uso del recurso. A pesar de ello se critica que tiene falta de recursos económicos y humanos, además de debilidad en cuanto a las potestades que le otorga la ley y es casi un clamor la necesidad de que se la fortalezca.

«Evidente es la falta de recursos en la DGA y cuesta encontrar una explicación para que esta deficiencia se arrastre por tantos años, considerando el impacto que tiene para el país», comenta José Tomás Morel, gerente de Estudios del Consejo Minero.
«Ello significa que el Estado se encuentra debilitado en su capacidad de ejercer las facultades que le asigna la ley», comenta Claudio Seebach.

¿Y las organizaciones de usuarios?

La administración del recurso, en Chile está en manos de las organizaciones de usuarios, juntas de vigilancia y asociaciones de canalistas, cuando se trata de aguas superficiales. Solo en los últimos años se han constituido comunidades de aguas subterráneas, de las cuales solo habría dos funcionando.

Es una fórmula que viene prácticamente de la colonia. «Es el sistema que trajeron los españoles, que habían ido perfeccionado desde la tradición romana y la que luego dejaron los árabes. Así, Chile tiene una larga tradición de administración eficiente de las aguas.

Este es un sistema de autogestión, que funciona, y sin costo para el erario nacional», comenta Fernando Peralta, presidente de la Confederación de Canalistas de Chile.

Lo complejo es que en el país son varios cientos, sino miles las asociaciones de canalistas, pues no solo hay una por curso de agua -hay cerca de 50 mil kilómetros de canales-, sino que uno puede tener varias secciones, con sus respectivas asociaciones.

«Hoy las organizaciones son muy atomizadas y no se puede gestionar un mismo sistema, con base en enfoques de gestión por tramos. Hay que gestionar el sistema como un todo, desde la cabecera hasta la desembocadura, considerando las aguas superficiales y las subterráneas», sostiene Dourojeanni.
También se requiere que se profesionalicen y tengan un perfil técnico.

Javier Zuleta, quien elabora un programa que va a apoyar el fortalecimiento de la gestión del agua, es categórico: «Se ha interpretado como que pertenecer a las juntas de vigilancia es voluntario, cuando en realidad todas las comunidades que reciben el agua distribuidas por ella deben ser socios formales», comenta. Y agrega que «todos tienen que tener una responsabilidad. Hay que tener claro que un derecho siempre conlleva una obligación.»

Una institucionalidad que funcione debiera, dicen los expertos, establecer las comunidades de agua.

«Sería conveniente que las mesas directivas integren a las minorías y, particularmente, a otros usuarios, tales como comunidades de aguas subterráneas, generadores de energía y otros. Actualmente, quien tiene más derechos de agua tiene más peso en las decisiones de las comunidades de agua, asociaciones de canalistas y juntas de vigilancia», comenta Estévez desde la DGA.

Cuenca a cuenca

El agua es siempre la misma y forma parte de un ciclo donde se evapora, se convierte en nubes y se devuelve a la tierra en forma de nieve o agua. Desde ahí, además de infiltrarse hacia los acuíferos subterráneos, corre, baja hacia el mar por los ríos, para iniciar nuevamente el ciclo. El escurrimiento ocurre dentro de una cuenca, la que es un sistema individual donde conviven distintos tipos de usuarios y entornos específicos que subsisten en virtud de las características tanto hídricas como climáticas que la rodean.

«El agua no es solo el agua que escurre, sino los espacios físicos por donde va», comenta Zuleta.

Por ello, es clave que el sistema se gestione como un todo. «Esto es como el cuerpo humano, lo que le ocurre a una parte afecta a todo el resto. Eso produce efectos acumulados tanto sobre el medio ambiente como en el resto de los que están en ese sistema», explica Dourojeanni.

«El principal cambio que se requiere es el de la gestión integrada de los recursos hídricos, cuenca por cuenca. En el Código vigente esto no está. Tampoco se considera en la propuesta de reforma. En esta también falta un capítulo de gestión del recurso; eso generaría una institucionalidad desde los usuarios», sostiene Guillermo Pickering, presidente de la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios (Andess).

