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Nuevas piezas en el puzle de la covid-19: silencio y que corra el aire
En la segunda ola de contagios ya conocemos evidencias que permiten tomar medidas adaptadas a cada contexto. Así, no tiene sentido cerrar parques ni centros culturales seguros. La mayoría de los brotes surgen en espacios cerrados donde hablamos o gritamos, como restaurantes, discotecas, lugares de culto o de trabajo. En ellos urge una buena ventilación, uso de mascarillas y distancia interpersonal más amplia.
Soy tan partidario de la disciplina del silencio que podría hablar horas enteras sobre ella». George Bernard Shaw (1856-1950), dramaturgo.
Mientras en España experimenta una preocupante segunda ola de contagios por el SARS-CoV-2, seguimos abordando la pandemia desde las premisas de las que partíamos cuando se decretó en marzo el estado de alarma y apenas intuíamos la complejidad del rompecabezas.
Aunque muchas piezas permanecen en la caja, ya hemos sacado algunas que, puestas en su lugar, permitirían tomar medidas más selectivas y adaptadas a cada contexto, descartando las que ya no encajan o estaban mal colocadas.
Por ejemplo, un nuevo confinamiento equivaldría a matar moscas a cañonazos. Como para contagiarnos hace falta contactar con una persona infectada de forma estrecha —a menos de dos metros— y prolongada —durante al menos 15 minutos—, es muy improbable infectarnos dando un paseo o corriendo por la calle. Sin embargo, como espada de Damocles, esa artillería pesada sigue barajándose si todo se nos va de las manos.
Por eso tampoco tiene sentido clausurar la actividad cultural, cerrar los parques y jardines públicos o las zonas de juego para niños, restringir más el aforo de las playas, las terrazas de los bares o de la mayoría de actividades que se realizan en exteriores, porque no detectamos brotes vinculados a ellas.
Tampoco es razonable limitar el número de personas que se pueden reunir en exteriores con la misma medida que se aplica en interiores, porque ya sabemos que el factor de riesgo fundamental para contagiarse es el tiempo que pasamos en espacios cerrados, donde la probabilidad de contagio es casi 20 veces superior.
Tampoco lo es recomendar en todo contexto mantener dos metros de distancia con los demás, porque en espacios cerrados sin ventilar se quedan muy cortos, mientras resultan excesivos en la terraza de un café.
Resulta contradictoria la obligatoriedad de usar mascarillas al aire libre —salvo en las grandes aglomeraciones—, mientras que no tiene sentido que se pueda prescindir de ellas en los interiores de los restaurantes, que son uno de los principales focos de infección.
Los pilares de nuestra respuesta deberían estar basados en el hecho de que en cierta medida el SARS-CoV-2 se propaga por el aire, lo que denominamos transmisión aérea o airborne transmission. También en la plausible hipótesis de que esta sea su principal vía de contagio en especial en los espacios cerrados, epicentros de los mayores brotes de la infección.

A efectos prácticos, la transmisión aérea implica que en interiores podemos contagiar y contagiarnos aun manteniendo dos metros de distancia. Este riesgo lo podemos minimizar usando mascarillas, con una adecuada ventilación, limitando el aforo y permaneciendo en ellos poco tiempo, tranquilos y en silencio.
El tamaño de las gotas importa
Las infecciones respiratorias, como la covid-19, la gripe, el sarampión, o la varicela se transmiten mediante secreciones que las personas infectadas emiten al respirar, hablar, toser o estornudar y que contienen gérmenes. Estas secreciones varían en tamaño, desde el mayor de las gotículas (de entre 5 y 10 micras de diámetro), hasta el más pequeño de los aerosoles (menor o igual a 5 micras).
Las primeras, más pesadas, caen al suelo cerca de nosotros —la mayoría a menos de dos metros de distancia— y podrían contagiarnos si contactan con nariz, boca u ojos. Han sido consideradas hasta ahora por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la principal vía de contagio de la covid-19 porque la mayor parte se dan en ese rango de proximidad. En cambio, los aerosoles quedan flotando en el aire durante minutos u horas, facilitando su inhalación durante más tiempo y a mayor distancia, como el humo de un cigarrillo —que también es un aerosol y sirve de metáfora visual—.
La controversia científica sobre la transmisión por gotas o aerosoles puede ser exasperante, pero a diferencia de la ignorancia, el racismo, el partidismo o la ideología, es imprescindible para entender el problema y ponerle solución
Aunque esta división en tamaños es arbitraria porque exhalamos partículas en todo ese amplio rango, tradicionalmente la comunidad científica ha entendido que la transmisión aérea hace referencia a infecciones que se contagian mucho mediante aerosoles a una gran distancia de la persona infectada. Recomiendo ver la magnífica Estallido de Wolfgang Petersen (Outbreak, 1995) para entender este concepto que implica que nos contagiamos respirando aire contaminado por gérmenes y es típica de algunos mucho más contagiosos que el SARS-CoV-2, como el sarampión o la tuberculosis.
Esta diferencia de contagiosidad está generando un intenso debate conceptual y una importante resistencia a asumir que el nuevo coronavirus también se transmite por el aire, como es probable que hicieran otros que le precedieron, el SARS-CoV-1, que causó el SARS en 2003, y el MERS-CoV, responsable del MERS en 2012.
Hace unos días, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE UU avivaron el debate al añadir en sus guías que los aerosoles son “la forma principal de propagación del virus”, un cambio del que más tarde se retractaron, aduciendo que habían publicado un borrador no definitivo. “Se cree que se propaga principalmente a través del contacto de persona a persona”, volvía a decir la nueva versión.
