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LA HUELLA DE CARBONO DE NUESTRA VIDA DIGITAL

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The Carbon Trust, una organización independiente, ha publicado recientemente un informe en el que cuantificaba en 55 gramos de CO₂ el impacto de una hora de vídeo en streaming (por ejemplo Netflix, Filmin o Youtube).


Una noticia así puede provocar desconcierto: ¿es eso mucho?, ¿hay que sentirse mal por ello? Al fin y al cabo algunos lectores sabrán que un vehículo de combustión emite unos 100 gramos de CO₂ por cada kilómetro recorrido. En ese sentido, mi conciencia puede estar tranquila por meterme un atracón de series, ¿no? Y además, ¿qué tiene que ver el CO₂ con Netflix?

Noticias de este tipo sería mejor tratarlas desde una perspectiva más general. No es correcto focalizar el problema en un servicio en concreto. Y es que la mayoría de los usuarios no son conscientes de la cantidad de energía que requiere el funcionamiento de todos los servicios y aplicaciones digitales que forman ya una parte indispensable de nuestro día a día.

La mayoría de estos servicios corren en el cloud –la nube– una entidad abstracta y difusa para muchos, pero con un consumo energético bien real y escalofriante.

El coste energético de recoger información de 1000 millones de kms en 220 países

No solo generamos huella de carbono cuando vemos vídeos en streaming. Pongamos otro ejemplo. Cuando usamos Google Maps en nuestro smartphone para llegar a un sitio determinado, para encontrar un restaurante o cualquier otro punto de interés, en realidad estamos haciendo dos cosas. En primer lugar, orientarnos. Es evidente. En segundo lugar, estamos compartiendo con Google nuestra ubicación.

Google Maps incorpora una aplicación denominada Traffic, que nos permite saber en tiempo real el estado del tráfico de las carreteras y calles. Para obtener esta información, Google recopila continuamente la ubicación de todos los dispositivos que en ese instante tienen instalado Google Maps. De esta forma, puede conocer a qué velocidad se están moviendo los usuarios que están transitando por una determinada vía.

Tras eliminar datos erráticos o que aportan información dudosa, y tras calcular que la velocidad de la mayoría de usuarios en las proximidades de esa vía es muy baja, Google puede determinar que probablemente hay un atasco ¿inteligente, no?

Para cumplir solo esa función, Google está constantemente recogiendo información de usuarios de todo el planeta, en cada calle, en cada carretera (según ellos mismos cubren 1000 millones de kms en 220 países). Pero Google no solo informa al usuario del estado del tráfico en tiempo real, sino que es capaz de predecir con sorprendente exactitud a qué hora va a llegar a su destino. Para ello no solo utiliza la información disponible en el instante actual, sino que realiza estimaciones mediante potentes algoritmos de inteligencia artificial que son capaces de adivinar cómo estará cada vía en los próximos minutos. ¿Y cómo aprende una inteligencia artificial? Básicamente a partir de la información del pasado. Google lleva más de 10 años almacenando datos de todas las carreteras del mundo.

Las lucrativas macrogranjas de datos

Es difícil imaginar la ingente cantidad de datos que hay que transferir, almacenar y la potencia de computación necesaria para realizar una acción como la que acabamos de describir a escala global. Detrás de esta hercúlea tarea está el cloud, una tecnología que nos podríamos imaginar como una enorme flota de coches de alquiler, donde cada empresa de servicios (desde Spotify hasta Wallapop) alquila los recursos que utiliza en cada momento.

Pero el cloud –la nube– no es una entidad etérea. El cloud se traduce en el plano material en los centros de datos; las instalaciones que alojan los dispositivos de procesado, almacenamiento y comunicación.

Existen multitud de centros de datos en diferentes lugares y de todas las escalas imaginables. En los últimos años han aparecido centros de datos de dimensiones descomunales (los llamados hyperscale data centers).

Estamos hablando de grandes naves –o quizás algo más parecido a macrogranjas– con kilómetros de pasillos que albergan decenas de miles de procesadores y unidades de almacenamiento.

Cada vez que hacemos clic dejamos huella

Cuando hablamos de hyperscale hablamos de unos pocos por continente. Por ejemplo, Amazon recientemente anunció la creación en Aragón de una infraestructura para dar servicio a una nueva región en Europa, que se sumará a las 6 ya existentes: Frankfurt, Londres, París, Irlanda, Estocolmo y Milán.