Para ello, cada comunidad de aguas debiera contar con un equipo técnico que entregue en forma activa información permanente de lo que ocurre, analice las alternativas de compatibilización de usos y la contabilidad hídrica.

«En Chile ha habido iniciativas para establecer comunidades de aguas, pero en general no prosperan, porque les falta el equipo técnico que les propongan soluciones a sus problemas. Se convierten en un lugar de debate, donde todos conversan, pero nadie viene a proponer soluciones» comenta Dourojeanni.

Ejemplifica: «Esto es como un herido que llega a un hospital. Los médicos son el cuerpo técnico que analizará qué se puede hacer y cómo hacerlo y se lo informará a la familia -que sería el consejo o mesa- que tomará la decisión de cuáles son las mejores medidas a aplicar para el beneficio de ese enfermo, o cuenca».

Nada se puede sin información

«No se puede hacer política de recursos hídricos sin información», plantea Pickering.

Y esa es otra de las deficiencias del sistema.

«Hay una tremenda falta de información respecto de la disponibilidad hídrica. Hoy en general no hay sistemas de información de cuánta agua traen los ríos, cuál es la variabilidad histórica, cómo funciona la napa. Falta información, aunque están las tecnologías para saber qué esta pasando. También hay información incompleta respecto de las transacciones de los derechos de agua, en los distintos ríos, cuánto valen, quien los está comprando», plantea Javier Hurtado, gerente de estudios de la Cámara Chilena de la Construcción.

La DGA es la que se encarga de acumular y gestionar buena parte de esa información, y desde la administración anterior avanza en eficiencia.

«La información que se requiere es múltiple y compleja. En cuanto a la oferta hídrica, la medición de aguas superficiales está a la altura del siglo XXI. Tenemos una red con más de 800 estaciones de monitoreo de distintos parámetros hídricos, tanto de calidad como de cantidad, la mayoría con transmisión satelital. Sin embargo, en aguas subterráneas, al igual que la mayoría de los países del mundo, contamos con información insuficiente. Además, está lo referido a la demanda hídrica, la medición de las extracciones, tanto legales como ilegales», comenta el actual director de la DGA.

El segundo aspecto es el deficiente conocimiento respecto de quién tiene los derechos de aprovechamiento y cuántos hay efectivamente entregados.

Cuando se asigna un derecho, el dueño debe inscribirlo ante el Conservador de Bienes Raíces correspondiente. Y son estos los llamados a entregar la información a la DGA para que esta mantenga un catastro. Sin embargo, ocurre que muchos dueños de derechos, por diversas razones, no los inscriben ante el conservador y en otros casos, estos organismos no informan de las inscripciones. Aún más, como existe una gran cantidad de derechos que fueron otorgados hace varias décadas, la información está dispersa dentro de los mismos conservadores.
«Hay que depurar los registros. La documentación está en muchos formatos», recalca Zuleta.

Uno de los problemas es que en el agro, donde radica la mayor cantidad de los derechos de aprovechamiento otorgados en el país, hay muchos que no han sido inscritos.
Según la información recabada por Zuleta, solo «el 20% de los derechos de agua en Chile está registrado».

Así, si bien la DGA inició durante el Gobierno pasado un proceso de modernización y tecnificación, que permitió catastrar una importante cantidad de derechos, sigue existiendo un gran número que se desconoce.

José Tomás Morel, del Consejo Minero, sostiene que el problema no es de información, sino de acceso a ella. «La información existe, porque los titulares de derechos de aprovechamiento se la entregan a las autoridades, pero estas no la tienen disponible en medios de fácil acceso. En el Consejo Minero, entendiendo la importancia y sensibilidad de la transparencia de la información en esta materia, nos hemos propuesto hacer una contribución. Es así como elaboramos una plataforma web con el fin de sistematizar y facilitar el acceso a la información sobre extracciones y usos de aguas por parte de las empresas de la gran minería».