Para establecer normativas adecuadas y que resulten aceptables a la ciudadanía, o para decidir qué nivel de riesgo estamos dispuestos a asumir, debemos profundizar en este lógico y apasionante debate. Porque la controversia científica puede ser exasperante, pero a diferencia de la ignorancia, el racismo, el partidismo o la ideología, es imprescindible para entender el problema que abordamos y ponerle solución.
La historia (y el porqué) de la polémica
La OMS asumió en julio cierta transmisión aérea en “algunos entornos cerrados, como restaurantes, clubes nocturnos, lugares de culto o centros de trabajo donde la gente puede estar gritando, hablando o cantando”. Este reconocimiento llegó tras la petición de un nutrido grupo de científicos atmosféricos en una carta publicada en Clinical Infectious Diseases. “Las personas pueden pensar que están completamente protegidas al adherirse a las recomendaciones actuales, pero se necesitan intervenciones adicionales sobre la transmisión aérea para reducir aún más el riesgo de infección”, insistían los expertos.

“Los brotes de superpropagación, en los que una persona infecta a muchas otras, ocurren casi exclusivamente en lugares cerrados”, señalaba uno de sus firmantes, el profesor de química e investigador José Luis Jiménez, en una reciente tribuna en El País. “Estos brotes, que se creen son los que sostienen la pandemia, se explican fácilmente si tenemos en cuenta los aerosoles y son muy difíciles o imposibles de explicar considerando solo las gotículas o los fómites como las principales vías de contagio, como sostiene la OMS”, concluía este experto.
Los fómites que menciona Jiménez son las superficies contaminadas por el virus, como el pomo de una puerta, la fruta del mercado o los botones del ascensor. No obstante, esta vía de contagio parece menos relevante de lo que pensábamos fuera de contextos sanitarios, en donde la cantidad de virus en superficies es mayor debido a la acumulación de enfermos. Según los CDC, “no se cree que esta sea la forma principal de propagación del virus”.
Se cree que el riesgo de transmisión por una superficie se concentra en las dos horas siguientes a que alguien infectado tosa sobre ella, tras lo cual el virus dejaría de ser infectivo. La higiene de manos es más importante que dejarlo todo como los chorros del oro
En The Lancet, el profesor de microbiología, bioquímica y genética molecular Emanuel Goldman considera que la probabilidad de transmisión por fómites es “muy pequeña” y que el riesgo se concentra en las dos horas siguientes a que alguien infectado tosa sobre una superficie, tras lo cual el virus dejaría de ser infectivo.
Cabe recordar que el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) solo recomienda usar guantes en contextos sanitarios. En cualquier otro lugar lo que hay que hacer es lavarse las manos con regularidad y evitar tocarse la cara. Es decir, la higiene de manos es más importante que dejarlo todo como los chorros del oro.
Rociar suelos y paredes con desinfectante no tiene sentido y —además de dejar puertas y ventanas abiertas para disipar los aerosoles— bastaría con cerrar un comercio, una oficina o un colegio durante la noche para que al día siguiente no quedase virus infectivo en ninguna superficie sin necesidad de hacer desinfecciones exhaustivas diarias. Esos protocolos de limpieza a los que el periodista de The Atlantic Derek Thompson ha denominado “el teatro de la higiene” podrían además darnos una falsa sensación de seguridad y desviar el tiempo, la atención y los recursos necesarios para abordar medidas más efectivas.
Por otro lado, hasta la fecha la OMS y la mayoría de organizaciones sanitarias consideran que la principal vía de propagación de la covid-19 son las gotículas respiratorias de saliva y moco que, como proyectiles, contagiarían en los contactos estrechos de al menos 15 minutos. Sin embargo, una creciente evidencia respalda que la clave en la trasmisión, incluso en esas distancias cortas, son los aerosoles. De hecho, en la mayoría de eventos de supercontagio resulta inverosímil pensar que el individuo infectado haya podido estar 15 o más minutos a menos de dos metros de cada una de las decenas o centenares de personas que se contagian.

Una de las primeras investigaciones que apuntan a esta posibilidad se llevó a cabo en dos hospitales de Wuhan, origen de la pandemia, y se publicó en Nature a finales de abril. Los investigadores encontraron poca cantidad de ARN del SARS-CoV-2 en aerosol en las habitaciones ventiladas de los pacientes frente a una cantidad mayor en los baños, peor ventilados. Una de las últimas se ha llevado a cabo en otro hospital de Florida y no solo encontró material genético del virus, sino virus completos con capacidad infectiva a casi 5 metros por encima de dos pacientes con covid-19.
Desconocemos la cantidad de coronavirus necesaria para infectarnos, pero la distancia a la que se huele el humo del cigarrillo de un fumador indica la distancia a la que se pueden inhalar aerosoles infecciosos
De finales de junio es una tribuna en Science en la que tres expertos ya apuntaban que “una gran proporción de la propagación de la covid-19 parece ocurrir mediante aerosoles producidos por individuos asintomáticos durante la respiración y el habla”. Consideraban también que, en parte, la transmisión aérea podría justificar las altas tasas de transmisión entre el personal sanitario y los grandes brotes en las residencias de ancianos.
Estos expertos criticaban que las recomendaciones de los CDC sobre la distancia de dos metros se basan en estudios llevados a cabo en la década de 1930, cuando no existía tecnología para detectar las partículas tan pequeñas. Desconocemos la cantidad de coronavirus necesaria para infectarnos y es difícil definir una distancia segura en interiores, pero usaban el siguiente símil: “La distancia a la que se huele el humo del cigarrillo de un fumador indica la distancia en ese entorno a la que se pueden inhalar aerosoles infecciosos”.
Así, cuanto más próximos estemos de alguien infectado y más tiempo permanezcamos a su lado, mayor dosis del SARS-CoV-2 llegará a nuestros pulmones y más riesgo tendremos de contagiarnos.