Los centros de datos son la columna vertebral del mundo digitalizado moderno. Más allá de las plataformas de ocio o del comercio electrónico, los servicios en la nube se han vuelto esenciales para otros sectores industriales como los sistemas de fabricación distribuida, la logística, las finanzas y muchos otros.

No hay un único culpable –nuestros ejemplos de Netflix o Google Maps–. Es un problema a escala global: detrás de cada aplicación en nuestro smartphone, de cada sitio web que visitamos, de cada servicio que opera discretamente en la nube, existen centros de datos encargados de procesar la colosal cantidad de información que se genera en nuestra vida digital.

Para aquellos que trabajan con un ordenador, es un buen ejercicio revisar el historial del navegador en los últimos días: verán que han visitado cientos de sitios web.

Para todos los demás, piensen por un momento en las aplicaciones que han utilizado en las últimas horas –acceso al banco, comprobar el tiempo, pedir un Glovo, Uber–; piensen también en las redes sociales –TikTok, Instagram, Facebook, Twitter–, o en la simple comunicación –WhatsApp, Telegram–.

Toda nuestra actividad gira ya alrededor de los datos, infinidad de datos que deben ser procesados y almacenados en el cloud, es decir, por esos grandes centros repletos de procesadores y dispositivos de almacenamiento. Esta frenética actividad digital centrada en los datos no parece tener límite en un futuro próximo.

La rentable nube de Amazon

Todo el mundo conoce Amazon, el gigante de la venta por Internet. En su día Amazon desarrolló su propio cloud para soportar la plataforma de venta que estaban lanzando. Pero al cabo de pocos años desarrolló una nueva línea de negocio aprovechando precisamente su experiencia en el cloud.

Esta línea, denominada Amazon Web Services (AWS), consiste básicamente en alquilar a terceros su plataforma cloud. Lo que inicialmente se planteó como una forma de escalar su ingeniería se ha convertido hoy en día en el 13% de las ventas totales de Amazon, pero mucho más importante, en el 75% de su beneficio operativo. Piensen por un momento todo lo que puede llegar a vender Amazon a nivel mundial. ¿Quién no ha pedido recientemente algo a Amazon? Ahora piensen que su gran negocio, en realidad, no es la venta de productos, sino el cloud.

El 1% del consumo mundial de electricidad

Los centros de datos son instalaciones que consumen una enorme cantidad de energía. A nivel global, la energía necesaria para abastecer sus nodos de computación e instalaciones se estimó en unos 205 TWh en el 2018. Para contextualizar, este valor supone aproximadamente el 1% del consumo mundial de electricidad (22 848 TWh en 2019, según la IEA), el equivalente a la demanda total de un país de tamaño medio como España (249 TWh en 2019).

Hay que destacar que las empresas que dominan el mercado mundial del cloud –entre ellas Google, Amazon y Microsoft– afirman estar fuertemente comprometidas con la reducción de su impacto.

Los centros de datos modernos son mucho más sostenibles que las generaciones anteriores, en parte debido al uso de procesadores mucho más eficientes, pero también a la mejora en los sistemas de refrigeración y otros avances.

Además, estas empresas están haciendo fuertes inversiones en renovables, tanto para alimentar sus propios centros de datos como en inversiones puramente estratégicas. Por ejemplo, entre otras iniciativas, desde 2017 Google compra en el mercado de las renovables el equivalente al 100% de su uso anual de electricidad, y para 2030 pretende funcionar con energía verde en su totalidad las 24 horas del día.

Pero en este artículo nos gustaría también centrarnos en la otra parte de la ecuación: en los usuarios.

Los granos de arroz en un tablero de ajedrez

El tamaño de los centros de datos es un vivo reflejo del volumen del consumo y la actividad económica a nivel global. Somos muchos seres humanos –miles de millones– los que utilizamos los servicios digitales en nuestro día a día, y son muchos los servicios que utilizamos.

Cuando el creador del ajedrez —un antiguo matemático de la India— mostró su invento al rey de un lejano país de Oriente, el rey estaba tan satisfecho que le concedió al inventor que él mismo decidiera cuál sería su recompensa. El sabio le pidió al rey algo que de buenas a primeras aparentaba ser bastante humilde: por el primer casillero del tablero de ajedrez debía recibir un grano de arroz; por el segundo, dos; por el tercero, cuatro; y así sucesivamente, duplicando la cantidad cada vez.