Otro de los problemas es que muchos de los derechos son adquiridos, pero no utilizados. Ello implica que en ocasiones, habiendo agua, los que la necesitan no tienen acceso a ella. Esto producto de dos fenómenos. El primero es la necesidad de generar un bien social. Es lo que ocurre con hidroeléctricas y sanitarias, cuyas inversiones son a largo plazo -incluso las eléctricas ya están licitando para el 2041, comenta Seebach-, adquieren derechos en forma anticipada previendo la demanda futura.

Sin embargo, el modelo también se presta para la especulación, ya que algunos que los obtienen, no los usan y luego los venden a un alto costo. De ahí que se ha intentado solucionar un tema a través del pago de patentes por no uso, lo que viene funcionando, pero no soluciona necesariamente el problema.
Quienes tienen derechos y no los utilizan, desde la modificación del Código deben pagar una patente. Pickering recalca que «esa patente debiera ser por el uso».

Urgente Invertir

Para contar con profesionales adecuados y tener un sistema de información que permita conocer al instante cuánta agua hay en el sistema y de qué calidad, se requiere inversión. Pero la mayor parte de las organizaciones de usuarios no tienen recursos, ya que usualmente se financian de cuotas relativamente pequeñas que deben pagar sus integrantes.

«La gente le quita el cuerpo a que se necesita dinero para financiar el equipo de profesionales que trabajen en obtener información. Nadie paga por el agua en Chile. ¿Por qué? Nosotros como personas pagamos gastos comunes en un edificio, pero no los de la gestión del sistema hídrico de la cuenca en que vivimos», dice Axel Dourojeanni.

Además, como plantea Patricio Crespo, presidente de la SNA, cerca del 75% de los titulares de derechos son «pequeños productores (Indap), no es posible obtener apoyo económico de su parte, para abordar inversiones en mejoramientos que permitan avanzar en evitar filtraciones u otros que permitan maximizar su aprovechamiento».

Es decir, las organizaciones de usuarios cuentan con pocos recursos.

Si bien en torno al agua existe un mercado que permite transar los derechos -asignados gratuitamente por el Estado-, en el país no se paga por el agua.

Peralta insiste en que hay dos fórmulas que permitirían a las organizaciones de usuarios obtener mejores recursos y de esa forma realizar una mejor gestión: «Elevar el valor de la cuota anual y establecer convenios con el Estado para recibir una retribución económica por determinadas labores que ellas realicen en la cuenca y que competen al Estado».

Aún más, tampoco hay recursos estatales para invertir, aún cuando el agua sí le está generando ingreso, vía el pago de patentes por no uso. Si bien su cobro ha generado más de US$50 millones anuales, según Peralta, esos recursos van al erario nacional y no se convierten en un aporte específico para mejorar ni la infraestructura, ni la fiscalización o información del sector.

En los últimos 10 años la creciente escasez de recurso hídrico ha aumentado la discusión en torno al agua. Sin embargo, a nivel privado también ha servido para lograr una mejor coordinación entre los usuarios.

Aún así falta que el país, como todo, le otorgue al tema el peso que efectivamente tiene, no solo para producir, sino para vivir. «Hoy cada uno está tratando de defenderse como puede. Cada uno trata de salvarse cuando hay una sequía. Hay que unirse. La solución sale de un trabajo de equipo. Uno debe fijarse los principios y los fines: qué queremos en Chile y a partir de ahí establecer un sistema.

Como sociedad necesitamos estar bien organizados para intervenir y hacerlo con racionalidad, pero partiendo de tener claro los fines. …Tenemos escasez de agua… Y entonces tenemos que ver una agenda al año 2050… No se puede gestionar el agua por períodos de cuatro años. Es un tema que requiere de una mirada de largo plazo», plantea Dourojeanni.

El impacto de vender

«Se puede tener un mercado del agua, pero en Chile debe tener en cuenta las necesidades sociales y ambientales. Porque en el país todo el tema ambiental se ha ido incluyendo posteriormente. Hasta hace muy pocos años era una ecuación esencialmente de mercado», plantea el especialista de Fundación Chile.