Qué implica en la práctica
Para empezar, si asumimos que los aerosoles están jugando un papel clave en la difusión de la covid-19, es fácil comprender que en una sala con puertas y ventanas cerradas o en la que el aire acondicionado solo hace recircular el aire, nos vamos a contagiar con más facilidad que en la calle, donde a poco que corra la brisa los aerosoles se dispersan rápido. Teniendo esto en cuenta y que el nuevo coronavirus puede quedarse algunas horas ‘flotando’ adherido a aerosoles en lugares mal ventilados, deberíamos realizar toda actividad que lo permita al aire libre y ventilar ampliamente los interiores, en los que tendríamos que ser mucho más estrictos con el uso de mascarillas.
A la inversa, podríamos flexibilizar las restricciones en las actividades de menos riesgo. Estas son las que se desarrollan en exteriores y las que se llevan a cabo en interiores pero se están demostrando seguras, como las culturales.
Una adecuada ventilación es fundamental, con medidas que incluyen mejorarla si es necesario con filtros de alta eficiencia HEPA y la desinfección del aire con luz ultravioleta, abrir puertas y ventanas durante todo el tiempo que sea posible, evitar la recirculación de aire y limitar la cantidad de individuos que comparten el mismo entorno.
Volviendo al confinamiento, este fue efectivo en España porque limitó los contactos de personas en espacios públicos cerrados, no porque encerrar a la gente sea una medida imprescindible en caso de rebrote masivo o transmisión comunitaria generalizada, como la que se da estos días en Madrid y otras áreas urbanas. En esa circunstancia tendría más sentido como medida extrema clausurar los espacios públicos de más riesgo: locales de ocio nocturno, interiores de restaurantes, algunos centros laborales, gimnasios, etc.
Deberíamos realizar toda actividad que lo permita al aire libre y ventilar ampliamente los interiores, en los que tendríamos que ser mucho más estrictos con el uso de mascarillas
Pero durante aquel periodo y como comenté en una tribuna anterior, en los centros de salud de toda España atendíamos a decenas de miles de personas con sospechas de la infección que seguían contagiándose en sus domicilios. Pese a que muchos lo perciben de forma errónea como seguro, el ámbito doméstico es el lugar de contagio por excelencia, correspondiente con un tercio de los diagnósticos, si bien estos brotes suelen afectar a un menor número de individuos.
Dado que solo identificamos el origen del brote en tres de cada cinco casos (el 57,3 %), es imprescindible reforzar de una vez por todas la abandonada atención primaria y los exiguos sistemas de vigilancia epidemiológica y rastreo de contactos para tener una foto más precisa de los lugares o actividades de más riesgo. La aplicación de rastreo Radar COVID también contribuirá en este sentido.
Brotes en espacios cerrados mal ventilados
Pero, teniendo en cuenta los brotes que podemos detectar y aunque el riesgo cero no exista, ya sabemos que nuestro gran problema no son las playas, ni las manifestaciones, ni los conciertos de rock o los partidos de fútbol en un estadio, ni —mal que me pese— las corridas de toros.
Los datos demuestran que la inmensa mayoría de los brotes en España están relacionados con lugares cerrados: domicilios, centros sanitarios o asistenciales, locales de ocio nocturno, centros laborales o de convivencia en condiciones de hacinamiento, peores entornos laborales y habitacionales de los barrios desfavorecidos, interiores de restaurantes, etc.

Toda la experiencia internacional apunta en el mismo sentido. Al inicio de la pandemia, casi el 95 % de los contagios diagnosticados en Singapur se produjeron en los dormitorios hacinados de los trabajadores migrantes, mientras que en China casi el 80 % de los brotes se dieron en domicilios. EE UU tiene la epidemia fuera de control, pero no se detectaron brotes relevantes tras las grandes manifestaciones antirracistas que siguieron a la muerte de George Floyd (#BlackLivesMatter), sino tras fiestas en espacios interiores y tras las celebraciones familiares de festividades nacionales como el Memorial Day o el 4 de julio.
Un estudio que analizó los brotes en Japón hasta abril excluyendo a los ocurridos en domicilios encontró que estos se dieron en centros sanitarios (30 %), seguidos de residencias de ancianos, restaurantes, lugares de trabajo, eventos musicales, gimnasios y celebraciones ceremoniales. Solo un caso se documentó relacionado con el transporte, en un avión.
El problema se centra en los espacios cerrados no ventilados en los que pasamos tiempos prolongados, donde se concentran los enfermos o las personas vulnerables, o en los que la gente habla, canta, grita, respira fuerte o está agitada, especialmente si no usamos mascarilla y nos aglomeramos. Pues bien, todo ese perfil apunta a la transmisión aérea.
Resulta paradójico que sea en los interiores de los restaurantes, los bares de copas o los gimnasios, contextos que favorecen eventos de supercontagio, donde se nos está permitido no usar mascarilla
Las discotecas, las clases de fitness o los ensayos de coros son contextos que favorecen eventos de supercontagio. Como ejemplo nacional tenemos el brote que afectó a 27 de 52 cantantes del coro del Teatro de la Zarzuela. Esto se debe a que la agitación o un volumen alto de voz aumentan la intensidad de nuestra respiración y la cantidad de virus que exhala quien está infectado, así como la que inhalan los demás, que en esos entornos también están respirando con intensidad. De forma progresiva, cuanto más alto hablemos o cantemos, más virus expulsamos.
Resulta paradójico que sea precisamente en los interiores de los restaurantes, los bares de copas o los gimnasios donde se nos está permitido no usar mascarilla; o donde prescindimos de ella al encontrarnos en un contexto que nos otorga una engañosa sensación de confianza. Llama la atención que haya quien culpe a los jóvenes de los rebrotes en España, obviando que las normativas vigentes y algo tan humano como la confianza en amigos, seres queridos y compañeros sean un coladero para el coronavirus.
