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Estudio muestra cómo ha cambiado el mapa social de Santiago

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Entre 2002 y 2013, el grupo ABC1 se dispersó por comunas donde no solía vivir, mientras el C2 se ha acercado al centro.

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Providencia, La Reina, Las Condes, Ñuñoa, Vitacura y Lo Barnechea, eran en 2002, las comunas donde preferentemente vivía el segmento socioeconómico ABC1. Y aunque éstas siguen concentrando las preferencias habitacionales de este grupo, el estudio Chile 3D Cambios: Marcas y Consumo de GFK Adimark, da cuenta que entre 2002 y 2013, el ABC1 ha comenzado a dispersarse progresivamente por la ciudad.

Este grupo hoy se considera a sí mismo “clase media”, con una mentalidad de mimetización que se ha intensificado en los últimos años. “Ya no son conservadores, ni quieren marcar distancia con las otras clases sociales”, explica Joaquín Rivera, director de proyectos del área Estudios Territoriales GfK Adimark.

La dispersión del grupo ABC1, cuyo ingreso promedio familiar per cápita es de dos millones de pesos y un máximo de 19 millones, se debe, entre otras razones, a la migración a sectores de la periferia, como Chicureo o Calera de Tango, y por la aparición de condominios cerrados en comunas como Quilicura, Maipú o La Florida.

“Estos procesos son motivados por aspectos que tienen especial importancia para las familias de este nivel socioeconómico: seguridad y confort del entorno por sobre la cercanía a los puntos de la ciudad que concentran los empleos y la actividad comercial”, agrega Rivera.

Alejandra Rasse, investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable UC, dice que es un fenómeno que han visto en sus estudios. “Hemos encontrado que hay personas que han experimentado fuertes procesos de movilidad social, y que aunque hoy tengan ingresos que les permiten optar por una vivienda en el barrio alto tradicional, prefieren quedarse cerca de su familia y su red de apoyo social. Todo esto va cambiando la geografía social de la ciudad”, dice la experta (ver entrevista página 40).

Para Rasse hoy es posible encontrar viviendas orientadas a familias de grupos medio-altos en comunas como Pudahuel o Quilicura, que antes eran conformadas casi en su totalidad por grupos populares. “Lo mismo se puede observar, a mucho mayor escala, en Peñalolén, donde hace 25 años atrás hubiera sido impensable que existieran las viviendas sobre 4.000UF que hoy en día se desarrollan en ese sector”, agrega.

El urbanista Iván Poduje, advierte que el ABC1 agrupa realidades muy distintas que no pueden ser homologadas, ya que el rango de ingreso es muy amplio. Por ello es mejor diferenciar los AB de los C1. “El crecimiento del C1 en La Florida me cuadra completamente. Corresponde a la consolidación del barrio alto de esta comuna, localizado al oriente de Tobalaba cerca del sector Lo Cañas y en Alto Macul”, dice.

Pero tiene reparos con la pérdida de intensidad del ABC1 en San Miguel, porque es una comuna que ha crecido fuerte en edificios de este segmento los últimos años.

Densificar para integrar

La consultora, además, analizó el comportamiento espacial de otros tres segmentos el C2, C3 (ver infografía) y el D -cuyo ingreso alcanza los 137.789 pesos promedio por persona-. Este último casi no tuvo cambios en su ubicación.

El segmento C2 se caracteriza por un comportamiento similar al ABC1, aunque con una tendencia a vivir en sectores más próximos al centro y con ello a las oportunidades que ofrece la ciudad. La densificación de comunas como Santiago, San Miguel, Ñuñoa y Providencia son característicos de este fenómeno.

El grupo C3, donde el promedio de ingresos es de 271 mil pesos por persona, se ha consolidado en torno a grandes avenidas y estaciones de metro.

Javier Hurtado, gerente de Estudios de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), plantea que para fomentar la integración de los distintos grupos socioeconómicos se debe densificar la ciudad, idea resistida por muchos municipios (ver entrevista en página 40).

Claudia Mora, directora de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. Andrés Bello, explica que además de los cambios de infraestructura, existen otros factores que dan cuenta de los cambios experimentados la última década, como el precio del suelo.

“Este factor puede generar incentivos para que las clases medias se muevan hacia comunas tradicionalmente de menores recursos económicos. Esto no significa siempre mayor integración social, ya que emergen también condominios cerrados que recrean en su interior la vida idílica del campo, pero al lado de la ciudad”, explica.

La calidad de vida es otro factor decisivo para decidir dónde vivir. Mora recuerda que en la encuesta de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la universidad en 2014, las mayores preocupaciones de los santiaguinos respecto de su vecindario estaban referidas al acceso y calidad de áreas verdes, además de los temas de seguridad. “Quienes tienen recursos pueden hacer realidad la aspiración de vivir en espacios seguros, verdes, con fácil acceso al trabajo y a servicios, a veces, erigiendo fortalezas en barrios ‘poco seguros’ o comunas alejadas, pero con gran conectividad”.

 

Fuente:La Tercera 
www.chiledesarrollosustentable.cl

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