Unir las subterráneas y superficiales

Hasta hace muy pocos años el foco de la administración del agua estaba concentrada en las superficiales, sin entender que lo que se hace con estas aguas afecta también a los acuíferos subterráneos. Estos son estructuras donde las características del suelo permiten que se acumule el agua en forma subterránea y, desde los pozos luego se puede extraer. Eso no puede desligarse de la gestión del agua superficial, porque no están separadas», plantea Dourojeanni.
Realizar la gestión coordinada permitiría hacer un uso más eficiente del agua y tener recursos para los momentos de escasez. «Estos embalses pueden ser empleados como mecanismos de regulación extrayendo durante los meses o años de sequía parte del volumen almacenado, para volver a llenarlos en los meses o años de abundancia», plantea el especialista de Fundación Chile.

Por Patricia Vildósola Errázuriz
Fuente/El Mercurio - Revista del Campo/
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DESARROLLO SOSTENIBLE Y ECOLOGÍA NO SON LO MISMO

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En el ámbito de la sostenibilidad y la protección del medio ambiente, dos conceptos fundamentales que a menudo se confunden son el desarrollo sostenible y la ecología. Aunque comparten objetivos similares, existen diferencias importantes entre ellos en términos de enfoque, alcance y visión de futuro.


En este artículo, compararemos el desarrollo sostenible y la ecología para comprender sus diferencias y examinar sus respectivos aportes y perspectivas hacia el futuro.

El desarrollo sostenible se refiere a un enfoque que analiza la realidad de una forma integral que busca equilibrar el crecimiento económico, el bienestar social y la conservación del medio ambiente. Reconoce la interdependencia entre estos tres pilares y busca garantizar que el progreso presente no comprometa la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

El desarrollo sostenible promueve la adopción de prácticas responsables en la gestión de los recursos naturales, la reducción de la pobreza, la equidad social y la mitigación del cambio climático.

La ecología, por otro lado, es una disciplina científica que se centra en el estudio de las interacciones entre los organismos y su entorno. Su enfoque principal es comprender cómo los seres vivos interactúan entre sí y con su entorno físico, y cómo estas interacciones afectan la salud y el equilibrio de los ecosistemas. La ecología se preocupa por la conservación y protección de los ecosistemas, la biodiversidad y el funcionamiento de los procesos naturales.

 

Aunque el desarrollo sostenible y la ecología están estrechamente relacionados, no son lo mismo. Mientras que el desarrollo sostenible abarca aspectos económicos, sociales y ambientales, la ecología se centra principalmente en los aspectos ambientales y biológicos. El desarrollo sostenible utiliza principios y enfoques de la ecología para garantizar que las acciones humanas sean sostenibles y respetuosas con el entorno natural.

En términos de visión de futuro, tanto el desarrollo sostenible como la ecología presentan perspectivas diferentes pero complementarias.

El desarrollo sostenible se proyecta hacia un futuro en el que se logre un equilibrio armonioso entre el crecimiento económico, la equidad social y la preservación del medio ambiente. Se visualiza una sociedad en la que todas las personas tengan acceso a una calidad de vida adecuada, donde se promueva la justicia social y se respeten los límites planetarios. Se busca una economía circular, en la que los recursos se utilicen de manera eficiente y se minimice la generación de residuos. La energía renovable, la tecnología limpia y la conservación de la biodiversidad son aspectos clave en esta visión de futuro.

Por otro lado, la ecología se enfoca en la restauración y conservación de los ecosistemas, la protección de la biodiversidad y la promoción de un equilibrio saludable en los sistemas naturales. Se busca un futuro en el que los ecosistemas estén regenerados y sean resilientes, donde se promueva la interconexión y la coexistencia armoniosa entre los seres vivos y su entorno. La visión ecológica se centra en la conservación de la naturaleza como un valor intrínseco y en la importancia de preservar la diversidad biológica para mantener la estabilidad de los ecosistemas.

Ambas visiones son necesarias para lograr un futuro sostenible.

El desarrollo sostenible reconoce la importancia de la ecología como base científica para la toma de decisiones y busca integrar sus principios en la planificación y gestión de actividades humanas. A su vez, la ecología proporciona los conocimientos y la comprensión necesarios para abordar los desafíos ambientales y desarrollar estrategias eficaces de conservación y restauración.