La experiencia constata que hay espacios cerrados en los que el riesgo es menor. Así, los brotes son raros en los que solemos pasar menos tiempo (minutos frente a horas), como los comercios de alimentación o las tiendas de ropa, o en aquellos en los que las personas nos mantenemos tranquilas, en silencio o hablando en voz baja, como en museos, galerías de arte, bibliotecas, librerías, cines, o teatros. Por este motivo la cultura es segura.
Del mismo modo y pese a que nos agobie ir en metro en hora punta en un contexto pandémico, el transporte público urbano también se ha demostrado seguro para sus pasajeros. Francia o Japón no han detectado brotes vinculados al metro, los tranvías, los autobuses urbanos, o los trenes de cercanías. Tampoco lo ha hecho España. Aunque en estos espacios es más difícil identificar un eventual brote, en el metro la mayoría de la gente pasa pocos minutos en un mismo vagón, estos se ventilan con la apertura de puertas en cada parada y casi todo el mundo viaja con mascarilla, tranquilo y en silencio. Por el contrario, sí se han detectado brotes en transportes colectivos de mayor distancia en los que la gente pasa más tiempo junta, oficinas o restaurantes en los que no existía buena ventilación.
Comprar el pan en un comercio con puertas abiertas y con mascarilla entraña un riesgo mucho menor que quedar con diez amigos en un restaurante en el que vamos a charlar sin mascarilla
Podemos concluir que existe una gradación del riesgo que convierte unos lugares en bastante seguros y otros en muy arriesgados. Así, comprar el pan en un comercio que tenga sus puertas abiertas y en el que pasemos escasos minutos con mascarilla entraña un riesgo mucho menor que quedar con diez amigos en un restaurante en el que vamos a charlar sin mascarilla durante horas. En lo referente al contagio, ese interior será más arriesgado que hacer un botellón en la calle.
Del mismo modo, ir al cine tendrá menos riesgo que asistir a un monólogo y este menos que escuchar a una coral, contexto en el que merecería hacer pruebas de forma regular a los intérpretes para descartar infecciones asintomáticas.
Aprender a valorar el riesgo
Teniendo en cuenta esa transmisión aérea, disponemos ya de herramientas para calcular el riesgo según el contexto. Un análisis interesante se acaba de publicar en The BMJ. Estos expertos argumentan que el SARS-CoV-2 podría viajar en forma de aerosol 7 u 8 metros desde una persona infectada y que, por tanto, las reglas de distanciamiento interpersonal deben tener en cuenta múltiples factores. Para facilitarnos la vida, establecen una gradación del riesgo con colores de forma que se proporcione “una mayor protección en los entornos de mayor riesgo, pero también una mayor libertad en entornos de menor riesgo, lo que podría permitir un retorno a la normalidad en algunos aspectos de la vida social y económica”.
La epidemia podría reagudizarse con la reactivación de la actividad laboral y educativa del otoño. Si prescindimos de medidas inútiles, adaptamos la distancia interpersonal al contexto, priorizamos la higiene de manos frente a la de superficies, ventilamos bien, promovemos el silencio y somos más rigurosos con el uso de mascarillas, no solo vamos a controlar la pandemia, sino a minimizar el impacto de la de gripe que se va a solapar con aquella en invierno.
También se debe definir con claridad qué parte de la actividad social y económica se puede reiniciar con razonable seguridad y con qué sectores hay que tomar medidas más estrictas que, a su vez, se podrán flexibilizar si garantizamos una óptima ventilación. Esto facilitará centrar atención y ayudas para realizar reformas en los sectores más afectados.
Por último, no podemos abordar la pandemia sin atajar la desigualdad y la precariedad, porque la covid-19 no nos afecta a todos del mismo modo. Hay grupos vulnerables y personas con condiciones de vida que favorecen el contagio y necesitan planes, recursos y protecciones especiales.
Así, aunque aún no dispongamos de una vacuna efectiva, podemos dibujar una figura menos sombría para los próximos meses que nos ayude a coexistir con el virus. Iremos encontrando nuevas piezas que tracen un camino más llevadero, como un mayor conocimiento sobre la inmunidad que deja la infección, o pruebas diagnósticas más ágiles y baratas para identificar casos y facilitar su aislamiento. Pero las autoridades nacionales e internacionales deben asumir el papel fundamental de la transmisión aérea del SARS-CoV-2, porque solo promoviendo la higiene de manos y una distancia social estandarizada no vamos a detener la pandemia.
Imagina tu propio caso
Y ahora solo basta con utilizar nuestra imaginación. ¿Qué medidas tendría sentido desarrollar?
- Limitar el acceso a interiores de bares o restaurantes en lugares con transmisión comunitaria generalizada o brotes descontrolados. En estos espacios dos metros de distancia interpersonal son insuficientes y debemos mantener las mascarillas el máximo tiempo posible, así como limitar los tiempos de permanencia. Puertas y ventanas deberían estar abiertas aunque sea molesto si los sistemas de ventilación no renuevan el aire.
 - Detraer espacio urbano del tráfico para dárselo a los peatones y ampliar los espacios de terrazas para bares y restaurantes.
 - En entornos sanitarios, las pantallas faciales pueden reducir la exposición de los ojos como vía de contagio por las gotículas, con lo que su uso añadido a las mascarillas FPP2 o equivalentes en estos contextos es recomendable.
 - Promover el silencio en los espacios cerrados; utilizar sistemas de megafonía o amplificación de la voz para dar clase en gimnasios o centros educativos; permitir en interiores de restaurantes el acceso de comensales individuales o parejas que se lo digan todo con la mirada y fomentar que los grandes grupos bulliciosos coman en terrazas exteriores; evolucionar del Coche en Silencio de RENFE al Tren en Silencio.
