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La tiranía de las publicaciones académicas

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Desde afuera, la vida académica parece reposada. Profesores que tienen tiempo para pensar, darse vueltas e investigar lo que se les antoja sin plazos. Pero adentro de las universidades no se siente así. Los académicos están cada vez más presionados por la necesidad de mostrar resultados, lo que se acredita a través de la publicación en codiciadas revistas. Una carrera en la que compiten con los especialistas de todo el mundo y que no sólo los tiene estresados.

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Cada vez que Alejandro Montenegro, quien está haciendo un postdoctorado en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica, le cuenta a sus compañeros que va a publicar un artículo, lo primero que le preguntan no es de qué se trata, sino dónde. En los últimos años, hay una idea que se ha popularizado en el mundo universitario en Chile y en el mundo: “Publish or perish”, que es lo mismo que decir que publicas o desapareces.

La frase alude a los artículos académicos (también llamados papers, en inglés), que han existido siempre en la investigación, porque para decirlo en fácil, son un documento que le acredita al mundo que su autor hizo un descubrimiento importante. “El trabajo del científico no es el descubrimiento en sí, sino la difusión y el impacto que tiene. Un paper bueno puede cambiar el mundo, pero tiene que estar publicado, sino ¿cómo lo cambia?”, dice Flavio Salazar, vicerrector de Investigación de la U. de Chile.

Un buen artículo académico o paper debe ser original, novedoso, tener un marco teórico, una hipótesis, una demostración y debe ser replicable, es decir, que cualquiera que repita el proceso llegue a los mismos resultados. Como eso no siempre ocurre hay que acreditarlo, y para eso existen revistas (journals) especializadas por área, a las que los investigadores postulan con sus papers y que se encargan de seleccionar los mejores, tras hacerlos pasar por una revisión anónima de “pares” expertos (peer review). “Esta es su garantía de calidad”, agrega Salazar.

Entonces, astrónomos, historiadores, cientistas políticos, biólogos y un largo etcétera consiguen dinero para hacer una investigación (en su universidad o a través de fondos concursables, como Fondecyt), escriben un artículo con los resultados y tratan de ponerlo en una de estas revistas, lo que a su vez les da currículum para conseguir nuevos fondos. Pero, como queda demostrado con el relato de Alejandro Montenegro, no se trata sólo de publicar, sino de hacerlo en la revista con más impacto posible.

En las últimas décadas el número de publicaciones ha crecido explosivamente. En 2012 se calculaba que había 28 mil activas que usaban el método de la revisión de pares. No todas con la misma calidad y prestigio. En cada área hay algunas que son más estrictas y/o influyentes, por ejemplo, Science y Nature, en ciencia general, The Lancet o The New England Journal of Medicine, en medicina, o Econométrica en economía.

Eugene Garfield trató de poner orden a esta marea de conocimiento y creó en los sesenta el Instituto para la Información Científica (ISI), que luego compró la editorial Thomson Reuters. Lo que hizo fue crear una base de datos de las publicaciones académicas más rigurosas por área que hoy incluye 10 mil revistas.

Por eso, publicar un “paper ISI” no es lo mismo que hacerlo en una que no está en esa base de datos (u otra similar). También diseñó el llamado “factor de impacto”, que mide la importancia de una revista, en base a su nivel de citación. Así hoy, a través del servicio Web of Science (WOS, anteriormente ISI) u otros como Scopus o Scielo, es posible identificar qué revistas o artículos han sido más mencionados.

En los últimos años académicos en todo el mundo han comenzado a criticar la preponderancia que han adquirido estas bases de datos y rankings. “Estábamos acá para reflexionar sobre el mundo y vemos una competencia por quién tiene más puntitos”, dice Carlos Rodríguez, economista y director académico del doctorado en Ciencias de la Complejidad de la UDD.