En cuanto a los aportes y contras, el desarrollo sostenible busca aportar soluciones integradas que aborden los desafíos económicos, sociales y ambientales de manera equilibrada. Busca el progreso humano sin comprometer el futuro del planeta. Sin embargo, su implementación puede enfrentar desafíos debido a intereses económicos y sociales divergentes, así como a la falta de voluntad política.

Por su parte, la ecología aporta un enfoque científico riguroso para comprender los procesos naturales y las interacciones entre los organismos y su entorno. Sus contribuciones ayudan a identificar los impactos negativos de las actividades humanas en los ecosistemas y a desarrollar estrategias de conservación y restauración. No obstante, la ecología puede enfrentar desafíos en términos de financiamiento y falta de conciencia pública sobre su importancia.

El desarrollo sostenible ofrece un marco integral que busca armonizar los aspectos económicos, sociales y ambientales, considerando la interdependencia entre ellos. Se enfoca en la adopción de prácticas responsables, la promoción de la equidad y la mitigación de los impactos negativos en el medio ambiente.

Por su parte, la ecología proporciona los conocimientos científicos necesarios para comprender los ecosistemas, las interacciones entre los seres vivos y su entorno, y los efectos de las actividades humanas en la biodiversidad y los ecosistemas. La ecología destaca la importancia de conservar y proteger la naturaleza, y ofrece soluciones basadas en la restauración, conservación y gestión sostenible de los recursos naturales.

Ambos enfoques tienen sus aportes y desafíos.

El desarrollo sostenible busca una transformación integral de los sistemas económicos y sociales, fomentando la innovación y la adopción de tecnologías limpias. Sus aportes incluyen la promoción de la justicia social, la reducción de la pobreza y la creación de empleos verdes. Sin embargo, enfrenta desafíos en la implementación debido a intereses divergentes, falta de voluntad política y resistencia al cambio.

Por otro lado, la ecología contribuye al conocimiento y comprensión de los ecosistemas, su conservación y restauración. Sus aportes incluyen la identificación de impactos ambientales, la promoción de la biodiversidad y la conservación de los servicios ecosistémicos. No obstante, puede enfrentar desafíos en términos de financiamiento, falta de conciencia pública y la necesidad de establecer políticas efectivas de conservación.

En cuanto a la visión de futuro, el desarrollo sostenible busca un equilibrio entre el progreso humano y la protección del medio ambiente, promoviendo la transición hacia una economía verde y la implementación de prácticas sostenibles en todos los sectores. Se vislumbra un futuro en el que se satisfagan las necesidades presentes y futuras, se respeten los límites planetarios y se promueva la justicia social.

Por su parte, la visión ecológica enfatiza la importancia de conservar la biodiversidad, restaurar los ecosistemas degradados y garantizar la salud y el equilibrio de los sistemas naturales. Se visualiza un futuro en el que los seres humanos coexistan de manera armoniosa con la naturaleza, reconociendo su interdependencia y dependiendo de los servicios que los ecosistemas brindan.

Aunque el desarrollo sostenible y la ecología no son lo mismo, se complementan mutuamente en la búsqueda de un futuro sostenible. El desarrollo sostenible abarca aspectos económicos, sociales y ambientales, mientras que la ecología se centra principalmente en los aspectos ambientales y biológicos. Ambos enfoques son necesarios para lograr un equilibrio entre el progreso humano y la conservación del medio ambiente, y se requiere una colaboración estrecha entre diferentes sectores y disciplinas para enfrentar los desafíos ambientales y alcanzar un futuro sostenible.


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¿LA AGRICULTURA PUEDE SER CERO EMISIONES?

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Fuente:Pixabay

Se necesitará innovación tecnológica e inversión para reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la agricultura. Restas son las conclusiones de un nuevo trabajo recientemente publicado.


¿La agricultura puede ser cero emisiones? “En este momento, la agricultura es responsable de alrededor del 12 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo”, explicó Rosa, uno de los coautores. “La agricultura no solo contribuye significativamente al cambio climático. También es una de las primeras víctimas de sus consecuencias, que incluyen el calentamiento global, la sequía y la alteración de los patrones de precipitación”.