 - Recomendar hablar por el móvil en exteriores o en las estancias más amplias, desocupadas y mejor ventiladas; no gritar al aplaudir en los teatros, ni al animar en los partidos de fútbol; mantener abiertas las ventanillas de los taxis.
 - Realizar los ensayos de artes escénicas al aire libre o en salas amplias y bien aireadas. Fomentar los rodajes en exteriores, o en platós grandes con buena ventilación.
Aser García Rada es pediatra, doctor en Medicina (UCM), actor y periodista freelance. 
Fuente/Sinc Chile Desarrollo Sustentable www.chiledesarrollosustentable.cl www.facebook.com/pg/ChiledesarrollosustentableCDS twitter.com/CDSustentable #CDSustentable,#Sostenible #DesarrolloSostenible #MedioAmbiente,#ECOXXI
Desarrollo Sostenible
Los microplásticos que no llegan al océano se acumulan en el suelo
														Todavía recuerdo cuando iba a la playa, la arena era blanquecina y solo las partículas que procedían de rocas más calcáreas brillaban con la luz. Hoy, las playas se han convertido en un mosaico cromático, donde las partículas de plástico de distintos tonos resaltan sobre el color de la arena.
Pero el plástico que acaba en las playas procede de algún lado. Se ha estimado que aproximadamente el 80 % del que se encuentra en los océanos proviene de fuentes terrestres, y los ríos son su principal vía de transporte. Al final, la mayoría de los plásticos se producen, consumen y desechan en tierra firme.
De hecho, algunos modelos han determinado que, además de las emisiones anuales de plástico al océano, la mayor parte de los residuos plásticos (98,5 %) permanecen atrapados en entornos terrestres, donde se acumulan y contaminan progresivamente los ecosistemas continentales acuáticos.
Por tanto, las soluciones para abordar la contaminación global por plásticos residen en comprender mejor las fuentes y los procesos que conducen a la liberación y al transporte de plásticos en el medio ambiente terrestre.
¿De dónde viene el plástico que acaba en el océano?
Los plásticos alcanzan los ríos a través de múltiples vías. Algunas fuentes, como las actividades agrícolas y domésticas, aportan residuos al terreno que se mueven con el agua que circula procedente de las precipitaciones.
En entornos urbanos, los plásticos llegan a los sistemas fluviales principalmente por descargas de plantas de tratamiento de aguas residuales, por desbordamientos del sistema de drenaje durante episodios de lluvia intensa y el transporte por el viento.
Únase y apueste por información basada en la evidencia.
Entre las fuentes puntuales, las aguas residuales se han identificado como una de las principales, a pesar de la acción de las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR).
Las EDAR que disponen de un tratamiento primario –eliminación física de sólidos grandes y sedimentables– y secundario –eliminación de materia orgánica– son capaces de limpiar del agua el 75-95 % de los microplásticos identificados a la entrada. La mayor parte queda retenida en los lodos de depuradora, formados por una mezcla de agua y materia orgánica, principalmente.
Del agua al suelo
Los lodos de depuradora se reutilizan comúnmente como fertilizante en el suelo agrícola. Teniendo en cuenta que las aguas residuales contienen gran cantidad de microplásticos y que la mayor parte queda retenida en ese lodo que posteriormente se aplica al terreno, es probable que se introduzca un mayor volumen de microplásticos en el suelo que en el agua.
Concretamente, se estima que esta práctica conlleva un aporte anual total de entre 63 000 y 430 000 toneladas de microplásticos a los suelos agrícolas europeos.
Pero no solo los lodos de depuradora introducen estos contaminantes en el suelo. El compost, un abono procedente de la descomposición de materia orgánica, también es una fuente importante durante la fertilización del suelo.
Los plásticos empleados en agricultura
Además, el plástico es un material muy útil en el entorno agrícola, por lo que también hay una entrada directa a través de su fragmentación. Un ejemplo claro son los acolchados, que cubren el suelo con el fin de protegerlo de las condiciones atmosféricas, conservar la humedad, etc. Su utilización ha conllevado una mejora en la producción (minimizando la pérdida por evaporación del agua) y una reducción del uso de herbicidas químicos (evitando la entrada de luz y el crecimiento de especies competidoras).
Sin embargo, debido a la dificultad que entraña retirarlo, entre cultivo y cultivo en el suelo se acumulan restos del material empleado. De hecho, algunos estudios demuestran que aumenta el número de microplásticos en el suelo con las sucesivas aplicaciones.
El plástico también se utiliza en los invernaderos, en el material de tuberías, en los envases de productos químicos, en los fertilizantes encapsulados y en otras piezas de uso habitual. Se estima que cada año se emplean aproximadamente 15 600 000 toneladas de plásticos agrícolas en el suelo europeo.
Por último, hay que tener en cuenta también la entrada de microplásticos por deposición atmosférica en el terreno, sobre todo en el caso de suelos desnudos. La presencia de vegetación que intercepta esas partículas puede ser la razón por la que esta fuente no se ha identificado como la más dominante.
¿Cuántos microplásticos hay en el suelo?
A día de hoy, se estima que a nivel global la contaminación del suelo agrícola por plásticos oscila entre uno y 4,3 millones de toneladas para los aportes procedentes de aguas residuales y entre 5 y 2,3 millones de toneladas para los relacionados con el acolchado plástico. Esto supone la presencia de una media de 3,6 millones de toneladas.
Diversos aspectos ambientales condicionan la movilidad de los plásticos presentes en el suelo, como la cantidad e intensidad de las precipitaciones, la pendiente del terreno, el uso y propiedades del suelo y la distancia al cauce de los ríos. Esto dificulta que se haga una estimación precisa de la cantidad de microplasticos que llega al sistema fluvial y posteriormente al océano.