Privilegiados

La razón por la que estos sistemas, y en particular las publicaciones, han adquirido un lugar preponderante en los centros de investigación es porque permiten medir y comparar el trabajo académico, algo muy importante en el ámbito de la generación de conocimientos donde es difícil encontrar indicadores de productividad. El factor de impacto y el Índice H (que mide la influencia de un investigador según el número de citas a sus artículos), por mencionar algunas métricas, son casi un segundo currículum para muchos académicos, no por un asunto (sólo) de vanidad, sino porque determinan la posibilidad de conseguir financiamiento, becas y ascensos.

“Hace 10 años se tomaban en consideración otras variables para contratar a un académico: dónde hiciste el doctorado, la carrera docente, participar de la discusión en políticas públicas… la investigación no era tan preponderante”, explica Rodríguez. Hoy, publicar lo más que se pueda es una prioridad.

Para las universidades tampoco es fácil escapar a esta presión, ya que sus posiciones en los rankings internacionales pasan en buena parte por la cantidad de publicaciones en revistas de alto impacto. “Esto es como el Simce: en un principio era importante evaluar los aprendizajes de los alumnos, pero se desvirtúa al convertirse en un índice de calidad, en una herramienta de marketing”, dice Flavio Salazar. Sin embargo, María Elena Boisier, directora de investigación de la UC, explica que “se está transitando a valorar otros productos. Es importante que esto se vaya adaptando, porque ahora el ISI impacta mucho. Es necesario un equilibrio”.

Aunque no hay reglas escritas ni taxativas, informalmente se espera que un investigador publique al menos un paper ISI (o Scopus) al año. Para esto, muchas universidades han desarrollado incentivos, que en su mayoría rondan el millón de pesos por paper publicado. “Todas las vicerrectorías de investigación tratamos de crear condiciones para que nuestros académicos publiquen mejor y más”, dice Ariel Orellana, vicerrector académico de la UNAB.

Pero Andrés Navas, subdirector de investigación del departamento de matemáticas y ciencias de la computación de la USACH, afirma que “el pago por paper ha demostrado su nocividad en todas las instituciones que se ha aplicado. Hay otras actividades ligadas a la investigación que son importantes y tienden a ser subvaloradas”.

Los riesgos de la isificación 

Varios académicos se apuran en aclarar que están de acuerdo con que su trabajo sea evaluado y medido, pero critican la excesiva importancia que se le da a este sistema. Y los reclamos vienen desde distintas disciplinas.

“Hay revistas que tienen menor factor de impacto, pero que son muy relevantes en un área en particular”, dice Omar Orellana, director de Investigación de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.

En las revistas “más cotizadas”, los tiempos de espera para revisión pueden ser de hasta cuatro años y sólo el tres por ciento de los manuscritos que recibe Science, por ejemplo, pasa finalmente a revisión. “Eso le hace mal a la ciencia. La comunidad no tiene acceso a ese conocimiento y todos se retrasa”, dice el biólogo Alejandro Montenegro.

Por su parte, el economista Dante Contreras, director del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), explica que lograr estas métricas ISI es aún más difícil en las ciencias sociales, porque hay menos revistas en el área y porque es más difícil presentar resultados exactos. “Economía es de lo que más publica, pero aun lejos de las ciencias duras”.

Algo con lo que concuerda Ricardo Greene, sociólogo y antropólogo visual que trabaja en la Universidad Católica del Maule: “Parte importante del trabajo en las ciencias sociales tiene que ver con un conocimiento que es situado histórica y contextualmente, pero por la imposición del ISI, que en su mayoría incluye publicaciones en inglés, los artículos muchas veces no se publican ni en español”.

En las humanidades y las ciencias sociales, entonces, formatos como el libro, el ensayo o incluso el documental pelean por recibir la misma puntuación en las evaluaciones que el paper científico.

Sin embargo, las métricas siguen ganando espacio. Bien lo sabe Erwin Krauskopf, director de la Escuela de Ingeniería en Biotecnología de la UNAB y uno de los pocos expertos en Chile en epistemometría (disciplina que estudia la dinámica de las publicaciones). Para él “la isificación es un tema que los tiene a todos vueltos locos”.