Lorenzao Rosa y su colega Gabrielli se propusieron analizar una variedad de tecnologías que se podían aplicar para reducir la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que libera la agricultura. El objetivo era ver hasta dónde podrían llevarnos estas herramientas en el camino hacia un sistema de emisiones cero.

Reducir las emisiones agrícolas es un reto particularmente desafiante porque la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen del metano y el óxido nitroso. Estos gases tienen un potencial de calentamiento mucho mayor en escalas de tiempo cortas que el dióxido de carbono.

Buscando la solución

Probaron la efectividad de diferentes métodos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la actividad agrícola, incluido el uso de fuentes de energía alternativas en la granja, fertilizantes y pesticidas más sostenibles producidos con emisiones netas cero.

Además de manejo de fertilizantes, estrategias de alimentación y reproducción para reducir el metano del ganado. Y la aplicación de técnicas alternativas para cultivos como el del arroz que minimicen el crecimiento de microbios productores de metano en suelos inundados

Fuente:Pixabay

Las estrategias de descarbonización agrícola dependen en gran medida del uso de fuentes de energía libres de carbono, según Rosa y Gabrielli. Implementarlos con éxito implicaría integrar sistemas de energía renovable en las operaciones agrícolas. Y desarrollar métodos sostenibles para producir fertilizantes, pesticidas y otros productos químicos relevantes.

La implementación de prácticas de riego inteligentes y sostenibles no solo es crucial para mejorar la sostenibilidad del agua. Si no también para reducir el consumo de energía y las emisiones de metano asociadas con el cultivo de arroz.

Rosa y Gabrielli descubrieron que la tecnología podría ayudar a los agricultores a reducir la contaminación agrícola por gases de efecto invernadero hasta en un 45%. Sin embargo, llegar a cero emisiones de carbono requerirá estrategias de eliminación de dióxido de carbono (CO2). Que son costosas y actualmente no están ampliamente implementadas.

Enfoques prometedores

Los enfoques que encontraron particularmente prometedores involucran una combinación de uso de bioenergía producida de manera sostenible. Vinculado con técnicas que capturan las emisiones de estas fuentes de energía en formaciones geológicas duraderas.

Otra posibilidad auspiciosa fue la idea de acelerar el proceso natural de erosión de las rocas. Puesto que este que también elimina el CO2 de la atmósfera. Juntas, estas tecnologías podrían convertir a la agricultura de un sector que deposita carbono en la atmósfera en uno que lo extrae.

El estudio también analiza tecnologías novedosas que se extienden más allá de los límites de la agricultura tradicional, como la eliminación de metano y la producción de algunos alimentos sin agricultura. Sin embargo, Rosa y Gabrielli indicaron que se necesita más investigación para verificar si estas tácticas resultan asequibles y escalables. Así como para comprender sus impactos más amplios.

Fuente:Pixabay

“Las innovaciones en riego y fertilizantes han mejorado el rendimiento global de los cultivos. Pero esta mayor producción ignora los impactos climáticos de las estrategias de las que depende”, dijo Gabrielli. Cada vez resultará más difícil producir suficientes alimentos para una población en crecimiento. Y serán necesarios enfoques novedosos que tengan en cuenta la mitigación del cambio climático”.

Las prácticas agrícolas sostenibles también podrían mejorar la seguridad energética, la escasez de agua y la pérdida de biodiversidad, según Rosa y Gabrielli. quienes están comprometidos a buscar soluciones para alcanzar el nivel de cero emisiones de la agricultura. Pero este éxito va a requerir de un esfuerzo interdisciplinario que involucre la ciencia de las plantas, la hidrología, la ingeniería, la economía y la ciencia política.

Referencia: artículo de la revista Environmental Research Letters.


Fuente/Ecoticias
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¿LA ECONOMÍA CIRCULAR MEJORA LA BIODIVERSIDAD?

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Un informe publicado este lunes por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) muestra cómo la economía circular puede reducir el consumo en la biodiversidad y los impactos de nuestros sistemas de producción.