Sin embargo, recientemente se están llevando a cabo estudios que tratan de estimar cuál es el rol de los suelos en la movilidad de estas partículas. Los resultados parecen indicar que, una vez llegan al suelo, la mayor parte permanece. A esto se suma la baja capacidad de biodegradación de los polímeros más comunes y su entrada constante.
Lo anterior implica que los microplásticos se acumulen en el suelo año tras año aumentando su concentración, a pesar de que una pequeña parte se movilice. Esta es la principal razón por la cual se están desarrollando materiales alternativos al plástico que sean biodegradables y que reduzcan su presencia en suelos en el corto-medio plazo.
Las implicaciones
Uno de los principales problemas de que los microplásticos permanezcan en el suelo es su impacto ambiental. Se ha demostrado que la presencia de estas partículas en el suelo tiene efectos negativos en su estructura, cambia la actividad y funcionalidad de los microorganismos, tiene una influencia en los organismos del suelo y afecta al crecimiento y desarrollo de las plantas. Además, el consumo de alimentos cultivados eleva el grado de preocupación por sus efectos en la salud humana.
Y ya no es solo que los microplásticos puedan dañar nuestra salud y la de los ecosistemas. Cuanto más pequeñas son las partículas, mayor superficie tienen conjuntamente y, por tanto, mayor capacidad de atrapar contaminantes ambientales y de liberar aditivos.
Los aditivos del plástico son las moléculas que le confieren ciertas propiedades adecuadas para su uso. Cuando el plástico se convierte en desecho y está expuesto a condiciones ambientales, se fragmenta, y estos aditivos se liberan a través de su superficie.
Los aditivos del plástico engloban numerosas categorías de compuestos químicos, algunos de ellos identificados como potencialmente tóxicos, persistentes y móviles, que acentúan las consecuencias de su presencia masiva en los suelos.
A pesar de que hay avances en entender los potenciales efectos de los microplásticos, los aditivos y otros contaminantes para la salud humana, todavía existe un enorme vacío de información al respecto.
Fuente/The Conversation
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													Desarrollo Sostenible
Fundación Rewilding Chile abre el primer Centro de Rescate y Rehabilitación exclusivo para huemules
														Concebido como un verdadero “hospital de huemules” y diseñado con los más altos estándares internacionales, esta iniciativa es la primera de su tipo en una zona estratégica para este ciervo austral.
Se ubica en un predio aledaño al Parque Nacional Cerro Castillo, hogar de aproximadamente el 10% de los últimos huemules que sobreviven entre Chile y Argentina. 
El centro viene a complementar todas las acciones que se realizan en el marco del Corredor del Huemul, iniciativa público-privada que busca restablecer los corredores biológicos para esta especie en peligro de extinción.
En el sector de Las Horquetas, junto al Parque Nacional Cerro Castillo, se inauguró el primer Centro de Rescate y Rehabilitación del Huemul, una iniciativa única en el país por su enfoque colaborativo y multisectorial. El centro está dedicado exclusivamente a la recuperación del ciervo más austral del mundo, especie en peligro de extinción de la que quedan apenas unos 1.500 individuos, distribuidos en poblaciones fragmentadas entre Chile y Argentina, lo que representa aproximadamente el 1% de su población original.
Este centro de rescate y rehabilitación forma parte del “Corredor del Huemul”, una estrategia de conservación a gran escala que busca conectar poblaciones y reforzar la recuperación de esta especie a lo largo de los Andes, y que Fundación Rewilding Chile junto al Ministerio de Agricultura, CONAF y el SAG impulsan desde 2023.
El recinto está emplazado en un predio donde por varias décadas y hasta el año 2019 se desarrolló la ganadería extensiva, y que luego fue adquirido por Rewilding Chile, para poder resguardar el hábitat del huemul, y brindar conectividad para los grupos de la especie. En un acotado sector de 4,9 hectáreas, este verdadero “hospital del huemules” cuenta con instalaciones para la mantención y manejo de este ciervo. Incluye un módulo con espacio para el equipo de guardafaunas y un área para intervenciones médico veterinarias. Además, cuenta con distintos recintos para el abordaje de las diferentes afecciones o patologías que podrían presentar los huemules.
Todo el perímetro de casi 1 kilómetro está protegido por un cerco electrificado en 2 niveles, uno en la parte baja y otro que alcanza los casi 5 metros de altura, diseñado para evitar el ingreso de predadores y garantizar un entorno seguro para los huemules que se encuentren en rehabilitación. El funcionamiento estará a cargo de personal técnico y profesional especializado de Fundación Rewilding Chile junto a asesores y colaboradores, asegurando así una gestión conjunta que combina experiencia técnica, conocimiento científico y resguardo de la fauna silvestre.
“Estamos contentos y orgullosos de inaugurar este centro, la primera infraestructura dedicada íntegramente a la salud del huemul y que viene a fortalecer y complementar las diferentes acciones colaborativas entre nuestra Fundación, el SAG y CONAF para la protección de esta especie y la consolidación del Corredor del Huemul. Además, se emplaza en un área clave, donde existen condiciones ideales para la recuperación de huemules”, explica Cristián Saucedo, director de Vida Silvestre de Rewilding Chile.
Los huemules en el Parque Nacional Cerro Castillo y en otras áreas donde aún se mantienen poblaciones, se ven frecuentemente afectados por cuatro amenazas principales: perros de libre deambular y asilvestrados que los persiguen y atacan, ganado doméstico que les transmite enfermedades, vehículos que los atropellan y especies invasoras (jabalí y ciervo rojo) que compiten por el mismo hábitat e incluso predan sobre él. Algunas de las afecciones y enfermedades provocadas por estas amenazas podrán ser atendidas hoy en este centro.