En Chile esto ocurre además en un contexto donde ha crecido el número de investigadores pero los recursos no han aumentado a la par. “Nosotros tenemos una diversidad de programas, pero al final del día tengo una fila de gente postulando a financiamiento. El tema es cómo lo reparto y a quién le entrego esos recursos, asegurando que se haga ciencia de calidad”, dice Christian Nicolai, director ejecutivo de Conicyt, el principal organismo de financiamiento de la investigación en Chile. “Se necesitan métricas para poder ordenar. Es un orden relativo, no absoluto, nos quedan muchos proyectos buenos fuera por falta de recursos”, agrega.

En ese contexto existe preocupación respecto a los efectos que esto tienen entre los académicos jóvenes. “Algunos tienen currículum excelentes y no los contratan sólo porque no tienen ISI. Eso es para llorar”, dice el filósofo de la Universidad de Chile e integrante del consejo de Fondecyt, Pablo Oyarzún. Pero, como explica Alejandro Montenegro, no se puede ir contra el sistema, “o te adaptas o quedas fuera”.

Buenas y malas prácticas 

Dante Contreras explica que en la academia se han ido desarrollando formas interesantes para lograr publicaciones de alto impacto que tienen que ver con potenciar el trabajo colaborativo y asociarse para hacer estudios entre pares, distintas universidades, instituciones o disciplinas. Algo promovido por Fondap, fondo que financia centros de investigación interdisciplinarios de alto nivel, como el que él dirige. “Esta estrategia es una gran oportunidad, sin embargo, muchos de los journals interdisciplinarios exhiben menor impacto que aquellos de especialidad”, explica.

La presión también da paso a prácticas más controvertidas en todo el mundo. Desde subdividir una investigación hasta la mínima unidad publicable para aumentar el número de artículos (la llamada táctica del salame), colocar como coautor de un paper a un colega amigo para que luego él a su turno haga lo mismo, los pactos o mafias de publicación (que se dan tanto entre investigadores como entre editores de revistas), publicar la misma investigación con leves diferencias en distintos idiomas y un largo etcétera.

En ese contexto, ha habido sonados escándalos: varios casos de plagio y de “engaño del peer review”, en el que se descubrió a investigadores que sugerían a pares revisores inventados, para así terminar dándoles la aprobación a sus propios artículos, lo que puso en cuestionamiento el alabado sistema de revisión del mundo científico. Otro fue el de STAP. Publicado en la renombrada revista Nature, el gran hallazgo realizado por la joven científica japonesa Haruko Obokata mostraba un método para reprogramar células adultas y convertirlas en células madre capaces de transformarse en cualquier tejido. La noticia tuvo un gran impacto, sin embargo, el artículo fue duramente criticado y finalmente retirado en julio de 2014, cuando se comprobó que había datos manipulados. Esto no sólo acabó con la carrera de Obokata, sino que se consideró clave en el suicidio de Yoshiki Sasai, renombrado investigador y coautor del estudio.

“Es el efecto de la ley de Campbell”, dice Scott Sadowsky, lingüista y académico de la Universidad de La Frontera. “Mientras más se utilice un indicador cuantitativo en la toma de decisiones, más probable es que el uso del indicador distorsione y corrompa el mismo proceso que pretende medir”.

Cómo mejorar

Reconociendo la importancia del paper como instrumento de la difusión científica, el mundo académico admite también la necesidad de introducir matices. Muchos afirman que ya está ocurriendo, aunque no tan rápido como todos quisieran.

Adaptar los criterios de evaluación a cada disciplina es una de las solicitudes. “Conicyt ha hecho un esfuerzo por mejorar esto a través de los grupos de estudio. Aunque no es un tema sólo de ellos, sino de la complejidad de generar índices que permitan una evaluación más justa”, agrega Flavio Salazar, de la U. de Chile.