Nuestras acciones son de vital importancia para avanzar hacia una economía circular que logre el objetivo de disminuir la contaminación, proteger la naturaleza y conseguir la ansiada neutralidad climática en Europa para el año 2050.

La economía circular es un elemento fundamental para transformar los sistemas de producción y consumo insostenibles que amenazan la biodiversidad de la Tierra. El nuevo informe de la AEMA «Los beneficios para la biodiversidad de una economía circular fuerte» muestra que las prácticas específicas de la economía circular en el abastecimiento de materias primas tienen un potencial significativo para proteger y mejorar la biodiversidad.

El informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) afirma lo siguiente:

El abastecimiento respetuoso con la biodiversidad de, por ejemplo, alimentos, materiales de construcción y textiles, debe añadirse a la jerarquía tradicional de «reducir, reutilizar y reciclar» en las acciones de economía circular.AEMA
¿Qué es la biodiversidad y por qué está en peligro?

La biodiversidad o diversidad biológica, según el Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica, es la variedad de seres vivos que habitan en el planeta y establecen relaciones entre sí y con el medio que los rodea.

La pérdida de biodiversidad es un grave problema a nivel mundial. Respecto a Europa, sus ecosistemas naturales han disminuido tanto en extensión -los humedales se han reducido en un 50% desde 1970- como en diversidad de especies, donde el 28% de las especies que viven únicamente en Asia Central y Europa están en peligro de extinción.

Un informe aportado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund, sus siglas son WWF), destaca que la biodiversidad mundial está en grave peligro. Las especies de fauna salvaje disminuyen a un ritmo alarmante, ya que se han reducido una media del 69% desde el año 1970. Un millón de especies se encuentran en peligro de extinción.

Los 196 países reunidos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, celebrada en el mes de diciembre del año pasado, pusieron el foco en la estrategia conocida como «30×30», la cual tiene el objetivo principal de frenar el declive de los ecosistemas, protegiendo el 30% del mar y de la Tierra hasta el año 2030. Para esa fecha, es muy importante que empresas, gobiernos y ciudadanos se unan en torno a este objetivo para conservar los ecosistemas mundiales tal cual los conocemos, además de conservar nuestros medios para la vida.

¿Qué es la economía circular y cuál es su objetivo?

La economía circular es un modelo de producción y consumo que aprovecha los recursos al máximo y reduce los residuos al mínimo, garantizando un crecimiento sostenible con el paso del tiempo. Es decir, permite alargar la vida útil de los productos que consumimos para darles una segunda vida.

Fuente/Pixabay

Se trata de un concepto que se inspira en la naturaleza, donde todos los productos se pueden aprovechar y nada se desperdicia. Hasta hace poco tiempo, seguíamos un modelo de economía lineal, basado en un modelo económico cuya premisa principal es producir, consumir y desechar a un ritmo vertiginoso.

El objetivo que tiene la economía circular frente a la economía lineal es dejar atrás el modelo de consumo establecido desde la época de la Revolución Industrial, avanzando hacia un modelo más sostenible que garantice la buena salud de nuestro planeta. Es decir, al sustituir la economía lineal por una economía circular, se alarga la vida útil de los productos.

La esencia de este modelo sostenible se basa en mantener los recursos que disponemos en la economía el mayor tiempo posible, reduciendo el uso de materias primas y la generación de residuos en el mundo.

Los principios de la economía circular son vitales para lograr muchas de las metas establecidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Existe más relación con las metas del ODS-6 (Agua limpia y saneamiento), ODS-7 (Energía asequible y no contaminante), ODS-8 (Trabajo decente y crecimiento económico), ODS-12 (Producción y consumo responsables) y ODS-15 (Vida de ecosistemas terrestres).

¿Cómo puede la economía circular detener la pérdida de biodiversidad?

La economía circular puede reducir el consumo en la biodiversidad y los impactos de nuestros sistemas de producción a través de tres áreas clave de intersección:

  • Disminuir la demanda de recursos primarios
     
  • Prevenir la contaminación
     
  • Suministro sostenible con la biodiversidad
     

Fuente/Ambientum
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