El rey, que no debía saber mucho de aritmética, rápidamente aceptó la petición, y le ordenó a su tesorero que contase los granos de arroz correspondientes y que se los entregase al inventor. Cuando el tesorero realizó el cálculo de los granos adeudados, le tuvo que explicar al monarca que habría que darle al inventor una cantidad de granos cuyo valor era superior a todos los activos del reino –solo en la última casilla habría 9 223 372 036 854 775 808 granos de arroz, unos 200.000 millones de toneladas, contando que en un gramo de arroz pueda haber entre 40 y 50 granos.

Solo cuando miramos el problema desde una perspectiva global –cuando sumamos los granitos de arroz– descubrimos la magnitud de algo aparentemente inocente. Y es que cuesta mucho conceptualizar los grandes números.

No existe a corto plazo una solución para mitigar el impacto de las tecnologías digitales. Lo que sí podemos plantear es hacer un uso responsable. Podemos empezar por poner consciencia en nuestra relación con todas esas aplicaciones digitales. ¿Están a nuestro servicio? ¿O somos nosotros los que estamos a su servicio?

Estas aplicaciones están específicamente diseñadas para incrementar el tiempo que pasamos en ellas, mientras recolectan nuestros datos con los que después hacen su negocio.

Antes de dejar que Netflix reproduzca sin preguntarnos el siguiente capítulo de la serie que estemos viendo, pensemos si realmente eso es lo que queremos hacer, teniendo en cuenta el impacto en nuestras propias vidas y en el medio ambiente. Imaginen si cada persona pusiera su granito de arroz por un futuro más sostenible y humano.


Fuente/TheConversation
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Desarrollo Sostenible

RUIDO EN LA ALAMEDA DISMINUYE 44% GRACIAS A LA ELECTROMOVILIDAD

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Entre 2019 y 2023, la cifra de decibeles en la principal arteria del país experimentó una importante baja gracias a la incorporación de buses eléctricos del sistema Red, los que aumentaron de 12% a 36%.


Los ministerios de Transportes, Medio Ambiente y Vivienda entregaron los resultados de un análisis de los niveles de ruido registrados en las Estaciones de Monitoreo de Santiago y San Miguel en los que se evidenció el impacto positivo de la flota de buses eléctricos en la ciudad y que ha permitido reducir la contaminación acústica.

En el caso de la Alameda, las mediciones realizadas en agosto de 2019 y agosto de 2023, a la altura de la Universidad de Chile, revelaron que en hora punta mañana (8:00 a 9:00) el ruido disminuyó un 44%. Mientras, en el horario punta de la tarde tarde (19:00 a 20:00) la energía acústica bajó un 40%.

En ese mismo periodo, los buses eléctricos pasaron de ser el 12% de las unidades de Red que circulaban por la Alameda (2019) a alcanzar el 36% del total (2023).

“No cabe ninguna duda que los buses eléctricos han sido un gran aporte para reducir la contaminación y el ruido, lo que permite tener una ciudad más amable y con mayor calidad de vida. En ese sentido, las mujeres son las principales beneficiadas con esta reducción de emisiones, ya que se trasladan mayoritariamente a pie y en transporte público. Como ministerio seguimos impulsando la electromovilidad en Santiago y en las otras regiones: tenemos 40 buses operando en Antofagasta, y ayer presentemos los primeros 10 en Rancagua. Además, estamos avanzando en una licitación para aumentar en más de 1.000 buses adicionales a la flota eléctrica que tenemos en la capital”, señaló el ministro de Transportes y Telecomunicaciones, Juan Carlos Muñoz.

El mismo ejercicio se realizó en San Miguel, donde la medición se realizó en el eje Santa Rosa con Mataveri en septiembre de 2020 y en el mismo mes de 2023. En hora punta mañana la reducción de energía acústica alcanzó en 45% y un 35% en la tarde.

La ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas, indicó que “como Gobierno nos preocupa la calidad de vida de las personas, por eso desde el Ministerio del Medio Ambiente hacemos mediciones del ruido, un contaminante invisible que puede afectar a la ciudadanía. Contamos con una red de monitoreo del ruido, compuesta por 20 estaciones a lo largo del país, que ha registrado una disminución del ruido en avenidas de alto flujo de transporte público, llegando a disminuir un 44% en la Alameda durante la hora punta. Este excelente resultado se explica por el aumento de la electromovilidad, que no solo sirve para combatir el cambio climático, sino que para tener ciudades más limpias y menos ruidosas”

El ministro de Vivienda y Urbanismo, Carlos Montes, sostuvo que “nosotros creemos que aquí se requiere aportes de distintos actores. Podríamos discutir cosas que se hicieron en distintas épocas y que provocan un ruido bastante mayor. Las autopistas urbanas generan mucho ruido en distintos lados y ahora con otro tipo de motores esto debiera disminuir como nos han planteado los ministros. El tema de los buses eléctricos es un tremendo aporte. Desde la política de vivienda también hemos asumido el desafío de mejorar las condiciones de vida. Las viviendas que se construyen tienen envolvente térmica, ventanas termopanel y puertas selladas con el propósito de que haya menos calor, frío y contaminación acústica. Cada ventana de termopanel nos dicen que disminuyen en cinco decibeles el ruido”.

Para la directora de Transporte Público, Paola Tapia, “el camino de la electromovilidad que partimos en 2017, y que como política de Estado nos compromete a tener el 100% de la flota eléctrica en 2040, tiene beneficios concretos, perceptibles y medibles. Mejora la calidad de vida de los usuarios, de quienes comparten el espacio vial e, incluso, de los vecinos de los electroterminales, donde el ruido es un 50% menor al de un terminal diésel. Por eso seguiremos esa senda, por ejemplo, hoy por la Alameda creció al 44 % de los buses son eléctricos y la licitación en curso del sistema incluye 1.200 nuevos buses cero emisiones”.

Actualmente Santiago es la ciudad con la mayor flota eléctrica en el mundo después de las ciudades chinas, y a la fecha circulan cerca de 2.500 buses eléctricos. En este sentido, la electromovilidad también comenzó a llegar a regiones y actualmente Antofagasta y Rancagua han incorporado buses con esta tecnología y hay proyectos para llevar este tipo de unidades a Coquimbo- La Serena, Copiapó, Valparaíso y Coyhaique.


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Business

SIGNIFY PUBLICA COMPROMISO PARA REDUCIR CONSUMO MUNDIAL DE ELECTRICIDAD.

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Actualmente, la iluminación representa el 12% del consumo de electricidad y el 5% de las emisiones mundiales de CO2. 


La compañía global de iluminación Signify (Euronext:LIGHT) anunció su compromiso por compartir el impacto medioambiental de toda su gama de productos. La marca -que opera en Chile- ha puesto a disposición más de 2.000 Declaraciones Ambientales de Producto (EPDs por sus siglas en inglés), las cuales cubren más de 70.000 variaciones de productos en todo el mundo. Debido a la demanda de los clientes, el sistema de etiquetado Declare se utiliza actualmente en América y a medida que el programa EPD avance, todos los productos acabarán recibiendo EPD.

Desde la multinacional explican que las EPD cuantifican el impacto ambiental de los productos a lo largo de todo su ciclo de vida, permitiendo compararlos con productos equivalentes; “también impulsan la innovación sostenible basada en pruebas dentro de Signify, proporcionando una huella cuantificada que actúa como línea de base para nuevas mejoras en las iteraciones de productos de próxima generación”, añaden.

Actualmente, la iluminación representa el 12% del consumo de electricidad y el 5% de las emisiones mundiales de CO2; lo que ha permitido la transición a la iluminación LED energéticamente eficiente, ya que reduce significativamente el consumo mundial de electricidad.

«Signify se ha comprometido a hacer realidad un futuro con bajas emisiones de carbono, ofreciendo a las empresas, las ciudades y los consumidores productos, sistemas y servicios energéticamente eficientes que pueden reducir el consumo mundial de electricidad para iluminación en más de un tercio. Ser transparentes sobre el impacto medioambiental de nuestros productos proporciona a los clientes la información que necesitan para tomar decisiones informadas, tanto si iluminan ciudades, oficinas o sus propios hogares, además de ayudarnos a cumplir nuestros propios objetivos de sostenibilidad», dice en un comunicado oficial desde Países Bajos, Maurice Loosschilder, director de Sostenibilidad de la compañía.

