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Un Transantiago Imaginario

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En psicología, la disonancia cognitiva consiste en tener ideas contradictorias, o actuar de forma contradictoria a lo que se piensa. Según la teoría de Festinger, cuando esto ocurre, la persona tiende a formarse nuevas ideas y creencias para reducir esta tensión y lograr cierta coherencia interna.

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Algo de esto parece que ocurrió en el Miniesterio de Transporte (MTT) durante la redacción de la Cuenta Pública 2014 presentada recientemente. A pesar de las evidentes deficiencias de Transantiago, pareciera que en el MTT fueron creando un Transantiago imaginario que funciona bien, que es valorado por sus usuarios, que es eficiente y que como premio por su buen desempeño merece un subsidio mucho mayor, consistente con su gran contribución social.

Pero ese Transantiago no existe. El Transantiago real pierde pasajeros; es mal evaluado por sus usuarios, que se sienten defraudados por las autoridades; tiene buses en mal estado, cada vez más paneros; consume enormes recursos fiscales, que no se traducen en mejoras del servicio; tiene una evasión alta y creciente, que alcanzó un 27% en su última medición; y no cuenta con una visión de mediano o largo plazo.

Es excesivamente autocomplaciente argumentar que este sistema funciona mejor que las micros amarillas. Se han gastado cerca de 6.000 millones de dólares en subsidiarlo (sin contar lo pagado por los usuarios, que es una cifra cercana), no en un salto en la infraestructura de Santiago, sino en subsidiar las pérdidas de un sistema que tiene altos costos de operación. La pregunta relevante es qué se habría podido hacer en 2007 con un presupuesto de 17 mil millones de dólares hasta 2022 para transformar radicalmente el sistema de transporte público. Y claramente, se habrían podido financiar un salto cualitativo en infraestructura y calidad de vida; además, sustentable. Lo que se ha gastado hasta ahora ha sido precisamente eso: gasto. A la ciudad no le ha quedado nada.

También existe disonancia cognitiva en la justificación del subsidio. Puede que la ley diga que el subsidio al transporte público es para los estudiantes, y que tanto autoridades como algunos asesores, de tanto repetirlo, lo hayan terminado creyendo. Pero en la práctica no es así. Se trata simplemente de un pozo para financiar las pérdidas totales del sistema, independiente de su causa. Es cierto que los viajes de los estudiantes producen pérdidas al sistema, pero también lo hacen los viajes con trasbordos, la alta evasión, un alto costo operacional, o la negativa de la autoridad por subir las tarifas, las fallas mecánicas de los buses, etc. Estamos hablando entonces de un subsidio ideológicamente falso.

Mientras las actuales autoridades de transporte y sus asesores -muchos de ellos ideólogos del desastre inicial del Transantiago- no acepten que el sistema sólo ha empeorado desde el 2008 en términos de tiempos de viaje, que la evasión no son capaces de reducirla, que los costos de los buses seguirán aumentando, y que los pasajeros seguirán bajándose de los buses, no podrán concretar ninguna de las mejoras que pretenden.
Por Louis De Grange, Director de la Escuela de Ingeniería Industria de la UDP.

Fuente/latercera
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