Región de Aysén y Parque Nacional Cerro Castillo, un área clave
El centro de rehabilitación emplazado en Las Horquetas en la región de Aysén surge como respuesta a una necesidad histórica: contar con un lugar especializado para recibir y tratar a huemules enfermos o heridos, brindándoles atención médico-veterinaria, tratamientos para avanzar en su rehabilitación y devolverlos a su hábitat natural. Incluso podrán ser derivados a este centro huemules que sean rescatados de otras regiones del país.
Está emplazado en un área donde por más de 100 años se desarrolló actividad ganadera, con el pastoreo de miles de cabezas de ganado ovino y bovino, sumado a la fragmentación del hábitat a través de la instalación de cercos y caminos, generaron una fuerte presión sobre la fauna silvestre, propiciando también la transmisión de agentes infecciosos desde el ganado al huemul, como el Corynebacterium pseudotuberculosis, agente causal de la Linfoadenitis Caseosa (LAC).
Trabajo colaborativo e interinstitucional
Esta iniciativa está emplazada en un lugar y región estratégica, la zona de Cerro Castillo en la región de Aysén. Es preciso señalar que el Parque Nacional Cerro Castillo alberga a casi el 10% de la población total de esta especie, un núcleo importante con un mínimo estimado de 118 huemules de distintas edades. Pero, a pesar de ser un punto clave para la conservación, los huemules de Cerro Castillo enfrentan graves amenazas, como atropellos en la Carretera Austral, que cruza 25 km. del parque nacional, pérdida de hábitat, ataques de perros, enfermedades como la LAC y la competencia y desplazamiento por animales exóticos como el ciervo rojo y el jabalí.
De hecho las estadísticas indican que más de la mitad de las atenciones que han recibido los huemules de este parque nacional, son atribuibles a las principales amenazas que enfrenta la especie.
De acuerdo a información compartida por el SAG al interior de la Comisión Intersectorial del Huemul referente a 143 capturas y/o atenciones realizadas a huemules entre los años 2011 y 2022, en un 52,5% de los casos se abordaron cuadros clínicos, ataques o mordeduras por perros, lesiones o la presentación de abscesos. Es interesante notar que el 44% del esfuerzo de capturas y atenciones estuvo orientado a generar información sanitaria y de línea base sobre la especie por parte del SAG.
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La escalada inédita del CO2 atmosférico: Alarma global antes de la COP30
														El planeta ha cruzado un nuevo umbral climático, según revela el último Boletín de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
El informe, publicado recientemente, subraya que la concentración media mundial de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera registró un aumento de 3,5 partes por millón (ppm) entre 2023 y 2024. Este incremento no es solo un dato más; se trata del mayor salto anual desde que comenzaron las mediciones modernas en 1957.
La OMM advierte con severidad las consecuencias de este récord, indicando que «las temperaturas del planeta proseguirán con su escalada durante más tiempo». Esta nueva edición del boletín tiene como objetivo principal proporcionar información científica irrefutable a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará el próximo noviembre en Belém, Brasil.
El organismo internacional explica que, históricamente, cerca de la mitad del volumen total de CO2 emitido anualmente es absorbido por los ecosistemas terrestres y los océanos. Sin embargo, esta capacidad natural de mitigación está comprometida. A medida que la temperatura global aumenta, la capacidad de los océanos para capturar el CO2 se reduce, dado que una mayor temperatura disminuye la solubilidad de este gas. A esto se suman otros factores que debilitan los sumideros terrestres, como la creciente frecuencia de sequías prolongadas. La OMM detalla que las tasas de incremento de CO2 se han triplicado desde la década de 1960, pasando de un ritmo de 0,8 ppm al año a 2,4 ppm anuales entre 2011 y 2020.
La Influencia del año más cálido
El récord de 2024 se explica por una confluencia de factores. La organización apunta a una combinación de cuantiosas emisiones derivadas de los incendios forestales y una menor absorción de CO2 por parte de la tierra y los océanos. Este dramático aumento coincidió, además, con el año más cálido jamás registrado en un contexto marcado por un intenso episodio del fenómeno de El Niño. Durante estos periodos, las concentraciones de CO2 tienden a dispararse debido a que los sumideros terrestres pierden eficiencia, exacerbado por la mayor sequedad de la vegetación y la proliferación de incendios.
La OMM insiste en que las repercusiones de las emisiones actuales de CO2 irán mucho más allá del clima que se experimenta hoy en el planeta. La prolongada persistencia de este gas en la atmósfera asegura que sus efectos se dejarán sentir durante siglos. Ko Barrett, secretaria general adjunta de la OMM, subrayó que el calor retenido por el CO2 y otros gases de efecto invernadero actúa como un «sobrealimentador» del clima, multiplicando la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. «En consecuencia, reducir las emisiones es esencial, no solo para nuestro clima, sino también para la seguridad de las economías y el bienestar de las comunidades», urgió.
Metano y óxido nitroso: un desafío múltiple
El informe no se limita al dióxido de carbono. También destaca que la concentración media mundial de metano (CH4) en 2024 alcanzó las 1.942 ppm, lo que supone un alarmante aumento del 166% respecto al nivel preindustrial (anterior a 1750). En cuanto al óxido nitroso (N2O), su concentración llegó a 338 ppm el año pasado, un incremento del 25% respecto a los niveles preindustriales.
Oksana Tarasova, funcionaria científica principal de la OMM, transmitió su profunda inquietud ante el hecho de que los sumideros naturales de carbono, tanto terrestres como oceánicos, están mostrando una eficacia decreciente. Esta pérdida de capacidad de absorción implicará inevitablemente que una mayor cantidad de CO2 permanezca en la atmósfera, acelerando el calentamiento global. «El monitoreo sistemático y reforzado de los gases de efecto invernadero es fundamental para comprender estas retroalimentaciones», concluyó la experta, señalando el camino para una respuesta científica urgente.