En esa casa de estudios y otras, por ejemplo, afirman que han avanzado bastante en incluir otros parámetros, como tener libros revisados en editoriales importantes, la formación de estudiantes, el trabajo transdisciplinario y el impacto en la transferencia tecnológica, entre otros.

En la otra vereda están las revistas. Muchas de las indexadas no son abiertas sino que pagadas. Un gran negocio que ha sido fuertemente criticado porque impide que ese conocimiento esté disponible para todos, algo que captó la atención del ministro de educación de Holanda, Sander Dekker, quien ejemplificó: “En 2014, la solución a la crisis del Ébola se vio obstaculizada por la falta de acceso a las publicaciones y los datos de investigaciones recientes”.

Hoy existe un movimiento global, del que Chile no es ajeno, por democratizar el conocimiento y hacerlo más accesible. Algo que Ricardo Greene ha intentado hacer con Bifurfaciones, revista online de estudios culturales que fundó hace 12 años. “Está casi quebrada, pero la seguimos manteniendo”, dice. En el extranjero están PLOS, bioRxiv, F1000Research, entra otras, que no sólo son de acceso libre, sino que en algunos casos ofrecen revisión de pares abierta y al momento de la publicación.

El impacto de la ciencia es algo en lo que Erwin Krauskopf hace hincapié. “De qué me sirve que me citen tres pelagatos si yo puedo hacer un descubrimiento muy sencillo, pero que va a tener un impacto global, mejorando la calidad de vida de una persona. Eso es importante”, dice. Y agrega un dato sorprendente: en 2007 una investigación que realizó mientras trabajaba en la Fundación Ciencia para la Vida, junto a Bernardita Méndez, determinó que, entre 1987 y 2003, cerca de 500 patentes estadounidenses citaron artículos de autores chilenos, es decir, que los descubrimientos de esos investigadores dieron fruto a invenciones en ese país. “Inventos por los que hoy pagamos royalty, cuando debería ser al revés. Ahí tienes la prueba clara de que el paper no siempre lo es todo”, agrega.


Fuente: La Tercera 
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Desarrollo Sostenible

Subsecretario de Medio Ambiente presenta: PLAN NACIONAL DE IMPLEMENTACIÓN PARTICIPATIVA DEL ACUERDO DE ESCAZÚ EN LA COP3

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Durante la segunda jornada de la conferencia de las partes del acuerdo, Maximiliano Proaño presentó el instrumento que guiará la puesta en marcha de Escazú en Chile.


En el salón Raúl Prebisch de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), frente a los 16 Estados parte, los nueve estados observadores y los miembros de la sociedad civil y pueblos indígenas, el Subsecretario del Medio Ambiente, Maximiliano Proaño, presentó en la COP3 de Escazú el Plan Nacional de Implementación Participativa del Acuerdo de Escazú (PIPE), considerada la hoja de ruta para avanzar en la puesta en marcha del acuerdo en Chile.

En su presentación, Proaño explicó los principales detalles que contiene este instrumento, destacando que fue creado de forma participativa, recogiendo para su materialización las voces de la sociedad civil de todas las regiones del país. “Con este Plan buscamos implementar progresivamente los estándares de los derechos de acceso en el país y desarrollar acciones que garanticen un ejercicio seguro para todas las personas que promueven y defienden los derechos humanos en asuntos ambientales”, señaló.

Con un aplauso al unísono, los presentes en la sesión valoraron el proceso de implementación que Chile está realizando, especialmente porque, pese a que es Estado parte desde el 11 de septiembre de 2022, ya es el cuarto país que presenta un plan de implementación, siento antecedido solo por Ecuador y Argentina. A esto se suma también el nuevo plan de Santa Lucía, presentado en la conferencia.

“Como país, hemos trabajado fuertemente para avanzar en la implementación de Escazú. El más reciente avance, y uno especialmente importante para nuestro Ministerio, ya que debimos coordinar a 34 instituciones públicas, fue la aprobación del Plan Nacional de Implementación Participativo de Escazú, que fue construido de manera colaborativa y coordinada entre instituciones estatales, sociedad civil, el sector privado y la academia”, señaló el Subsecretario del Medio Ambiente.