La empresa, presente en más de 70 países, lidera el mercado mundial de la iluminación para profesionales, consumidores y el Internet de las Cosas; la marca ofrece productos Philips, sistemas Interact  y servicios habilitados para datos para el sector público y privado. En 2023, la compañía obtuvo ventas de 6,7 billones de euros.


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Desarrollo Sostenible

DESALINIZACIÓN, UNA SOLUCIÓN VITAL PARA LA SOSTENIBILIDAD AMBIENTAL Y EL DESARROLLO GLOBAL

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La desalinización, proceso mediante el cual se convierte el agua de mar en agua dulce apta para el consumo humano y agrícola, emerge como una respuesta crucial a los desafíos hídricos que enfrenta nuestro planeta.


En un mundo donde el acceso al agua dulce se ha convertido en una preocupación creciente, la desalinización emerge como una solución prometedora para satisfacer la creciente demanda de agua potable. Con aproximadamente el 71% de la superficie terrestre cubierta por agua, pero solo el 2.5% de esta siendo agua dulce, la desalinización ofrece una oportunidad crucial para aprovechar el vasto recurso de agua salada que es el océano.

Antecedentes y Tecnologías Actuales:

El proceso de desalinización ha existido durante décadas, pero ha experimentado avances significativos en las últimas décadas, lo que lo hace más eficiente y económico. Las tecnologías principales incluyen la ósmosis inversa, donde el agua se fuerza a través de una membrana semipermeable para eliminar las sales y otros contaminantes, y la destilación térmica, donde el agua se evapora y luego se condensa para eliminar las sales.

Importancia de la Desalinización:

La importancia de la desalinización radica en su capacidad para proporcionar un suministro de agua seguro y confiable en regiones afectadas por la escasez hídrica. Regiones áridas y semiáridas, como el Medio Oriente, Australia y partes de California, han recurrido cada vez más a la desalinización para abordar su déficit de agua dulce. Además, la desalinización puede proporcionar una fuente alternativa de agua en áreas propensas a la contaminación del agua subterránea, como en islas pequeñas y regiones costeras altamente urbanizadas.

Sostenibilidad de la Desalinización:

Si bien la desalinización ofrece una solución a la escasez de agua, no está exenta de impactos ambientales. Los procesos de desalinización consumen grandes cantidades de energía y pueden generar residuos salinos concentrados que deben ser gestionados adecuadamente para evitar impactos negativos en los ecosistemas marinos. Sin embargo, avances en tecnología y prácticas sostenibles están ayudando a mitigar estos impactos. Por ejemplo, la implementación de energía renovable, como la solar y la eólica, puede reducir la huella de carbono de los sistemas de desalinización, mientras que la reutilización de los residuos salinos puede tener aplicaciones industriales y agrícolas.

Proyecciones y Beneficios:

Las proyecciones indican un aumento significativo en la demanda de agua dulce en las próximas décadas, lo que convierte a la desalinización en una solución cada vez más necesaria. Sus beneficios se extienden más allá de la seguridad hídrica, impactando positivamente en múltiples aspectos:

  1. Medio Ambiente: La desalinización reduce la presión sobre fuentes de agua dulce limitadas, como ríos y acuíferos, preservando así los ecosistemas acuáticos y terrestres asociados.
  2. Desarrollo Sostenible: Al proporcionar acceso a agua potable, la desalinización impulsa el desarrollo socioeconómico de comunidades que de otra manera se verían limitadas por la escasez de recursos hídricos.
  3. Cambio Climático: La desalinización puede mitigar los efectos del cambio climático al proporcionar una fuente alternativa de agua que no depende de factores climáticos impredecibles, como la lluvia.
  4. Planeta: Al reducir la extracción de agua de fuentes naturales y aliviar la presión sobre ecosistemas frágiles, la desalinización contribuye a la conservación del medio ambiente a escala global.

En conclusión, la desalinización representa una herramienta invaluable en la búsqueda de una gestión más eficiente y sostenible del agua en todo el mundo. Si bien enfrenta desafíos tecnológicos, ambientales y económicos, su potencial para proporcionar un suministro seguro y confiable de agua potable la convierte en una pieza fundamental en la lucha contra la escasez de agua. Es esencial continuar invirtiendo en investigación y desarrollo para hacer que la desalinización sea aún más eficiente, económica y respetuosa con el medio ambiente, asegurando así un acceso equitativo al agua potable para las generaciones presentes y futuras.


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