Fuente/Ambientum
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Hito ambiental para Chile: Publican la primera norma de calidad del aire para arsénico
														La regulación establece una concentración máxima de arsénico de 23 nanogramos por metro cúbico como concentración anual. Esto beneficiará a las ciudades donde operan las fundiciones de cobre, ya que estas instalaciones -de acuerdo al inventario de emisiones de fuentes puntuales- representan el 99% de las emisiones de arsénico en el país.
El 10 de octubre el Ministerio del Medio Ambiente publicó la nueva norma primaria de calidad del aire para arsénico, que fijará un máximo de presencia de este elemento como concentración anual, beneficiando a varias ciudades del país. Este compuesto químico puede tener graves impactos en la salud y, hasta ahora, no estaba regulado en Chile.
La normativa establece un límite de concentración de arsénico en el aire de 23 nanogramos por metro cúbico (ng/m3), en línea con las recomendaciones de la agencia medioambiental de Estados Unidos (EPA), que es más exigente que la establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Para calcular la superación de la norma se considerará un promedio de la concentración anual de tres años sucesivos. De todas maneras, si el valor promedio de un año supera el valor de 46 ng/m3, se entiende de inmediato por superada.
En caso de estar cerca de superar la norma o al constatar que fue sobrepasada, se debe declarar la zona como latente o saturada, con lo que se da inicio a la elaboración de un Plan de Prevención y/o Descontaminación Atmosférica específico para arsénico. Estos planes incluirían medidas para reducir la contaminación por arsénico, las que sumarían acciones que impactarían en las fundiciones como fuentes puntuales y otras fuentes presentes en la zona.
La ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas, comentó que «la publicación de esta norma, la primera específica para el arsénico, protegerá la salud de las personas. La regulación permitirá el desarrollo de planes de prevención o descontaminación en los territorios donde se acerque o supere el umbral establecido. Los planes incluirán medidas concretas para reducir el arsénico presente en el aire”. Además, destacó que esta normativa responde a un proceso participativo con comunidades, el sector regulado y expertos, reforzando la transparencia y legitimidad del proceso regulatorio, en línea con los principios del Acuerdo de Escazú.
En Chile el 99% de las emisiones de arsénico generadas por fuentes puntuales corresponde a las fundiciones de cobre, por lo que la futura aplicación de la norma tendría impacto en las comunas en las que se ubican estas instalaciones. Con esta medida, el país avanza hacia una mayor protección de la salud pública y la justicia ambiental en territorios históricamente expuestos a este contaminante.
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¡15 humedales urbanos en la RM!: Ministerio del Medio Ambiente protege Estero del Arrayán y sus afluentes
														Con el reconocimiento de este ecosistema acuático ubicado en la comuna de Lo Barnechea, la Región Metropolitana suma la mayor superficie protegida de esta categoría en el país llegando a las 6.000 hectáreas.
Tras su publicación en el Diario Oficial, Estero del Arrayán y sus afluentes se convirtió en el décimo quinto Humedal Urbano declarado en la Región Metropolitana, en el marco de la Ley 21.202.
Así lo dio a conocer este miércoles el subsecretario del Medio Ambiente, Maximiliano Proaño, quien valoró la protección de las 254 hectáreas de este ecosistema acuático ubicado en la comuna de Lo Barnechea. “Nuestro Gobierno sigue trabajando decididamente en resguardar nuestro patrimonio natural. Con este reconocimiento, la Región Metropolitana se convierte en la región de Chile con mayor superficie protegida-bajo esta categoría- en el país, sumando 6.000 hectáreas. Quiero destacar que este es un Humedal Urbano clave para la protección de nuestra biodiversidad al ser hogar de importantes especies como el puma (Puma concolor), el zorro culpeo (Lycalopex culpaeus) o el cóndor andino (Vultur gryphus)”, sostuvo la autoridad ambiental.
La seremi del Medio Ambiente de la Región Metropolitana, Sonia Reyes, en tanto valoró que “con la declaratoria del Estero del Arrayán, la Región Metropolitana suma a la fecha 15 Humedales Urbanos reconocidos, lo que nos llena de orgullo porque muestra lo mucho que hemos avanzado en la protección de estos valiosos ecosistemas. En esta tarea hemos estado acompañados por los municipios y la comunidad. Destacamos el trabajo y compromiso de la Municipalidad de Lo Barnechea, que nos permite brindar un nuevo espacio recreativo y de esparcimiento para las y los vecinos de la comuna y también de la región”.
En tanto, el alcalde de Lo Barnechea, Felipe Alessandri, expresó que “en la comuna hemos avanzado hacia un modelo de gestión que pone en el centro el cuidado de nuestro patrimonio natural hídrico y la gran biodiversidad que caracteriza a la comuna. Nuestro propósito es que los vecinos lo sientan parte de su vida en comunidad: que las familias los visiten, los valoren y se comprometan con su preservación. El desafío es que estos ecosistemas sigan siendo verdaderas aulas al aire libre para las próximas generaciones”.
Sobre Estero del Arrayán y sus afluentes
Con el reconocimiento de Estero del Arrayán y sus afluentes, Chile suma 136 humedales urbanos protegidos a nivel nacional; 15 de ellos en la Región Metropolitana; de los cuales 8 se ubican en Lo Barnechea.
Cabe precisar que este ecosistema acuático alberga también especies como el arrayán (Luma apiculata) y el espino (Vachellia caven). Además, contribuye al bienestar de la comunidad al proveer servicios ecosistémicos como agua potable a vecinos de la comuna, regulación del ciclo hidrológico; control de inundaciones y brindar un espacio para la educación formal y profesional que permita la recreación y esparcimiento de los habitantes de la Región Metropolitana.
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