Tomar agua embotellada le está haciendo mal al planeta

Se estima que cada año se desechan 2,7 millones de toneladas de botellas de agua vacías. Ya sea por turismo o simplemente por consumo diario, esta cifra crece anualmente, con sus muchas consecuencias negativas.

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Hasta hace algunos años era raro comprar una botella de agua desechable a menos que se estuviera en un viaje o alguna actividad especial. Con el tiempo, el consumo de agua embotellada se ha disparado, no solo en Chile, sino en el mundo entero.

Para tratar de solucionar este problema nació la iniciativa estadounidense TAP Campaing, que busca convencer a los turistas de que lleven su botella reutilizable así como también los implementos para purificar su propia agua. Según datos que recoge esta iniciativa, en Estados Unidos el 86% de las botellas de plástico utilizadas una sola vez terminan en la basura, cifra que en otros países, alegan, es aun mayor.

El problema no es solo el desperdicio de energía, argumenta la campaña, sino que con las 2,7 toneladas de botellas de agua de plástico que se consumen en el mundo, la diferencia de usar algo reutilizable se vuelve vital para el medio ambiente.

Degradación

Aunque se habla que una botella de plástico puede tardar en degradarse cientos de años, la ciencia no tiene claro aún cuánto es exactamente, explica Martin Thiel, investigador de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad Católica del Norte. Algo que en ningún caso lo hace menos dañino.

«No se tiene una repuesta clara porque depende del tipo de plástico y del ambiente en que esta se encuentra. Si es en el desierto, quizás puede fragmentarse de manera más rápida que si es en un ambiente frío o bajo tierra», explica.

Otro aspecto que tampoco está demasiado claro es justamente dónde el deterioro del medio ambiente es mayor, si en los océanos o en tierra. «Una multitud de organismos pueden ingerir pedazos de plástico fragmentado. Mientras que si acumulan líquido, pequeños insectos o lagartijas, por ejemplo, pueden ir en busca de agua y quedar en verdaderas trampas mortales», explica el investigador.

Aun considerando todo esto, se cree que el impacto podría ser mayor en el mar. Sobre todo cerca de las costas, por las denominadas islas de plástico, agrega Edmundo Muñoz, director de la Escuela de Ingeniería Ambiental de la Universidad Andrés Bello.

Un estudio publicado recientemente en la revista Science calculó que en 2010 se vertieron al mar unos ocho millones de toneladas de plástico desde 192 países con costa. Y se cree que solo una fracción menor de ella estaría flotando.

El mismo Martin Thiel fue parte de un equipo internacional que publicó otro trabajo, esta vez en la revista Plos One, en el que estimaron que alrededor de 269 mil toneladas de plástico contaminan las aguas y dañan la flora y fauna acuáticas. «Lo que encontramos fue 100 veces menos de lo que debería haber habido. Si no está en la superficie, quiere decir que está en la cadena alimentaria de peces y aves, y/o bajando al fondo de los océanos», explica. No se ha dimensionado cuánto aportan a esto las botellas plásticas, pero se sabe que es una cifra significativa.

El aumento

Para Evelyn Alfaro, académica del Departamento de Química y Medio Ambiente de la Universidad Federico Santa María, uno de los factores que han hecho que aumente el consumo de agua embotellada es el crecimiento del poder adquisitivo.

A ello se suma que el mercado ha sacado las botellas retornables, por un lado, y por otro, en muchos lados estas no existen por una cosa de logística, agrega Edmundo Muñoz. En Magallanes, por ejemplo, no se encuentran.

Si bien a nivel nacional se recicla cerca del 10% del plástico, eso es muy poco si se consideran otras realidades. «Japón comenzó una campaña de reciclaje a fines de los 80 y hoy cubre casi el 90% de sus botellas», cuenta Muñoz.

Si las botellas finalmente llegaran a la basura, el problema estaría medianamente controlado. Esto porque los rellenos sanitarios ubicados en Santiago y algunas regiones están especialmente preparados para el manejo adecuado de residuos.

«El problema son los vertederos -los que aún existen en muchas partes-, donde la degradación del plástico es lenta y sin mayor control», dice Evelyn Alfaro.

A ello se suma la forma de reciclaje que existe en el país. Además de no haber mercado para los productos que se generan, no existe la tecnología para obtener de una botella usada otra nueva de la misma calidad, como en Europa.

Además de la tecnología, en algunos países hay incentivos monetarios para reciclar. Uno de ellos son las rebajas tributarias a las empresas que certifican que sus productos tienen determinada cantidad de material reutilizado.

Otra forma de incentivar el reciclaje es justamente apuntando a los consumidores. En Alemania, por ejemplo, todas las botellas tienen un valor en centavos de euros. Y eso ayuda a cambiar hábitos.

El problema en Chile, opina Martin Thiel, es que para la gente muchas veces una botella no tiene valor. «Como botar la botella al basurero o devolverla a una empresa tiene igual efecto en su bolsillo, es decir ninguno, no hay un beneficio agregado sobre decidir hacer una cosa o la otra», explica.

Edmundo Muñoz concuerda. «Estos son pequeños incentivos que ayudan al cambio. Estamos en una cultura del derroche porque la gente no sabe cuánto se gasta realmente en producir algo», opina. Y con esto no solo se refiere al valor económico, sino también al medioambiental.

Para Martin Thiel también es responsabilidad de cada uno. Por ejemplo, las botellas de aluminio, dice, pueden durar 20 años o más. Y otro tanto pasa con las retornables si se las cuida adecuadamente. Es una cosa de decisión personal, dice.

Aunque hace tiempo que se está trabajando en la fabricación de biopolímeros que reemplacen al PET de las botellas actuales, dice Edmundo Muñoz, aún no se ha dado con el material ideal. «Hasta ahora, si bien se han logrado algunos buenos resultados con biomasa, finalmente su producción tiene mas impacto en el medio ambiente que la del plástico tradicional, por lo que se sigue buscando».

Fuente/diario.elmercurio
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