Además, detalló que “en este plan se establecieron 56 acciones generales y se identificaron más de 236 medidas específicas que las concretizan, que ayudarán en la implementación de Escazú entre 2024 y 2030. Esto es muy valioso y demuestra nuestro compromiso con el acuerdo, ya que pese a ser Estado parte hace menos de dos años, somos el tercer país en la región en presentar un plan de implementación”.

Sobre el PIPE

El PIPE está organizado en torno a cinco líneas estratégicas: acceso a la información ambiental, participación en la toma de decisiones ambientales, acceso a la justicia ambiental, defensores y defensoras de los derechos humanos en asuntos ambientales, y fortalecimiento de capacidades y cooperación. Puntos que coinciden con los principales pilares del propio Acuerdo de Escazú.

El pilar de acceso a la información ambiental tiene como objetivo implementar un sistema eficiente y accesible para el manejo de la información ambiental garantizando el acceso gratuito, la generación y actualización continua y la comprensión amplia de los datos por todas las personas interesadas. Para conseguirlo se plantean acciones como actualizar periódicamente la información ambiental dispuesta en las distintas plataformas y sistemas de información, utilizando un lenguaje claro y comprensible para la ciudadanía o el promover la transparencia de la información ambiental de empresas privadas y públicas.

La participación en la toma de decisiones ambientales plantea como meta fortalecer los marcos de participación ciudadana en la gestión ambiental a nivel nacional, regional y local, alineándolos con los principios y estándares del Acuerdo de Escazú. Para ello se proponen medidas como promover la implementación de procesos de participación pública temprana, orientada al involucramiento del público en etapas iniciales del proceso de toma de decisiones ambientales o fortalecer la participación de niñas, niños y adolescentes en la toma de decisiones ambientales.

En tanto, el acceso a la justicia ambiental busca desarrollar acciones que potencien la educación y difusión de herramientas de acceso a la justicia ambiental y faciliten la asistencia legal y técnica, promoviendo procedimientos eficientes para asegurar las garantías del debido proceso en asuntos medioambientales. Así, aparecen medidas como difundir y educar sobre las herramientas y normativa ambiental para el acceso a la justicia y disminuir las asimetrías para acceder a la justicia y avanzar hacia la protección de datos personales.

Sobre los defensores y defensoras de los derechos humanos en asuntos ambientales el PIPE busca generar mayor conocimiento y reconocimiento a la labor que realizan personas, organizaciones y grupos que promueven y defienden los derechos humanos en asuntos ambientales. Así, se plantea elaborar un diagnóstico sobre la situación de los y las defensoras de derechos humanos en asuntos ambientales o reforzar los contenidos relativos a la labor de promoción y defensa del medio ambiente en programas de capacitación o instancias formativas dirigidas a funcionarios públicos de la institucionalidad ambiental.

Finalmente, el fortalecimiento de capacidades y cooperación tiene como objetivo promover instancias para el fortalecimiento de capacidades y la sensibilización ambiental de diversos actores de la sociedad, así como espacios de cooperación, alianzas e intercambios entre países. Entre las acciones de esta línea aparecen el capacitar en los derechos de acceso, a funcionarios/as públicos/as y municipales, y autoridades de distintos niveles, utilizando diferentes recursos y formatos educativos o desarrollar material didáctico, informativo y educativo para diferentes públicos.


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Desarrollo Sostenible

El Día de la Madre Tierra: CELEBRANDO LA SOSTENIBILIDAD Y LA CONCIENCIA AMBIENTAL

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El Día de la Madre Tierra, es celebrado el 22 de abril de cada año, es un recordatorio global de la importancia de nuestro entorno natural y la necesidad urgente de protegerlo.


Esta fecha emblemática surgió en 1970, cuando millones de personas salieron a las calles para protestar contra la contaminación y la degradación ambiental, marcando así el nacimiento del movimiento moderno de conservación.

