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El plástico puede convertirse en una nueva fuente energética

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La Fundación Race for Water impulsa un plan para darles valor a desechos de plástico que hoy no se reciclan, incentivando su recolección para convertirlos en un combustible.


“De todo el plástico producido desde 1950 en el planeta, solo un 9% se ha reciclado. El resto está en vertederos, en océanos o en el ambiente”. Así describe Camille Rollin la presión que impone sobre el planeta la acumulación de un material omnipresente, pero que al final de su vida útil permanece por siglos en el planeta.

Rollin es vocera de la Fundación Race for Water y está a cargo del proyecto “De residuo plástico a energía”, que lleva adelante esta organización suiza dedicada a la preservación del agua y cuya emblemática embarcación impulsada con energías renovables se encuentra en estos días en Talcahuano.

Rollin dio detalles del innovador proyecto durante el seminario “Huella de Agua: Modelo para el uso más sostenible del recurso hídrico”, realizado en Santiago por SuizAgua Chile, un proyecto impulsado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación y ejecutado por Fundación Chile para implementar una gestión corporativa del agua en empresas agroexportadoras y agroindustriales.

Dar valor agregado

Una conversación con un recolector de calle inspiró el proyecto. A diferencia del interés económico que genera recolectar vidrio, papel o botellas PET, los recolectores no se encargan de otros tipos de plástico porque no es rentable. No todos se pueden reciclar y es complejo tener que separarlos por tipo.

“Entonces buscamos una forma de darles valor para incentivar su recolección”, dice Rollin. Junto a la empresa ETIA desarrollaron una tecnología que permite transformar los residuos plásticos en energía, sin importar su tipo ni si están mezclados.

El sistema aprovecha el potencial energético que tiene el plástico empleando un reactor capaz de procesar cinco toneladas diarias de este desecho, equivalente a lo que descarta una comunidad de 100 mil habitantes.

A través de un proceso patentado como Biogreen, el plástico se comprime y se lleva hasta 800 °C sin presencia de oxígeno, fenómeno llamado pirólisis. Esto genera una descomposición química que lo convierte en un gas llamado Syngas, que se puede vender directamente o alimentar un motor que genere electricidad.

“Esto lo convierte en un modelo de producción rentable, que motivaría a recolectores de calle o a las mismas familias a recolectar y vender los desechos plásticos y evitar así que llegue a los vertederos u océanos”, dice Rollin.

Esta es justamente la filosofía de Race for Water. Ante la imposibilidad de limpiar el microplástico de los océanos, buscan reducirlo en tierra, desde donde sale el 80% de los residuos que contaminan el mar.

Un reactor piloto comenzará a probarse en Francia a inicios de 2019. “Y la idea es que en dos años tengamos dos o tres sitios de prueba que integren toda la cadena de valor, desde la recolección a la producción de energía”, señala la especialista. Para eso buscan congregar la cooperación de comunidades locales, empresas, ONG y gobiernos.

República Dominicana y Perú son dos lugares donde hay intenciones de implementar el sistema.


Fuente/Economía y Negocios 
Chile Desarrollo Sustentable/www.chiledesarrollosustentable.cl 
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