Importancia y Relevancia:

Este día no solo nos recuerda la belleza y la fragilidad de nuestro planeta, sino que también resalta la interconexión entre los seres humanos y el medio ambiente. La salud y el bienestar de la Madre Tierra son fundamentales para nuestra supervivencia y calidad de vida. Cada acción que tomamos, ya sea pequeña o grande, tiene un impacto en el mundo que nos rodea.

Hitos Importantes:

A lo largo de las décadas, el Día de la Madre Tierra ha sido testigo de importantes hitos en la lucha por la sostenibilidad. Desde la firma del Acuerdo de París en 2015 hasta el surgimiento de movimientos como Fridays for Future, impulsado por jóvenes activistas como Greta Thunberg, la conciencia ambiental ha crecido exponencialmente.

Sostenibilidad a Corto y Largo Plazo:

La sostenibilidad es el núcleo del Día de la Madre Tierra. A corto plazo, esta celebración nos motiva a adoptar prácticas más respetuosas con el medio ambiente en nuestra vida diaria, como reducir el consumo de plástico, reciclar y optar por energías renovables. A largo plazo, promueve cambios sistémicos en políticas, economía y cultura para garantizar un futuro sostenible para las generaciones venideras.

Proyecciones y Beneficios:

El Día de la Madre Tierra ofrece numerosos beneficios para el medio ambiente, el desarrollo sostenible, la lucha contra el cambio climático y el bienestar del planeta en su conjunto. Al promover la conservación de recursos naturales, la reducción de emisiones de carbono y la protección de la biodiversidad, contribuye directamente a la salud de los ecosistemas y al equilibrio climático.

Beneficios para el Medio Ambiente:

  • Fomenta la conservación de recursos naturales como el agua, el suelo y la flora y fauna.
  • Impulsa la restauración de ecosistemas degradados y la protección de hábitats clave.
  • Promueve prácticas agrícolas sostenibles y la preservación de la biodiversidad.

Beneficios para el Desarrollo Sostenible:

  • Estimula la adopción de políticas y prácticas empresariales responsables.
  • Apoya la equidad social y económica al promover un desarrollo inclusivo y justo.
  • Fomenta la educación ambiental y la conciencia pública sobre temas cruciales.

Beneficios para la Lucha contra el Cambio Climático:

  • Contribuye a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero mediante la promoción de energías renovables y la eficiencia energética.
  • Apoya la adaptación y resiliencia frente a los impactos del cambio climático, como eventos climáticos extremos y la elevación del nivel del mar.

Beneficios para el Planeta:

  • Fortalece la conexión entre las comunidades humanas y la naturaleza, promoviendo un sentido de responsabilidad compartida hacia la Madre Tierra.
  • Inspira la colaboración global en la búsqueda de soluciones para los desafíos ambientales más apremiantes.
  • Sienta las bases para un futuro más próspero y armonioso para todas las formas de vida en nuestro planeta.

En esta celebración, el Día de la Madre Tierra es mucho más que una fecha en el calendario; es un llamado a la acción, un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva de proteger y preservar el único hogar que tenemos. A medida que enfrentamos desafíos ambientales cada vez más urgentes, esta celebración nos insta a trabajar juntos hacia un futuro sostenible y equitativo para todos.


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PRESIDENTE BORIC DESTACA COMPROMISO DE ENGIE CON LA DESCARBONIZACIÓN EN INAUGURACIÓN DE BESS COYA

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En la instancia -en la que participaron la CEO del Grupo ENGIE, Catherine MacGregor; y la CEO de ENGIE Chile, Rosaline Corinthien- el Mandatario destacó el compromiso de la empresa con la descarbonización y la importancia de este tipo de tecnología para la transición energética del país. 

BESS Coya, propiedad de ENGIE Chile, cuenta con una capacidad instalada de 139 MW/638 MWh y se encuentra ubicado en la comuna de María Elena, región de Antofagasta. 


El Presidente de la República, Gabriel Boric, encabezó esta tarde la ceremonia de inauguración del Parque de Baterías de Almacenamiento BESS Coya, ubicado en la comuna de María Elena y propiedad de la empresa ENGIE.

En la oportunidad, el Mandatario destacó que: “El camino en particular hacia un Chile libre de carbón es nuestro compromiso con el planeta. Y es una tarea que como gobierno hemos asumido con muchísima convicción. Pero esta meta va a ser solo posible si logramos trabajar en conjunto sector público y sector privado. Y en esa lógica agradezco mucho a un grupo como ENGIE que es aliado en este esfuerzo”, 

La instancia fue liderada por la CEO de ENGIE Group, Catherine MacGregor; y la CEO de ENGIE Chile, Rosaline Corinthien; y contó con la presencia de los ministros de la Secretaría General de Gobierno, Camila Vallejo; de Bienes Nacionales, Marcela Sandoval; el subsecretario de Energía, Luis Felipe Ramos; la delegada presidencial, Karen Behrens; la presidenta de la Asociación Chilena de Municipalidades, Carolina Leitao; Superintendenta de Electricidad y Combustibles, Marta Cabeza; Secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía, Marco Mancilla; autoridades regionales y locales, representantes de los gremios y colaboradores de la compañía. 

“Chile es un país prioritario para el Grupo ENGIE. Chile tiene la ambición de ser un actor clave en la industria de la energía verde en los próximos años, y ENGIE está decidido a apoyar al país en su viaje de descarbonización mediante una gran inversión en la generación de energía renovable y flexible, como la que estamos inaugurando hoy”, expresó la líder mundial de ENGIE, Catherine MacGregor.

Por su parte, la CEO de ENGIE Chile, Rosaline Corinthien, comentó que: “BESS Coya viene a reforzar nuestro compromiso con la región de Antofagasta, donde junto con salir del carbón, hemos desarrollado un contundente portafolio de proyectos renovables. Un ejemplo de esto es que a BESS Coya también se sumarán otros dos proyectos de baterías en Parques Solares, ambos ubicados en la región de Antofagasta y actualmente en construcción”.

Características de BESS Coya

BESS Coya, ubicado en la comuna de María Elena, región de Antofagasta; tiene una capacidad de almacenamiento de 638 MWh, con 139 MW de capacidad instalada. Su tecnología es en base a Battery Energy Storage System (BESS) y utiliza baterías de litio para almacenar la energía renovable generada por el Parque Fotovoltaico PV Coya (180 MWac), también propiedad de ENGIE Chile. 

A través de 232 contenedores que se reparten uniformemente en los 58 inversores de la planta solar, permite suministrar energía durante 5 horas, lo que equivale en una entrega de 200 GWh en promedio al año. Además, cumple un rol fundamental en el medio ambiente, dado que permite suministrar a alrededor de 100 mil hogares de energía verde, evitando emitir 65.642 toneladas de CO2 al año. 

BESS: Los avances de ENGIE en Chile

Actualmente, la compañía cuenta con dos sistemas de almacenamiento en operación: BESS Coya (139 MW/638 MWh), la iniciativa con mayor capacidad de América Latina; y BESS Arica, que sirvió como proyecto piloto. A esto se suman BESS Tamaya (68 MW/418 MWh) y BESS Capricornio (48 MW/264 MWh), ambos ubicados en la región de Antofagasta y actualmente en construcción.  

Además, la semana pasada anunció su quinto proyecto con esta tecnología. La compañía reconvertirá el antiguo Complejo Térmico de Tocopilla, donde operaban las unidades a carbón, en una planta de almacenamiento. La iniciativa denominada BESS Tocopilla tendrá una capacidad instalada de 116 MW/660 MWh y va en línea con uno los compromisos de ENGIE en su proceso de descarbonización: mantener su presencia en la comuna y darle una nueva vida al sitio. 


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